Opinión

¿A quién no ha engañado el presidente?

Sánchez ha conseguido lo que ningún presidente se había permitido: tratar a los españoles como marroquíes

O a quién le ha dicho alguna vez la verdad. El domingo, mientras las calles de Madrid las tomaban decenas de miles de agricultores y ganaderos de extrema derecha -gran visión la del Gobierno- hartos de su situación, y hartísimos de este gobierno de ministros diletantes, el periódico que casi en exclusiva entrevista a Pedro Sánchez pedía en página editorial una explicación. Sí, oigan, El País reclamando, exigiendo una explicación: "Sánchez nos debe una explicación", titulaba el editorial. Y yo me acordé entonces de Pepe Isbert en Bienvenido, Míster Marshall: "Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación que os debo os la voy a pagar; porque yo, como alcalde vuestro que soy…"

Engaño e imprevisión

En realidad, Sánchez no debe nada a quien le hace la vista gorda cada vez que actúa como lo que en el fondo es, un tipo con pocos remilgos con la democracia. Qué pena que no haya hoy martes una fecha para su próxima entrevista, una de esas en las que lo vacío y el aburrimiento acompañan a la mentira y la estupidez política. "Como presidente vuestro que soy os debo una explicación". Marca de la casa desde que  dio el salto de una concejalía del Ayuntamiento de Madrid a la presidencia del Gobierno, pasando por un escaño que le tocó en la tómbola de las casualidades. Desde entonces la casualidad, aliada con la fortuna, se han aliado con él. Pero hasta aquí.

Desde un tiempo, pero muy especialmente desde que este presidente manda -se puede mandar y no gobernar- las palabras van perdiendo su significado. Con este señor, lo mejor es profetizar sólo con lo que está ocurriendo. Es la única manera de no equivocarse con quién ha hecho de la imprevisión y el engaño una forma de entender la democracia.

Lo que Sánchez entiende por democracia

Así, hemos aprendido a recelar de aquellos que se llenan la boca invocando a la democracia. La abundancia de deseos suele ser muchas veces la prueba evidente de su ausencia. Por eso, me pregunto qué creerá Sánchez que es una democracia. Ser un demócrata no es fácil, y menos cuando te rodeas de tipos que reniegan de un sistema al que se proponen destruir. Y, sin embargo,  hay formas para disimular el desapego.

La decisión que los españoles conocimos el viernes pasado, después de que el rey de Marruecos hiciera pública una carta del presidente de nuestro país, causa rubor y vergüenza, seguramente más entre los españoles que en el propio presidente. En plena invasión de Ucrania, un viernes por la tarde con la gente empezando el fin de semana, con un Gabinete ministerial a verlas venir y falto de todo conocimiento de lo que estaba pasando, con un partido de la oposición al que no se le consulta y se le acusa de no querer pactar; con un Parlamento al que se le hurta una información que cambia una política exterior que duraba 47 años. Con todos estos antecedentes es fácil concluir la opinión que Sánchez tiene de lo que es una democracia.

El rey de Marruecos, jefe de prensa de Moncloa

Ya sólo faltaba que el rey marroquí llevara nuestra política de comunicación, y ese tiempo también ha llegado. Nos enteramos por él, y hasta es posible que Sánchez fuera el primer sorprendido por el procedimiento.

Puede, aunque no lo explica, que pretenda normalizar con Marruecos nuestras relaciones y evitar así la crisis humanitaria que el país vecino provocó el 17 de mayo de 2021 enviando al mundo una señal cierta de lo que le importa la vida de sus súbditos. Puede, pero no explica, que alguien le haya asegurado que Marruecos a cambio de ese trozo del Sahara Occidental, se olvidará de Ceuta, Melilla. Si fuera así, que no lo es, que lo diga en un Consejo de ministros y lo explique en una sesión en las Cortes Generales. Pero no es fácil hacer públicos los acuerdos a los que con nocturnidad llegan dos pillos mentirosos. Con Marruecos seguirán los problemas porque no hay nada ni nadie que le haga entender que Ceuta y Melilla forman y formarán parte de España. Con Argelia nos echamos a la mochila otros nuevos que pronto veremos venir.

El papelón de Albares

Hasta el ministro de Exteriores se vio obligado a improvisar una rueda de prensa y anunciar que comparecerá en el Congreso. Él, no Sánchez. Debe resultar un gozo ser el responsable de Exteriores de un presidente caprichoso e imprevisible que te lleva directo al escarnio. De los demás ministros, ¿qué decir si se han enterado al mismo tiempo que el resto de los españoles? De la parte que ocupan los de Podemos, ¿qué pensar? Otro agravio más que, desde la más elemental lógica política, les obligaría a pensar seriamente en abandonar un Ejecutivo en el que son ministros invitados y de juguete.  Pero fuera hace frío, y llueve. Y el sueldo, y la casa de 400 metros que ocupa la ministra de Trabajo, y el cochecito oficial, y las letras del chalet, y los asesores y tal y tal y tal.

Pero si no es un gozo precisamente ser ministro de un presidente que los tiene como acompañantes y acreditados palmeros, estar en la oposición es oprobioso. Es seguro que Núñez Feijóo no tiene muchas dudas sobre este presidente, pero ya sabe lo que entiende por pactar la política exterior española. Él y su mismidad: mi, me, conmigo.  Lo demás no importa.

No estaba en el programa

El griego y estoico Epicteto, filósofo que estudian en algunas escuelas de Ciencia Política,  tiene escrito que para cada desafío siempre hay esperando una virtud. No en el caso de Sánchez. Para él, en cada desafío hay esperando siempre una mentira que, ya lo vemos, soportan sus ministros y aplauden los lastres y lastras del partido que lidera.

¿No hay nadie ahí que le diga que ha llegado a un punto en el que es imposible seguirle? ¿Nadie en su gobierno que se plante y se vaya a su casa sin dar un portazo? Calviño, Planas, Escrivá y no sé si alguno más, ¿de verdad sale a cuenta ser ministro de un tipo que cada día se oscurece más a base de engaños e imposturas? Abran el Quijote y lean: "¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede la obligación de agradecérselo a otro que al mismo cielo!"  A aquellos que lo votaron sólo hay que recordarles que, una vez más, lo que ha hecho no estaba en el programa con que pidió el voto. Miénteme y dime que me quieres. No problemo, que dicen por debajo de Melilla cuando nos quieren hacer pasar una oveja con espolones por cordero lechal.

Españoles: de ciudadanos a súbditos

Al final, y después de faltar el respeto a su Gobierno, a los de Podemos, a los socios Frankenstein, a sus militantes, a sus votantes, a la oposición, al Parlamento y a la propia Argelia, Sánchez ha conseguido lo que ningún presidente se había permitido: tratar a los españoles como marroquíes. De repente hemos perdido nuestra condición de ciudadanos y nos hemos coinvertido en súbditos de un presidente, que no de un Rey. Particularmente no me hace mucha gracia. El agravio es tan grande que será difícil de olvidar.  Muchos saben que no hay que creerle, otros lo estarán descubriendo.  Sobre todo cuando guarda silencio.

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