Opinión

Acuse de recibo

Mi compañero de promoción política y aun así amigo, Arcadi Espada, me hizo llegar el pasado sábado a través de El Mundo una suerte de requerimiento. “Manifiesto por la Extinción”,

Mi compañero de promoción política y aun así amigo, Arcadi Espada, me hizo llegar el pasado sábado a través de El Mundo una suerte de requerimiento. “Manifiesto por la Extinción”, se titulaba. No era yo el único destinatario; los demás compañeros de promoción también estaban concernidos. Vaya por delante que no descarto la posibilidad de que el requerimiento de mi amigo no fuera más que una estrategia retórica, uno de esos recursos de periodista granado para dar mayor firmeza a una columna. Quiero decir que igual lo último que pretendía con su manifiesto era que alguno de sus destinatarios le tomara la palabra y acudiera a la convocatoria. Sea como sea, no sé el resto, pero yo al menos no he podido resistirme.

El caso es que Espada nos convoca a todos, incluso a los muertos, “para redactar el Manifiesto por la Extinción” de Ciudadanos. Y lo hace con apremio, advirtiéndonos que “esta vez no podemos tardar un año”. La verdad sea dicha, la gestación a la que se refiere fue algo más corta, de lo más común, si bien se mira, ya que duró nueve meses, aunque, eso sí, requirió de una dolorosa y prolongada cesárea. Los egos, claro, esos “egos revueltos” cuyo “suflé” un optimista Espada quisiera ver ahora sensiblemente bajo para facilitar las cosas. O sea, una muerte digna. Sobre las razones que le asisten para ello y que le llevaron el sábado a publicar el manifiesto, baste señalar que hechos son razones, y que los hechos de la semana pasada en Murcia y en Madrid constituían una evidencia suficiente de que había llegado la hora de cerrar el negocio. ¿Cómo congeniar, en efecto, la desnudez sin mancha de aquel “sólo nos importan las personas” con que Albert Rivera se presentó quince años atrás en sociedad –en el barcelonés Palau de la Música, en un acto conducido, por cierto, por Toni Cantó–; cómo congeniarla con la embarrada realidad en que se debate hoy en día el partido?

Si Hervías llevaba meses vendido al PP, como sostienen ahora desde el partido, ¿por qué no se le expulsó de Ciudadanos cuanto antes, tal y como él habría hecho sin dudarlo en sus tiempos de todopoderoso secretario de Organización

Los hechos de esta semana no han venido sino a confirmar esas razones y, en último término, la petición de amparo de Espada a los demás promotores para poner fin cuanto antes a la agonía. La marcha de Cantó –y de otros muchos cuyos nombres no trascienden y que han desempeñado también, desde el compromiso y la honestidad, labores orgánicas o de representación– se explica por el barro murciano y madrileño en que ha chapoteado la dirección del partido, pero también y sobre todo por la enfermiza insistencia de esa misma dirección, constatada el pasado lunes, en el sostenella y no enmendalla. Ya sólo faltaba que en dicha labor viscosa y corrosiva colaborara también un consumado especialista, Fran Hervías –a propósito, si Hervías llevaba meses vendido al PP, como sostienen ahora desde el partido, ¿por qué no se le expulsó de Ciudadanos cuanto antes, tal y como él habría hecho sin dudarlo en sus tiempos de todopoderoso secretario de Organización de haber sido otro el afectado?–.

En el manifiesto Espada afirma que un partido como lo que fue Ciudadanos “sigue siendo imprescindible en España”. Estoy de acuerdo. ¿Cómo no estarlo ante lo que estamos viviendo y, en especial, ante lo que todavía nos queda por vivir en el circo político español? Ahora bien, en cuanto a las posibilidades de engendrar otro, yo no participo en esta ocasión de su optimismo. Cuando se ha echado tanto por la borda en tan poco tiempo, cuesta mucho volver a empezar. Pero, en todo caso, como lo primero es lo primero, le requiero yo también a fijar fecha y lugar para levantar, junto al resto de los promotores políticos del partido y con otra cena si es preciso, el acta de defunción. Y, ya puestos, podemos aprovechar el encuentro para hablar del futuro. O, mejor, para hablar de los futuros, ya que, por bajo que esté hoy el suflé, seguro que cada ego lo verá distinto.

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