El ofrecimiento de apoyo a Ada Colau por parte de Manuel Valls tiene tantas y tan endiabladas repercusiones que se hace difícil comprender cómo Ciudadanos no lo ha hecho suyo, a no ser que lo que contraríe a sus dirigentes no sea la propuesta en sí, sino que ésta no se les ocurriera a ellos o no se les pidiera permiso para hacerla pública.
Con sólo seis regidores, el ex primer ministro francés ha obligado a Colau a abandonar la ambigüedad que ha caracterizado su política en relación con el nacionalismo. Así, y por primera vez desde que se dio a conocer como activista, la alcaldesa in pectore deberá encarar la eventualidad de que ERC, Junts pel Sí y la CUP equiparen a Barcelona en Comú con el PSC, Ciudadanos o el PP. O lo que es lo mismo: de que también los 'comune's sean objeto de boicots, escraches y demás correctivos patrióticos.
Ciertamente, el ayatolismo a lo Bentanachs, Graupera o Baños siempre se ha prodigado en hostilidades al orbe 'podémico'; en el escenario que sigue, no obstante, esa hostilidad ya no se va a limitar a Twitter. La erosión del frente nacional-populista en el que hasta hoy se alineaba Colau es, en suma, inexorable, lo que se podría traducir (ejemplo gráfico) en la imposibilidad de que ésta siga visitando a los políticos presos como parte de su repertorio psicodramático.
A este respecto, podría haber novedades: con el juicio a punto de concluir, decaen algunos de los argumentos favorables a que los instigadores del 1-O sigan en prisión provisional hasta que se haga pública la sentencia. Entre ellos, el del riesgo de destrucción de pruebas o el del escándalo que habría supuesto que los encausados se fugaran durante la vista.
Con todo, antes que el pronunciamiento de Colau o la merma de transversalidad en el independentismo, el efecto más sonado de la iniciativa de Valls es su probable traslación al Congreso. La política española, inmune al concepto de mal menor, debate estos días con asombrosa naturalidad, ¡incluso con desparpajo!, la operación de blindaje frente al chantaje nacionalista que supondría una abstención del PP y Cs. Un 'meme' de Estado, en efecto, cuyo copyright corresponde a un hombre que el 26 de mayo, tarde en la noche, afirmó: "He fracasado".
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