Acaba de sacar a la luz nuestro admirable historiador Gabriel Tortella, una pequeña joya titulada: Cuando los catalanes mandaban en la economía española: Juan Sardá y Lucas Beltrán y Fabián Estapé. En ella describe con minuciosidad, rigor e incluso intriga, como se concibió y llevó a cabo el Plan de Estabilización de 1959, una verdadera obra maestra del género. Sus formidables resultados forman parte de los anales de la historia de Occidente: ningún país occidental ha crecido más años a tasas más elevadas que nuestro país como consecuencia de la aplicación de dicho plan. Por cierto, el exitoso Plan de Estabilización, fue realmente un plan de Liberalización; palabra que por no ser -obviamente- del gusto de Franco, es de suponer que sus redactores metamorfosearon hábilmente.
En su obra España en la economía mundial (2016), Jordi Maluquer sostiene que “el periodo 1960-1975 registra una expansión muy intensa que conlleva la mayor elevación de la participación en el PIB de Europa Occidental” y añade que “ la media de crecimiento del PIB español en el último tercio del siglo XX duplicó la media mundial”.
Viene al caso recurrir a estas informaciones históricas, para poner en su sitio las hazañas económicas del socialismo español del siglo XXI, cuyos responsables -Zapatero & Sánchez- han colocado a España es una posición de retraso económico relativo aún mayor que el que justificó el citado Plan de Estabilización.
España en manos socialistas -del siglo XXI, no del XX- no ha hecho sino retroceder en términos relativos y estancarse en términos absolutos en renta per cápita. Desde la Guerra Civil, no había existido un solo episodio de retraso, salvo el protagonizado por el dúo Zapatero & Sánchez. En sus once años de gobierno -solo interrumpidos por el crecimiento cosechado por Rajoy- han paralizado la economía española, aumentado el desempleo y la deuda pública hasta límites nunca conocidos.
Aunque han sido años de crisis internacionales -financiera, pandemia, Ucrania-, los datos comparativos con los demás países desarrollados que también las han sufrido, son demoledores para España. Se dan pues todas las circunstancias para abordar una Agenda para la Recuperación del Crecimiento Potencial de la Economía Española.
Mucho y felizmente han cambiado las cosas desde entonces -hasta la llegada del socialismo del siglo XXI- pero, como siempre ha ocurrido en la economía, la mejor manera de impulsarla no es otra que liberalizarla. En el caso español, cada vez que se han aplicado recetas liberales: el citado Plan de Estabilización, la entrada en el Mercado Común, la participación en el sistema monetario del Euro, los resultados fueron espléndidos para la economía y el empleo.
Tres planos determinantes
¿Y que recetas habría que aplicar ahora para salir del naufragio socialista? Veamos los tres planos determinantes de nuestra prosperidad presente y futura: el crecimiento de la renta, la creación de puestos de trabajo y unas saneadas cuentas públicas.
La riqueza la generan los empresarios con cuyas actividades económicas se crean puestos de trabajo y se pagan los impuestos. Es evidentemente lógico, además de empíricamente contrastado, que con cuánta más libertad disfruten, mayor actividad económica y empleo generarán.
Para que la creatividad empresarial pueda desarrollarse plenamente, es esencial que la entrada y salida de los mercados sea libre, lo que favorece el despliegue de la innovación que constituye el alma del crecimiento económico. En España, las normativas administrativas y los intereses creados abundan por doquier, por lo que sería imprescindible crear una poderosa, modesta en gasto y ambiciosa en resultados, oficina que velara por la liberación de obstáculos al desempeño de la función empresarial. Entre sus funciones debieran estar la liberación de impedimentos a la unidad de mercado y la prohibición estricta de cualquier cartelización -incluidos los convenios colectivos sectoriales y territoriales- de los mercados.
La proliferación normativa, está probado por el Banco de España, no solo limita la natalidad empresarial sino también el tamaño de las empresas; que está asociado a su nivel de productividad -es decir, salarial-, y su capacidad de innovación y exportación. Países ricos con trayectorias de éxito incuestionables como EEUU y Reino Unido, aun siendo menos productivos normativamente que España, hace tiempo que llevan practicando la norma: “Two out & one in”; es decir, para aprobar una nueva norma hay que eliminar antes otras dos.
La legislación laboral española es extremadamente disfuncional con la creación de empleo, como ponen de manifiesto dos datos desoladores
La legislación laboral española, una insólita y extraña mezcla de fascismo italiano y socialismo español, es extremadamente disfuncional con la creación de empleo, como ponen de manifiesto dos datos desoladores: nuestra tasa de empleo -% de trabajadores entre los que están en edad de trabajar- está a la cola de los países desarrollados y la tasa de desempleo duplica la de los demás.
La libertad sindical no llegó a producirse nunca en la España democrática, enseguida fue sustituida por un duopolio sindical financiado por el Estado protegido, además, por la mano alzada en la toma de decisiones en vez de en el civilizado voto secreto que odian, con un poder omnímodo que no cesa de crecer al tiempo que su representatividad es mínima y apenas alojada en el función pública y los convenios sectoriales. Sin un mercado moderno de trabajo -tipo Dinamarca, Holanda, etc, países sin desempleo- España está condenada a perder sistemáticamente un 10% anual de creación de riqueza. Y todo por dar gusto y grandes beneficios a unos enormes e ilegítimos aparatos sindicales únicos en sus especie.
La educación, principal habilitadora del trabajo mejor remunerado ha sido condenada por un gobierno que precisa súbditos dependientes incapaces de buscarse la vida por sí mismos; es decir, a gente mal educada que les vote. El regreso al esfuerzo, la responsabilidad, el trabajo duro y bien hecho, la meritocracia, la autoridad del profesor deben regresar a las aulas a toda velocidad para restituir toda nuestra potencialidad de crecimiento.
Un gasto público austero, unas cuentas públicas saneadas, un aparato del Estado eficiente de dimensión reducida, una reducción masiva de subvenciones mayormente clientelistas, la expansión de servicios públicos provistos por empresas privadas -justamente lo que hizo Suecia para sobrevivir a su dramática crisis de los años noventa- es una agenda imprescindible para que el llamado Estado de Bienestar pueda seguir existiendo. El presupuesto base cero debiera estar implantado en todas las administraciones públicas sin excusa posible, al menos una vez en cada legislatura.
Derrota electoral imprescindible
Es evidente que todo lo dicho, solo puede plantearse a partir de una derrota electoral del gobierno más sectario y destructivo -uno de sus fundadores acaba de decir que "hemos vuelto a las puñaladas”- de nuestra historia reciente y también de Europa, quizá con la excepción de la Grecia intervenida.
Como perspicazmente escribió el sabio Julián Marías al comienzo de nuestra Transición política, “España -sigue- en nuestras manos”, las de una sociedad abierta que siempre ha demostrado una gran capacidad de reacción, con el consecuente éxito económico y social, cuando liberada de los múltiples atenazamientos de su libertad pudo desplegar su enorme potencialidad, aún viva, y capaz de reintegrarnos entre los países de referencia tras el lamentable regreso al pasado protagonizado por Zapatero & Sánchez.
El estancamiento y limitaciones que asolaban la economía española de los años 50 del pasado siglo -con otras características y dimensiones- que dieron lugar al Plan de Estabilización de 1959, vuelven a estar presentes en nuestro país. No hay tiempo que perder en el análisis de la situación y los remedios a aplicar tan pronto sea posible.
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