Todos sabemos lo que es un “advenedizo”. Es aquel personaje cuya característica más importante es que no sabe dónde está, o que estando en una determinada posición, social o profesional, es consciente de la carencia de méritos para ello, y, sin embargo, cree tener soluciones para todo. El “advenedizo” más común, aceptando que todos podemos ser víctimas de encontrarnos en algún momento de nuestras vidas con alguno de ellos, es el que suele aflorar en las comunidades de vecinos. Nada más próximo a nuestra rutinaria vida.
De repente, un año, en la Junta de copropietarios aparece alguien que acaba de comprar un piso en la finca, y se luce echando por los suelos lo que hay y todo lo que se ha hecho hasta el momento. Nos pretende seducir haciendo un panegírico de lo bien que funcionaba la comunidad donde él vivía antes, y, por supuesto, se ofrece para cambiarlo todo rápidamente. Los vecinos lo escuchan, se miran unos a otros, y pueden ocurrir dos cosas: o bien no le hacen ningún caso y siguen a lo suyo; o bien, y dado que a nadie le gusta encargarse de las cosas de la finca, le dicen que, ya que sabe tanto, que sea él el presidente. Normalmente, uno o dos años después, el “advenedizo” renuncia al cargo lamentándose de que no se le haya dejado salvar la Comunidad, tan necesitada de su experiencia y sabios consejos. La realidad, con verosímil seguridad, será otra. No habrá aportado nada porque su soberbia ignorante, no le habrá impedido abrir por un momento los ojos y descubierto una tozuda realidad: el conocimiento se obtiene del estudio y de la experiencia.
Hay “advenedizos” muy populares. La vida política y social nos ofrece múltiples ejemplos de ellos, de personajes fuera de lugar, imposibles, que no nos merecemos, aunque tengamos que sufrirlos. Así, por ejemplo, todos recordamos a un omnipresente Abogado del Estado, que quiso cambiar la banca y acabó en la cárcel; o a un juez, que tentado por la gloria efímera de la política, desembarcó en ella como un elefante en una cacharrería. Pero el ejemplo verdaderamente recalcitrante y contundente del “advenedizo” más clásico, de la persona en el lugar que no le corresponde, nos lo proporcionó el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Existe en la vida pública demasiado político que no sabe dónde está. Que es consciente de haber sido colocado ahí por ningún otro mérito más que el de la proximidad al que decide los puestos
Afortunadamente, no toda la gente que nos gobierna, que nos representa, de alguna manera son “advenedizos”. Con absoluta convicción, pienso que hay gente responsable que, podrá equivocarse, o no, que podremos estar de acuerdo con ellos o no, pero que intentan hacer las cosas bien. Sin embargo, no deja de ser cierto que existe en la vida pública demasiado político que no sabe dónde está. Que es consciente de haber sido nombrado por ningún otro mérito del de la proximidad al que decide los puestos. Y, por ello, hemos de tener en cuenta que si estos “advenedizos”, estos desubicados, son posible, es porque los demás, todos nosotros, tampoco hemos sabido estar en nuestro sitio.
No olvidemos que la sociedad civil es lo más importante de una nación, y que el Estado es un mal necesario que sólo debe intervenir cuando aquella no resuelve el problema. La crisis actual no es sólo económica, sino que también ha sido provocada por una relajación ética y moral de la política. Y solo la sociedad civil puede luchar contra ellas porque el futuro no depende del gobierno sino de nosotros mismos, de nuestro “voto”. No lo desaprovechemos y cambiemos el rumbo de esta gran nave que va a la deriva y que es España. Digamos no a la incoherencia, a la autocompasión y a la cobardía.
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