Sangre, tiros en la nuca, bombas, muertos. Una banda terrorista que asesinó a 829 personas y que dejó a más de 3000 heridos en España -sólo De Juana Chaos, por cierto, ya en libertad, mató a 25 de estas personas; él solito-. Todo esto ¿qué tiene que ver con el conflicto catalán o con los independentistas en Cataluña? Si hubiese sido víctima de ETA esto me parecería un insulto, un menoscabo de nuestro dolor y sufrimiento, pero soy catalana -por ahora no independentista- y a mis hijos sí les puedo explicar algo -cuando tengan uso de razón, aunque con tres añitos tienen mucho más que muchos de nuestros políticos-; por suerte les podré explicar que ETA, fue, sí , sí, una banda terrorista sanguinaria que nació con la dictadura de Franco y que utilizaba la violencia para conseguir la independencia del País Vasco. Y que tras 60 años sin conseguir su objetivo independentista dejó de matar en 2011, se desarmó en 2017 y su esperada disolución se producía en mayo del año pasado.
Por lo tanto, me parece una auténtica barbaridad y un auténtico despropósito que un líder político, en este caso del PP, como es el joven Pablo Casado -buen doble de Aznar- haya hecho una comparativa de tal calibre. Ahora bien, si quería ser el protagonista del día lo ha conseguido con matrícula de honor. Si quería crispar los ánimos lo ha conseguido comparando lo que es un conflicto político en el que todos tienen responsabilidad -Casado también- con un conflicto armado.
¿Pretende alguien que el fracaso de los partidos de derechas, izquierdas e independentistas se arregle con la sentencia del juicio que empieza el 12 de febrero?
El común denominador, eso sí, para poner fin al actual sería el mismo que en su día sirvió para poner fin a ETA: el diálogo. Pero por ahora parece que ni PP, ni Cs, ni Vox estén por la labor. Sí que están, no obstante, para caldear o incendiar el ambiente, para hacer llamamientos de protesta como el que hacen para este domingo bajo el lema “Por una España Unida, Elecciones Ya”, que podría estar muy bien si se unieran en aras de aportar soluciones, pero no nos engañemos, lo único que les une son las ansias de capitalizar el poder. En este caso no mienten, por eso piden elecciones y algunos se atreven a decir en nombre de todos los españoles que “estamos cansados y queremos votar”. No. Por lo menos algunos no queremos vivir permanentemente votando sin que nada cambie, sin que nada mejore. Votar cada dos años, como nos ha tocado por aquí en Cataluña, produce un cierto hartazgo; cansa vivir de campaña electoral en campaña electoral, divisando como único panorama el del inmovilismo de los gobiernos locales, autonómicos, estatal y sin que ni unos ni otros, ni los que gobiernan ni los que están en la oposición, aporten ninguna solución a nada. Sólo existe una vía posible de solución y es hablar y entenderse. Dialogar hasta que las palabras se agoten y demostrar que la política sirve para algo. ¿O pretende alguien que el fracaso político monumental de España -de todos los partidos, los de derechas, izquierdas, independentistas- se arregle con la sentencia del juicio que empieza el próximo 12 de febrero?