Los separatistas radicales están preparando el escenario post Puigdemont. Sabedores de que el tiempo de las vacas gordas se les termina, han decidido provocar al Estado en la calle.
Visca, visca, visca, visca Terra Lliure!
El ex miembro de la organización terrorista Terra Lliure, Fredy Bentanachs, participaba el otro día en un homenaje a Martí Marcó. Marcó cayó abatido por la policía en enero de 1979 y los simpatizantes de la banda organizaban un acto en honor del terrorista caído. De las palabras de Bentanachs se desprende la actitud que mantienen los separatistas actualmente. “Con España no hay nada que hacer, la lucha continuará hasta que no consigamos la República Catalana”, declaraba ante las personas que se habían congregado en el cruce entre las barcelonesas calles de Bruc con Diputació, lugar donde encontró su fin Marcó. Allí se encontraba también, junto al ex terrorista, el portavoz de las juventudes de Esquerra, Guillem Casas. Habló de estado fascista - el español, claro -, de la persecución a la que se ven sometidos los patriotas separatistas, de los que perdieron su vida en defensa de las ideas que ellos defienden, en fin, hizo lo que cualquiera consideraría apología del terrorismo. Ignoramos que debe pensar Oriol Junqueras desde Estremera, él, que siempre habla de amor, de diálogo, de entendimiento. El acto terminó con gritos en favor de Terra Lliure, como no podía ser de otra manera.
En el doble o triple juego que mantiene el separatismo catalán están empezando a caer las caretas risueñas y amables. Ya no se trata de conseguir un país nuevo en el que todos los días haya helado de postre – una de las mentiras más cursis que han dicho los partidarios de la independencia -, de lo que se trata es de continuar manteniendo el pulso contra el Estado a como dé lugar. Las bravuconadas de Artur Mas, de Rull y Turull, incluso la grosería amenazante de Pilar Rahola que este sábado amagaba con agredir físicamente a un ex diputado del PP, Sergio Santamaría, en el programa propagandístico de TV3 del sábado por la noche Preguntas frecuentes, se han quedado obsoletos. Ha llegado, según ellos, el momento de pasar a la acción directa, término que muchos recodarán con espanto y tristeza.
CDR, la CUP o los partidos que dan su apoyo al terrorismo, tienen diseñada una estrategia minuciosamente calculada para mantener en jaque a las fuerzas de seguridad del Estado
Los Comités para la Defensa de la República, CDR, que en cualquier país sensato serían ilegales, así como las CUP o los partidos que dan su apoyo al terrorismo, tienen diseñada una estrategia minuciosamente calculada para mantener en jaque a las fuerzas de seguridad del Estado, a los jueces, a los políticos constitucionalistas. Dábamos cuenta en un anterior artículo, pero ahora parece que se ha activado de manera inminente ante la más que probable fallida investidura de Carles Puigdemont. Los ejes de la misma serían mantener una huelga de país, como la denominan ellos, paralizando vías de comunicación tales como carreteras, estaciones de tren y aeropuertos, así como mantener al comercio con las persianas bajadas. Todo ello, claro está, merced a la intervención de los conocidos piquetes que ejercerían la violencia más democrática y sonriente posible contra aquellos que no quisieran secundar sus propósitos.
En las redes sociales ya hay quien se jacta de que, sin el concurso de los efectivos llegados del resto de España de Guardia Civil y Policía Nacional, insensatamente retirados por el gobierno, “No tenemos ni media hostia”, en referencia a los que defendemos el orden legalmente constituido. Esto no ha hecho más que empezar y, mientras tanto, Mariano Rajoy, Soraya y Zoido parecen dormir una siesta de la que tanto ellos como el resto podemos despertar más que perjudicados.
Acaparad víveres y gasolina, porque esto va en serio
Así lo advierten los CDR en las redes, previniendo a los asociados a la ANC, Ómnium y demás. Se les insta a estar listos para la movilización en nombre de la defensa de la República Catalana, pidiéndoles que procuren tener víveres y gasolina de sobras, habida cuenta de que la huelga que se iniciaría a partir del martes, día en el que se tiene programada la investidura, iba “muy en serio”.
Es remarcable la actividad que han desplegado los radicales en las últimas fechas. Mientras Puigdemont y sus adláteres han estado mareando con sus burdas estrategias legales, el sector radical, si es que tal cosa existe entre estas gentes, ha estado calentando el ambiente. El sindicato estudiantil afín a las CUP, el SEPC, publicaba hace poco una entrada en Facebook en la que, a propósito de las próximas fiestas de carnavales, instaba a la gente a no tolerar actitudes machistas, lgtfóbicas, fascistas ni, ojo, españolistas, incluyendo a los que se sienten españoles como enemigos a combatir.
No estamos ante el inicio de una durísima ola de kale borroka? ¿No existen motivos más que suficientes como para que el gobierno se deje de templar gaitas y actúe en defensa de los ciudadanos que nos vemos sometidos a esa coacción diaria en nuestras calles y plazas?"
La propia CUP, esta vez directamente a través de su portavoz Carles Riera, lanzaba un llamamiento a la Mesa del Parlamento para que rechazase lo que califican como “Un pleno hecho a medida de los deseos antidemocráticos del Estado”, amenazando con no votar a Puigdemont si no es para “Materializar la República”. Incluso Esquerra ha rectificado las palabras del para nada dudoso Joan Tardá, que proponía sacrificar a Puigdemont en aras de volver a una cierta normalidad política. El portavoz de los republicanos, Sergi Sabriá, salía al paso rápidamente para declarar a la emisora RAC1 que “Ahora que el embate es más feroz que nunca, es también mucho más claro que Puigdemont es nuestro candidato, el de Junts per Catalunya, el de Esquerra, el de las CUP y el de todos los demócratas”. Paralelamente, los CDR “rebautizaban” el popular Paseo Juan de Borbón barcelonés con el nombre de “Paseo de la República”, tapando los rótulos con papeles en los que figura el nuevo nombre, pintando lazos amarillos por paredes y suelos, cortando el tránsito, molestando a los viandantes, en fin, apropiándose de algo que debería ser de todos como es la vía pública, ah, y todo eso contemplado complacientemente por la regidora de las CUP en el ayuntamiento de Barcelona María José Lecha. Eso, por no hablar de la reciente agresión a los compañeros de Crónica Global, reivindicada por Arran, las juventudes cupaires. ¿No estamos ante el inicio de una durísima ola de kale borroka? ¿No existen motivos más que suficientes como para que el gobierno se deje de templar gaitas y actúe en defensa de los ciudadanos que nos vemos sometidos a esa coacción diaria en nuestras calles y plazas?
Por no fatigar al lector, añadamos que, en el barrio de Gracia, feudo antiguamente convergente y ahora independentista a machamartillo, cosa normal, se quemaba la otra noche el texto del artículo 155 en una hoguera en la plaza de la Virreina en el marco de una fiesta que pretendía hermanar Cataluña y las Baleares, ya saben, eso de los Países Catalanes.
Ya sabemos lo que se puede esperar por parte de los Mossos que, aunque tengan muchos profesionales serios y respetuosos de la ley que han jurado defender, tienen la mala fortuna de llevar un uniforme que los separatistas han politizado"
Ante esto, cualquier persona con dos dedos de frente puede analizar que pintan bastos y conviene reforzar la seguridad para el buen mantenimiento del orden público. Pero ¿los Mossos van a garantizarnos que la libertad de comercio, de transporte o de expresión de los no independentistas está asegurada? ¿Esos mismos Mossos sobre los que pende la sospecha por su inacción el pasado 1-O, por el intento de destruir documentación comprometedora para el ex Govern, porque el por entonces responsable del cuerpo, Mayor Josep Lluís Trapero, mantuviese veinticuatro minutos de conversaciones telefónicas con Jordi Sánchez – unas cuarenta y siete llamadas – el día del asalto a la Conselleria de Economía, que están siendo investigadas por la Fiscalía del Supremo?
Ya sabemos lo que se puede esperar por parte de los Mossos que, aunque tengan muchos profesionales serios y respetuosos de la ley que han jurado defender, tienen la mala fortuna de llevar un uniforme que los separatistas han politizado. Al fin, que exista un plan para rodear al Parlament, para ocuparlo, para atrincherarse en el, resultaría incluso un tema menor. Lo grave es que el orden público se está deteriorando cada vez más y más en tierras catalanas. No esperemos que haya una desgracia, y no me refiero al embuste de los mil heridos del pseudo referéndum. Mariano, que vuelva la Guardia Civil o tendrás, por narices, que acabar enviando al ejército. Poca broma.
Miquel Giménez
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