La Hispanidad está experimentando una indudable revitalización desde hace algunos años. Cada vez más autores se dedican a revisar el relato hispanófobo y negrolegendario que ha impedido al mundo hispano competir con otros modelos culturales y desarrollarse económica y socialmente. Esta fase ha logrado despertar una lógica indignación por la manipulación sufrida y comenzar a recuperar una sana autoestima colectiva gracias a un legado común hasta ahora oscurecido y menospreciado.
Al menos hay reivindicar lo que todavía nos une —lengua, cultura, moral y mestizaje—, el único ejemplo de multiculturalidad exitosa de la historia
Esa tarea no ha terminado. Debemos seguir reempoderándonos de la propia historia, sin comprar acríticamente lo que viene de fuera, así como superar complejos, reduciendo el número de hispanófobos e hispanobobos. Pero ha llegado también el momento de dar un paso más, planteando medidas concretas que nos permitan reconstruir un modelo hispano que sirva de puente actualizado para superar las olas turbulentas de la nueva globalización. La cuestión crucial es cómo el mundo hispano o iberoamericano puede impedir ser engullido por los dos grandes (el anglo y el chino) en lugar de perder el tiempo acudiendo a planteamientos ya fracasados (comunismo) o recetas pensadas para una realidad que ya no existe (indigenismo).
Si los 500 millones de hispanos nos unimos (“la unión hace la fuerza”) algunos pueden ponerse muy nerviosos, de ahí sus esfuerzos (“divide y vencerás”) para regar permanentemente la planta de la cizaña hispana. Jean Monnet, el padre de la integración europea, propuso el método funcionalista del “spill over” donde pequeños pasos hacia la integración darían pie a otros pasos mayores más adelante, como así fue. Y James Clear, autor del famoso libro Hábitos atómicos afirma: «Hoy no tienes que hacerlo todo. Sólo hay que poner un ladrillo. Así es como se construye un Imperio». Se hace camino al andar, pero ello no quiere decir que no sepamos dónde queremos dirigirnos. Al menos hay reivindicar lo que todavía nos une —lengua, cultura, moral y mestizaje—, el único ejemplo de multiculturalidad exitosa de la historia.
Los pequeños pasos que proponemos dar se resumen en el siguiente dodecálogo:
- Librarnos de la dependencia tecnológica del mundo anglo, que les permite controlar fácilmente nuestros pasos y pensamientos, cual vasallos resignados de un imperio digital en la sombra sometido a intereses espurios. A corto plazo, debemos crear redes sociales de ámbito hispano: TuVideo (YouTube), Tecleatuopinión (TW)…, a largo plazo deberíamos crear un InternetHispano.
- Crear medios de comunicación hispanos escritos y audiovisuales. En especial, una televisión global en español de noticias y entretenimiento: PanHispaniaTV. Resulta incomprensible que esta función la ocupe una televisión estadounidense (CNÑ). Revitalizar y reforzar la OTI (Organización de TV iberoamericana) recuperando sus festivales de la canción iberoamericana y otras iniciativas.
- Crear una industria del cine en español (Hispawood) y una Academia de Cine Hispana con un certamen anual que otorgue los premios Caspiscara (el Miguel Ángel hispano). Resulta triste y bochornoso cómo nuestros cineastas se conforman y arrastran por competir por el Oscar a la mejor película en lengua extranjera.
- Crear un mercado interior del libro y más en general de la cultura hispana, incluyendo una industria de videojuegos en español. En 2021, el principal destino de las exportaciones de los editores españoles fue América con un total de 197 millones de euros frente a Europa con 125 millones, destacando la expansión del español en los EEUU. La razón es obvia, comparten la misma lengua.
- Como señala el profesor venezolano Carlos Leáñez la lengua española debe “comenzase a ser administrada a la francesa, es decir, sin complejos, metódicamente, con claridad de miras, recursos idóneos en todos los planos distribuidos a escala mundial y un centro co-ordinador neto”; especialmente en el ámbito digital donde, de facto, ya existe una Comunidad Ciberhispana.
- Continuar con el proceso de independizar los premios Grammy latinos y la Academia Latina de la Grabación, de su origen estadounidense, y cambiarles el nombre por un término más hispano o ibérico: e.g. Premios Garcilaso o “Hanac Pachap”, nombre de la primera obra polifónica en Quechua (1630).
- Crear un sistema hispano de reconocimiento gastronómico. Resulta preocupante la facilidad con la que nuestros chefs se someten a un modelo culinario francés de estrellas Michelin (encima hacen gratis propaganda a una marca de neumáticos), cuando la comida hispana es notablemente más rica y variada. Podrían concederse “galeones de Manila”; a fin de cuentas la navegación permitió intercambiar alimentos y especias entre los distintos continentes.
- Crear cátedras “Francisco de Vitoria” en todas nuestras universidades para enseñar el derecho, la filosofía, el liberalismo humanista hispano, la economía, la tecnología del periodo virreinal y de la Escuela de Salamanca (la Atenas hispana), recuperando asimismo el trabajo de una veintena larga de Universidades hispanas a lo largo de 300 años.
- Reivindicar la presencia de la Comunidad Hispana como miembro permanente, en el Consejo de Seguridad de la ONU. Ya nos arreglaríamos internamente para una presidencia rotatoria. El objetivo sería defender las normas de un orbe justo defendidas por los neoescoláticos, reclamando, por ejemplo, que todas las armas nucleares del mundo se pusieran bajo una autoridad internacional o acabar con los paraísos fiscales que se encuentran en su mayoría, curiosamente, en antiguas o actuales colonias de países anglosajones, holandeses y Francia.
- Si la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) insiste en mirar sólo al hemisferio norte y olvidarse del Atlántico Sur, la Comunidad Hispana debería estrechar sus lazos en el terreno militar sentando las bases de una industria armamentística autónoma que pudiera competir con otras.
- Fomentar, a corto plazo, la creación de grandes bancos de ámbito hispano. A medio plazo, plantearse recuperar la moneda del real hispano (REHI) como común de América. A largo plazo establecer instituciones multilaterales que pudieran gestionar la deuda de los países hispanos para librarse del vasallaje, también en este terreno, de interés foráneos.
- Fomentar la creación de partidos políticos de orientación panhispanista, también en EEUU
No podemos esperar la ayuda de nuestras elites, mayormente mediocres y “ombliguistas”, indignas de nuestro legado
Esta lista no es numerus clausus. Lo cierto es que sean estas u otras medidas, como afirmaba, Einstein «Si buscas resultados diferentes, no hagas siempre lo mismo». Una Comunidad hispana dividida y enfrentada representa actualmente el 6,9% del PIB ¿Qué podría hacer una Comunidad (y ciudadanía) Hispana que busque sinergias para fortalecer la cooperación entre nuestras pequeñas naciones? Sin embargo, no podemos esperar la ayuda de nuestras elites, mayormente mediocres y “ombliguistas”, indignas de nuestro legado, encantadas de servir el café (o de felpudo) a nuestros enemigos y competidores. Habría que crear el premio anual al hispanobobo feroz y al hispanobobo estepario, para distinguir sus esfuerzos. Mientras no despierten, nos toca trabajar a la sociedad civil, eligiendo cada uno dónde puede ser más eficaz o aportar mayor valor añadido.
El renacimiento de la Comunidad Hispana es posible. Si nos unimos, podemos volver a asombrar al mundo. No obstante, a algunos todo esto puede resultarles hoy utópico, pero también lo era la idea de una integración europea cuanto la propuso en 1923 el conde Richard Coudenhove-Kalergi, fundador del Movimiento paneuropeo. ¿Por qué no plantear hoy un Movimiento panhispánico? Como señalaba Ortega y Gasset «Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande. Sólo es posible avanzar cuando se mira lejos». En mi próximo libro (El Sacro Imperio Romano Hispánico) profundizo en estas cuestiones.
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