Opinión

Adiós a las nucleares

Muchos en Alemania pedían que se mantuviesen estas tres en operación al menos hasta que concluyese la guerra de Ucrania

  • Angela Merkel con Gerhard Schroeder

El sábado pasado se desconectaron de la red las tres últimas centrales nucleares alemanas. El hecho tenía connotaciones históricas porque ponía fin a un proceso que dio comienzo hace décadas. Habría que remontarse cerca de medio siglo, hasta los años setenta para encontrar las primeras protestas contra la energía nuclear. En origen eran unos pocos ecologistas que se oponían a los planes del Gobierno de ir instalando centrales por todo el país para asegurar el suministro eléctrico a un coste más bajo. El movimiento no se detuvo y fue a más. Llegaron incluso a detener la construcción de una central en Baden junto al Rin. Eso les dio ánimos y las protestas crecieron, pero la crisis del petróleo del 73 empujó a los Gobiernos de toda Europa a acelerar sus planes nucleares para aminorar la dependencia energética de los países del golfo Pérsico.

Fue en esa época, entre los setenta y los ochenta, cuando se construyeron la mayor parte de centrales nucleares de Europa. También fue en esa época cuando se produjo el mayor accidente nuclear de la historia. En 1986 el reactor de la central soviética de Chernóbil se fundió por una serie de negligencias en cadena. La nube radioactiva alcanzó Europa occidental y eso impulsó a los movimientos antinucleares, muy populares entonces porque abogaban también por el desarme. Para entonces había varias centrales en construcción en Alemania. En 1989 entró en funcionamiento la última de ellas, la de Neckarwestheim situada a orillas del río Neckar entre las ciudades de Heilbronn y Stuttgart. A partir de ese momento se dejó en suspenso la construcción de nuevos reactores. A principios de siglo, cuando Gerhard Schröder era canciller, se plantearon ir cerrándolas en un plazo de unos veinte años, para 2022 todas debían estar desconectadas.

Ya con Angela Merkel en el poder se produjo en Japón el accidente de Fukushima. El movimiento antinuclear alemán revivió para exigir al Gobierno que no concediese nuevas prórrogas y que cerrasen todas las centrales. Merkel, que siempre había sido partidaria de la energía nuclear y que había llevado la fecha de cierre de Schröder hasta 2036, cambió de parecer y un par de meses más tarde anunció el cierre escalonado de todo el parque nuclear. Aquello seguramente se debió a razones electorales ya que en 2011 se celebraron elecciones en varios Estados federados, algunos importantes como Berlín, Hamburgo o Baden-Württemberg, y las encuestas pintaban un panorama muy negro para los cristianodemócratas.

Gerhard Schröderse encargó de encontrar un bien remunerado acomodo en varios consejos de administración como el de Nord Stream AG (el operador de los gasoductos) o el de la petrolera rusa Rosneft

El plan contemplaba la desconexión paulatina de los diecisiete reactores que estaban en operación en aquel momento. La electricidad que aportaban, aproximadamente un 25% del total, se sustituiría con gas natural barato proveniente de Rusia a través de nuevos gasoductos como el Nordstream 1, que entró en servicio ese mismo año, y el Nordstream 2, cuya construcción se acordó en 2015. Las tres últimas centrales cerrarían la noche del 31 de diciembre de 2022 y los alemanes nada habrían de temer porque habría suficientes ciclos combinados quemando gas ruso para reemplazarlas sin que la economía lo notase. Gerhard Schröder, por su parte, se encargó de encontrar un bien remunerado acomodo en varios consejos de administración como el de Nord Stream AG (el operador de los gasoductos) o el de la petrolera rusa Rosneft.

Pero unos meses antes de que concluyese el plan, Vladimir Putin invadió Ucrania. Meses antes ya había empezado a restringir los envíos de gas a Alemania elevando su precio. El sueño de sustituir la nuclear por los ciclos combinados se esfumó. A finales del año pasado el Gobierno alemán, temeroso de que el invierno fuese más frío de lo normal y se quedase el país sin electricidad, prorrogó durante tres meses y medio más la operación de las tres centrales que quedaban abiertas: la de Isar 2 en Baviera, la de Emsland en la Baja Sajonia y la de Neckarwestheim en Suabia. Junto a eso se pusieron en marcha grupos térmicos de carbón que llevaban ya un tiempo cerrados.

El carbón es el responsable ya de un tercio de la generación eléctrica porque no sólo ha tenido que reemplazar a las nucleares, también lo está haciendo con los ciclos combinados

Este plazo sí lo han respetado a pesar de que muchos en Alemania pedían que se mantuviesen estas tres en operación al menos hasta que concluyese la guerra de Ucrania. Argüían que se trataba de una energía sin emisiones de CO2 en un momento en el que lo que se busca es eso mismo, descarbonizar la economía. El cierre de las centrales la ha recarbonizado. El carbón es el responsable ya de un tercio de la generación eléctrica porque no sólo ha tenido que reemplazar a las nucleares, también lo está haciendo con los ciclos combinados, que funcionan a medio gas desde la invasión de Ucrania. La generación eólica y fotovoltaica ha crecido algo, pero aún está muy lejos de constituir una alternativa completa para las térmicas de carbón.

Los alemanes de a pie, entretanto, están más divididos que nunca. El país ha sido tradicionalmente muy antinuclear, pero la guerra en Ucrania y los problemas de suministro de gas subsiguientes jugaron a favor de los partidarios de mantener las centrales abiertas. En una encuesta que la ARD hizo la semana pasada, el 59% de los encuestados se mostraron reacios a desconectar las tres centrales, el 36% estaban de acuerdo. Sólo un 5% de los encuestados no lo tenían claro, lo que vendría a demostrar que el debate ha bajado a la calle.

Un debate que inevitablemente se mezcla con el climático. Los pronucleares presumen de ecologismo ahora y acusan a los ecologistas de ser responsables del incremento en las emisiones de carbono. Los ecologistas se defienden asegurando que ellos sólo quieren generación renovable, pero las renovables sólo son capaces de aportar en torno al 40% de la energía eléctrica que consume el país. El 60% restante tiene que venir del gas y del carbón. El primero importado, el segundo de origen nacional pero muy contaminante y con un coste medioambiental mucho más alto ya que en Alemania se explota a cielo abierto. Unos ponen hechos sobre la mesa, los otros deseos difícilmente materializables, al menos en el corto-medio plazo porque aún falta mucho para que Alemania pueda siquiera plantearse contar con una planta de generación eléctrica 100% renovable.

Los ecologistas más radicales aceptan el envite y arguyen en su defensa que Alemania consume demasiada electricidad por lo que el país debería decrecer cuanto antes. Eso, evidentemente, significaría cierres de fábricas, encarecimiento del transporte, pasar frío en invierno, en definitiva, empobrecimiento. Esa parte de la ecuación la ignoran o pasan por encima de ella con sigilo. Aseguran que no se puede crecer indefinidamente y que los alemanes tendrán en algún momento que hacerse cargo de algo para ellos tan elemental.

Los cristianodemócratas del CDU, en la oposición desde hace año y medio, se han opuesto ardorosamente al cierre de las últimas centrales, pero fue una canciller del CDU la que decidió cerrarlas

La cuestión, como vemos, ha adquirido tintes ideológicos. Ambos bandos se acusan mutuamente de profesar ideas absurdas. Algo que no ha pasado desapercibido a los políticos. Los cristianodemócratas del CDU, en la oposición desde hace año y medio, se han opuesto ardorosamente al cierre de las últimas centrales, pero fue una canciller del CDU la que decidió cerrar todas las nucleares hace no tanto tiempo, y la que se encargó personalmente de decretar la desconexión de varios reactores durante sus dos últimos mandatos. De eso prefieren no hablar.

El ministro presidente de Baviera, el cristianodemócrata Markus Söder, visitó personalmente la central de Isar, situada a 90 kilómetros de Múnich, horas antes de que cerrase para exigir al Gobierno federal que la mantuviese operativa. No contento con eso pidió también que se reabriese la de Gundremmingen, situada entre Ulm y Augsburgo y que se desconectó en diciembre de 2021. Los liberales del FDP también se han opuesto. Para ellos la cuestión es más peliaguda porque gobiernan en coalición con el SPD y Los Verdes. El líder del FDP, Chistian Lindner, es ministro de Finanzas, pero eso no le ha privado de criticar la decisión de cerrar las tres centrales. Tanto Söder como Lindner saben que es imposible, pero atisban una oportunidad política en la refriega. Si la electricidad mantiene el precio actual nadie se acordará, pero si se encarece podrán ponerlo a su favor.

Para Los Verdes y los socialdemócratas es un triunfo y el cumplimiento de una promesa. Muchos de sus partidarios andan exultantes y hacen sus propios cálculos. Robert Habeck, ministro de Economía y Protección del Clima, está convencido que en 2030 el 80% de la energía eléctrica generada en Alemania será de origen renovable. Es una meta ambiciosa ya que supone duplicar el porcentaje actual que ronda el 40%. A Alemania le ha costado más de 30 años y miles de millones de euros de inversión alcanzar esa cifra. Ahora tienen menos de siete años por delante y una situación económica que no está precisamente para tirar cohetes. Entre medias tendrán que seguir quemando carbón e importando gas en metaneros. Lo del decrecimiento, es decir, el empobrecimiento voluntario, puede valer como entretenimiento académico, pero nadie en Alemania se lo toma realmente en serio.

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