Santiago Abascal ha logrado este fin de semana algo muy difícil en política siendo tercera fuerza política con solo 33 diputados frente a los 137 del segundo, el Partido Popular: Codearse ante el mundo con todo un presidente del Gobierno, disputarle a su competidor Alberto Núñez Feijóo nada menos que la primogenitura de la oposición a Pedro Sánchez antes de las cruciales elecciones al Parlamento Europeo del 9 de junio en las que tanto se juegan ambos; sobre todo Feijóo.
Ese y no otro es el verdadero resumen de situación tras el paso por España de la líder ultraderechista francesa, Marine Le Pen y, particularmente, del presidente argentino, Javier Milei, amén de las intervenciones en vídeo durante el multitudinario mitin de Vox en Vistalegre por parte de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y del primer ministro húngaro, Viktor Orban.
Muy por encima de las palabras de Milei contra la “corrupta” Begoña Gómez y su esposo, que, como ha ocurrido con todos los excesos verbales protagonizados por el incontinente mandatario argentino, se las acabará llevando el viento más pronto que tarde -recuerden que también ha llamado “imbécil” al su compatriota el Papa Francisco y “asesino” al presidente colombiano, Gustavo Petro-, muy por encima de eso, digo, el incidente ha dejado la sensación de que el PP sigue sin tener tomada la medida a su socio/adversario electoral.
Un partido con más ocho millones de votos en las pasadas elecciones generales, el PP, frente a tres millones de su inmediato competidor, no puede aparecer ante la opinión pública ‘rehén’ de Vox por mucho que lo necesite para sus pactos en comunidades y ayuntamientos
Un partido con más ocho millones de votos en las pasadas elecciones generales, frente a tres millones de su inmediato competidor, resuelta a su favor la amenaza de sorpasso, no puede aparecer el PP ante la opinión pública rehén de Vox; por mucho que le necesite para completar pactos en siete comunidades autónomas y decenas de ayuntamientos hasta las siguientes elecciones autonómicas y municipales de 2027. Que ya no estamos en los tiempos de aquel Pablo Casado, cuando el PP bajó en las elecciones de 2019 hasta los 88 diputados y Vox le echaba el aliento con sus 52.
En definitiva, no hacía falta ser Nostradamus para intuir que el “anarco-capitalista” -así se define un tipo que consulta decisiones económicas con su perro muerto-, venía a liarla contra Pedro Sánchez en el atril de la Plaza de Toros de Vistalegre a mayor gloria de sí mismo, de su socio español de ultraderecha… y de un Sánchez en su salsa electoral la ultraderecha o yo para movilizar a un electorado de izquierda algo más que apático ante las urnas europeas
Señales claras
Señales claras y no de humo de lo que se avecinaba hubo para dar y tomar en las semanas y días previos al aterrizaje: desde el ataque previo que le propinó el siempre lenguaraz ministro socialista Óscar Puente, aludiendo al presunto “consumo de sustancias” (sic), hasta la anómala preparatoria de una primera visita a España para participar en un mitin del tercer partido del país. Raro, raro.
¿Una visita sin siquiera audiencia oficial con el Rey, que asistió a su toma de posesión en Buenos Aires, ni entrevista con el inquilino de La Moncloa por muy “zurdo” que le resulte Sánchez con quien comparte la salvaguarda de los intereses económicos respectivos (inversiones de 18.000 millones en el caso español)? ¿Una visita “privada” -así se quiso vender desde Vox- con el Gobierno poniéndole alfombra roja a Javier Milei en la Base Aérea de Torreón de Ardoz sin rechistar?… Parafraseando al comisario del chiste que contaba el inolvidable Gila, y visto lo que se avecinaba, a algunos en la sede de la calle Génova debería habérseles encendido la bombilla en plan “aquí alguien va a matar a alguien”.
Por muy mal que caiga Pedro Sánchez tras sus cambios de opinión en torno a la Ley de Amnistía y tantas otras cosas, en el subconsciente de cualquier sociedad políticamente sana, y la española lo es, opera ese primario ‘a mi hijo lo regaño yo’ si alguien se extralimita en público con él… que es lo que hizo Javier Milei el domingo en Madrid con Pedro Sánchez. Conviene no olvidarlo
Resulta especialmente grave la falta de previsión en la respuesta de un PP que ha dado en todo momento sensación de que no sabe lo que se traía entre manos. Porque, en el mundo de la política y la diplomacia, todo el mundo conoce el primer mandamiento: no injerencia en los asuntos internos de un país, y si se produce, cierre de filas con el Gobierno… el que sea, te guste o no.
No es normal que el mismo domingo por la tarde el encargado de dar una primera reacción (A) del partido fuera el portavoz parlamentario, Miguel Tellado, poniendo el acento, no en los insultos del presidente argentino, sino en la respuesta desproporcionada del Gobierno con un solo objetivo: movilizar el voto al PSOE en las elecciones del 9 de junio.
Versiones A, B y C
Horas más tarde, ya en la mañana del lunes, el encargado de asuntos exteriores del PP, el eurodiputado Esteban González Pons, ponía el acento ante los micrófonos de COPE justo en lo contrario (B): “Es una intromisión en los asuntos internos de España”. Pero es que, cuando aún no se había apagado el eco de esta matización de González Pons, a mediodía llegaba un pretendidamente salomónico Alberto Núñez Feijóo a decirnos (C) que a él “no le representan” (sic) ni Milei ni Sánchez con sus formas de hacer política… Acabáramos.
Por muy mal que caiga Pedro Sánchez a buena parte de la opinión pública española tras sus cambios de opinión en torno a la Ley de Amnistía y tantas otras cosas, en el subconsciente de cualquier sociedad políticamente sana, y la española lo es, opera ese primario a mi hijo lo regaño yo cuando alguien se extralimita en público con él… que es lo que hizo Javier Milei el domingo en Madrid con Pedro Sánchez. Conviene no olvidarlo
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