Cuando Francesc Pujols, el filósofo de la Torre de las Horas, dijo que un día los catalanes lo tendríamos todo pagado – la frase se atribuye también a Dalí – la gente creyó que era una ximpleria, una bobada, de las que solía producir aquel señor de aspecto serio, con bombín, que alternaba su oficio de filósofo con el de director del “Papitu”, la revista en catalán más procaz e irreverente de principios del siglo XX. Pero como el mundo da tantas vueltas miren ustedes por dónde que, gracias a los pactos entre Sánchez y Aragonés, la predicción podría cumplirse. Bueno, no para todos los catalanes, evidentemente, pero sí para esos separatistas que han llevado a la ruina social, política e incluso moral en mi tierra. Condonación de la deuda creada por ellos por despilfarrar los dineros públicos en chiringuitos, embajadas, cargos varios y variopintos y nula capacidad de gestión, un nuevo pacto de financiación similar al del cupo vasco que es, para quienes todavía no lo sepan, le doy al estado lo que creo que se gasta en mi territorio y el resto ya me lo organizo yo como me salga de los mismísimos, ah, y ventajas, descuentos, privilegios y más pasta, mucha más pasta. Sin control del estado, que sois unos pesaos de mucho cuidado.
Condonación de la deuda creada por ellos por despilfarrar los dineros públicos en chiringuitos, embajadas, cargos varios y variopintos y nula capacidad de gestión
Los inspectores de Hacienda han puesto el grito en el cielo, así como los partidos que entienden, porque saben leer, que la Constitución consagra el principio de la unidad entre todos los españoles, a saber, que no hay ningún español con derecho a gozar de mayores privilegios que otro. Y yo les digo, pero vamos a ver, almas de cántaro ¿con la casa inundada y diciendo que llueve? Desde el inicio de esta andadura democrática – lo que es mucho decir y andar – las vascongadas han jugado en otra liga con su sistema “especial” de financiación, haciendo lo que les ha dado la gana y, encima, con el terrible problema del terrorismo al que gente como Arzalluz miraba con carita de pensar “Ay, estos muchachos alocados, como son”. No ha habido igualdad entre españoles por ese cupo ni tampoco la hay cuando vas de una comunidad a otra y compruebas que tu tarjeta sanitaria sirve únicamente para el territorio en donde resides. Y sí, te atienden si llegas con un oso mordiéndote el culo sin soltarse, pero el follón está servido porque, encima, los sistemas informáticos de sanidad no están conectados unos con otros. No, no somos iguales porque si comete la más leve infracción de tráfico le caerá una multa de padre y muy señor mío y pobre de usted si no la paga. En cambio, a los presos etarras se les han dado toda clase de facilidades para que vuelvan a sus casas – las víctimas no podrán hacerlo nunca – o se indulta y amnistía a gente que lo único que tienen e la cabeza es separarse de España para imponer una dictadura de corte racista que se divida entre los catalanes de pura cepa y el resto, que estaremos solo para limpiar sus lavabos y aun dando gracias. No somos iguales cuando la justicia todavía no considera oportuno juzgar al Clan Pujol, cuando lo de los ERE se queda en agua de borrajas, cuando la mujer de Sánchez dice que a ella que le cuentan y el presidente no tan solo se niega a declarar sino que utiliza la Abogacía General del Estado para querellarse contra el juez que instruye la causa. Desengáñense, nunca fuimos iguales aunque ahora lo seamos menos que hace diez años.
Por lo tanto, que nadie se rasgue las vestiduras si Aragonés y su harka lo tienen todo pagado. Lo han tenido siempre, como el resto de la partitocracia que depreda nuestra sociedad hace décadas.
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