Opinión

El activismo no es periodismo

No es admisible que los que deciden qué es bulo y qué no sean los mismos que fabrican información por la mañana y fiscalizan la que elaboran los demás por la tarde, y menos si las noticias que ‘verifican’ les conciernen directamente

En la sociedad de la hiperinflación informativa que nos ha tocado vivir, el perfeccionamiento de instrumentos eficaces que nos ayuden a discernir lo que es una noticia cierta de un bulo hábilmente construido debiera ser una prioridad si queremos incrementar, o al menos conservar, los mínimos niveles de higiene exigibles en una democracia. De esta función, que ya se antoja esencial, pueden ocuparse entidades públicas cuya neutralidad esté garantizada, o aquellas privadas que hayan consolidado la experiencia, el prestigio y la credibilidad necesarios para actuar como árbitros fiables para deslindar mentira y verdad.

Universidades, fundaciones, asociaciones y cualesquiera otras fórmulas jurídicas suficientemente blindadas ante las presiones de gobiernos, empresas y particulares, han de ejercer esta tarea en nombre de una opinión pública crecientemente necesitada de referentes en el proceloso cenagal en el que, demasiado a menudo, ha de sobrevivir la información veraz.

Además de ejercer el doble papel de juez y parte, hay quienes pretenden seguir repartiendo desde su particular púlpito carnés de limpieza étnico-periodística

No es desde luego conveniente que ese papel de árbitro, por razones que tienen que ver tanto con la estética como con la ética, lo acaben desempeñando medios de comunicación o compañías vinculadas al sector. Caso de Facebook España, que delega el control de los bulos en dos empresas privadas y en la agencia de noticias AFP, cuyo accionista mayoritario es el Estado francés. No creemos necesario enumerar las razones por las que no es precisamente prudente que una empresa pública de un Estado ajeno al español, por muy amigo que sea, determine qué es bulo y qué no en lo que afecte, por ejemplo, a cuestiones relacionadas con la política exterior.

Pero si la intervención de un medio de comunicación extranjero en esta sensible tarea no parece aconsejable, mucho menos lo es que quienes la ejecuten sean empresas privadas cuyos propietarios distribuyen su tiempo entre fabricar información por la mañana y fiscalizar la que elaboran los demás por la tarde. No es admisible ese doble papel, de juez y parte, ejercido además desde el púlpito en el que se reparten carnés de limpieza étnico-periodística y legitimidades para ejercer esta vilipendiada profesión.

Y aún si cabe menos admisible es que la protagonista de una noticia que publicó Vozpópuli el pasado lunes, sea la misma que califique esta como bulo y sin especificar cuál era la falsedad. Un evidente conflicto de intereses, por no llamarlo de otra manera menos diplomática, sobre el que los medios debieran tomar posición común y las asociaciones profesionales, teóricamente encargadas de defender la libertad de prensa, denunciar.

Vozpópuli no pretende dar lecciones a nadie, pero tampoco está dispuesto a recibirlas de quienes sólo defienden su propia libertad de expresión y se desentienden cuando es la de los demás la que está en juego. Lo ocurrido el lunes, y aquí explicado con detalle por Marcos Sierra, es un claro exponente de hasta qué punto hay quien está dispuesto a neutralizar la credibilidad de los pocos medios independientes que quedan en nuestro país. El que quiera participar en esa estrategia de amedrentamiento, allá él. Pero Vozpópuli no se va a quedar callado. 

'Vozpópuli' va a seguir haciendo periodismo. Otros parece que han optado por el activismo. Ellos sabrán. Nosotros seguiremos a lo nuestro

De acuerdo con su acta fundacional, “el gran objetivo de este medio es hacer periodismo (…). Haciendo preguntas incómodas y con tolerancia cero hacia los corruptos. Separándonos del discurso oficial, que sólo busca el pensamiento único, y haciendo gala de nuestra insobornable independencia, que nos permite tomar decisiones con absoluta libertad y guiarnos exclusivamente por criterios periodísticos”. 

No van a encontrar nunca los lectores a Vozpópuli chapoteando en la ciénaga de la manipulación; ni ejerciendo el papel de plataforma propagandística de ningún partido; mucho menos de los situados en los extremos. Vozpópuli seguirá fiel a su compromiso con la verdad, sin participar en brunetes mediáticas de derechas ni de izquierdas, empeñado en preservar nuestra libertad. Y al lado de la Constitución.

Sin duda hemos cometido y cometeremos errores, pero del mismo modo que nos sentimos orgullosos de nuestra apuesta por un periodismo libre, defenderemos el derecho de los demás a la rectificación honesta y fundada, porque eso es también periodismo.

Vozpópuli va a seguir haciendo periodismo. Otros parece que han optado por el activismo. Ellos sabrán. Nosotros seguiremos a lo nuestro.

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