Se va a hacer más largo de lo previsto. Desde diciembre de 2015 España está técnicamente en paro. No se mueve una hoja de papel. El único hito que sobresale es el presupuesto de 2018. Las cuentas van camino de aguantar un par de años, conduciendo con el piloto automático y haciendo el ajuste para satisfacción de los que ponen la nota en Bruselas. Sánchez vive en funciones con los números de Montoro y la reforma laboral de Báñez, a punto de cumplir con la promesa de Rajoy de alcanzar los 20 millones de ocupados. El puzzle de los pactos se va a empezar a resolver el sábado 15 de junio con la constitución de los ayuntamientos. No estará finalizado hasta que Sánchez sea investido, o no, presidente del Gobierno.
En mitad de la partida, desde la terminal de Moncloa han puesto en juego la abstención del PP para facilitar que Sánchez sea investido. Se acaba de cumplir un año de la moción de censura contra Rajoy y se le pide al PP que deje pasar a quien les echó del poder en compañía del Frankenstein que espantaba al PSOE de Rubalcaba, Díaz y Fernández. Si Casado se abstiene, y cae en la trampa, lo único que va a conseguir es que Sánchez no vuelva a presentar nunca más una moción de censura al PP con la ayuda de los independentistas. Sin duda, no se daría esa circunstancia porque los populares se enterrarían en vida y tendrían mucho más difícil ganar unas elecciones y, por supuesto, imposible la formación de un gobierno. La abstención de Casado es un regalo a Sánchez, pero también a Rivera y Abascal.
El PP no ha puesto ningún impedimento, más bien al contrario, para que su socio en Navarra, UPN, se abstenga permitiendo la investidura de Sánchez. Casado no puede hacer otra cosa que votar no a quien desalojó al PP del poder, y de la peor manera, para después para poner en marcha un calendario electoral que, entre otras cosas, trataba de reducirles a escombros. Si Rajoy se escudó en Podemos para salvar los muebles en 2016, Sánchez metió a Vox por la puerta grande de la calle Génova para acabar con lo que quedaba en pie. Una abstención en la investidura de Sánchez jamás sería recompensada, ni por el beneficiario ni tampoco por los votantes que se mantienen en el PP.
De abstenerse en la investidura, los ‘populares’ se enterrarían en vida, y no sólo le harían un regalo imprevisto a Sánchez, sino también a Rivera y Abascal
Sánchez desde su lado, y Rivera con Abascal por el otro, tienen como objetivo el final del Partido Popular. Los motivos del presidente en funciones son obvios. Rivera y Vox lo que intentan es la sustitución del PP. La pelea es un cheque al portador. Ciudadanos se quedó al borde de sobrepasar al PP en abril. La desafección temprana de los votantes de Vox han sacado a Casado de la UVI para ponerle un tratamiento de cuatro años. Lejos de entender el segundo mensaje de las urnas y los lamentos de los fundadores de Ciudadanos, Rivera se ha lanzado a tumba abierta por la brecha que algunos dirigentes del PP, Feijóo y Alonso a la cabeza, le abrieron a Casado la noche del 28 de abril. Cuantos menos ayuntamientos y comunidades tenga el PP, peor para Casado, en el corto plazo. Rivera insiste en ser el líder del centro-derecha en vez de negociar con Sánchez un Gobierno de cuatro años con el respaldo de 180 diputados. Antes de llegar a la abstención del PP se encuentra en el camino esa salida que es equivalente a la que negocia el propio Sánchez con otros líderes europeos para las instituciones de la Unión.
La diferencia entre el resultado del PP en 2015 y 2019 es Vox. Los dos millones seiscientos mil votos del partido de Abascal en las generales de abril ya se han reducido a la mitad. Casado se equivocó en la táctica al intentar ser como Vox. Mayo le ha devuelto al PP una parte de los votantes más enfadados. Ese sector no irá más lejos. Es decir, no se saltará al PP para votar a Ciudadanos. Rivera insiste en lo contrario. La prueba es que no rectifica como le piden los fundadores de Ciudadanos. De Carreras, Ovejero y los demás apuestan por apoyar un Gobierno del PSOE e iniciar una etapa que seque por completo el independentismo y el nacionalismo en España. Pero Rivera quiere el sitio de Casado. Por lo menos esta semana. No hay más que observar cómo se están negociando algunos gobiernos y ayuntamientos.
El bulo de la abstención del PP es una trampa para Casado que pone además a Rivera ante el espejo de sus contradicciones. Si Ciudadanos pacta en cualquier parte de España con el PSOE, qué razón impide apoyar la investidura. Sánchez espera en funciones, con los números de Montoro, Bañez y Rajoy echando la cuenta, teniendo a mano el botón de otra convocatoria de otras elecciones.
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