Ver el mensaje institucional de Carles Puigdemont y compararlo con el de Su Majestad el Rey Don Felipe VI sería totalmente equivocado. El monarca hizo un discurso de Estado, apelando a la ley y al sentido común; el presidente de la Generalitat, además de empecinarse en negar la mayor, acabó pidiendo una mediación, la que fuera. Hay desesperación en Palau. Y una agenda oculta que no explican a nadie.
Tomar el Parlament
Esperar que, a estas alturas del baile, los secesionistas digan una sola verdad es pecar de ingenuos de algo peor. El cacareado proceso se ha caracterizado por un aluvión constante de mentiras y más mentiras. Algunas han sido para consumo propio de los que siguen este despropósito como quien va a ver cómo se licua la sangre de un santo; otras, para ver si convencen a alguien que no sea un iluso, un podemita o un subvencionado; las más, quizás las peores, las dirigidas a ocultar la durísima realidad que vivimos los catalanes de a pie, la mayoría, que vivimos interesados en cosas como el trabajo, la sanidad, la educación, el bienestar o la economía, lejos de tanta fanfarria patriotera y tanta consigna proto fascista.
Puigdemont finge –muy mal, pero lo intenta– que todo es pacífico, que no hay violencia por parte de los nacionalistas, que defiende la democracia y la libertad, que está contra la violencia policial, contra la violencia del estado, contra la violencia de todos los que se oponen a su idea de Cataluña. Miente con una desfachatez total cuando afirma que el referéndum del domingo es un mandato que el pueblo le encarga, un mandato más, cuenten ustedes cuántos van porque yo ya he perdido la cuenta, y concluye diciendo que, atendiendo a eso, va a dar los pasos que procedan. Pero como los dirigentes procesistas son, en el fondo y en la forma, unos cobardes rematados que temen más por su patrimonio que por su honra, se cuida muy mucho en añadir que, si alguien quiere mediar, estupendo.
Como los dirigentes procesistas son, en el fondo y en la forma, unos cobardes rematados que temen más por su patrimonio que por su honra, Puigdemont se cuida muy mucho en añadir que, si alguien quiere mediar, estupendo"
Su conseller Jordi Turull ha sido más sincero al decir que al mundo no le interesan los resultados del domingo. En eso hay que darle la razón. Nadie medianamente en su juicio puede tener en cuenta una consulta ilegal, convocada desde la conculcación de todas las leyes españolas y catalanas, incluido el Estatut, que ha carecido del menor requisito exigible en tales asuntos: ni censo, ni comisión electoral, ni interventores de todos los partidos, ni nada de nada. Claro que a Turull y a este ejército de Pancho Villa poco o nada les inquietan las urnas. Toda la milonga del derecho a decidir, que el propio ideólogo del tema, el profesor Agustí Colominas, reconoció que era una chorrada, no ha sido más que la excusa para proclamar la DUI cobijándose en la manta apolillada de la voluntad popular que, en este caso, ni ha sido popular ni ha sido legal.
Por mentir, han mentido incluso a su electorado. En el programa de Junts pel Sí se daba por bueno el otro butifarréndum, el del 9N, el de Mas, emplazándose en proclamar la república catalana en dieciocho meses. La fecha les caducó hace tiempo, como aquellos yogures que miramos con sospecha antes de comerlos, pero a ellos les da igual y a los suyos, aún menos. Todo lo que ha pasado no ha sido más que un dilatar y dilatar el momento de la decisión final. Como carecen de lo que hay que tener para proclamar la DUI en sede parlamentaria –recordemos que tanto Artur Mas en su momento como ahora Puigdemont tienen mayoría en diputados– han organizado todo este embrollo. Pero, aún así, todavía dicen que están por el diálogo.
Esa es la mentira más grande de todas. Que sean personas sin el menor rasgo de valor ni de coraje no significa que no se sientan unos férreos partidarios de la independencia. Por eso no explican jamás cuáles van a ser sus pasos, por eso siempre tienen un as escondido en la manga, una nueva reivindicación, un nuevo agravio inventado. Ahora se han aferrado como a un clavo ardiendo al mantra de la represión policial y, cuando se ha demostrado que la abuelita que llevaba en andas la policía se hacía fotos con el terrorista Arnaldo Otegui, que la foto del niño ensangrentado era de hace años en otro lugar, que la chica de los cinco dedos rotos mentía como una bellaca o que incluso el eurodiputado Ramón Tremosa, de JxSí, colgaba fotos de brutalidad policial tomadas en otros países, ni se han inmutado.
Hay muchas personas que opinan que todo esto pasa debido a la presión que recibe Puigdemont por parte de las CUP. No lo crean. Este caballero tiene la suficiente falta de sentido común como para pensar las barbaridades más extravagantes, peregrinas y peligrosas él solito. Y si le auxilian los adláteres que lleva habitualmente a su lado, lo extraño es que aún no haya declarado la guerra a España, Francia y Estados Unidos con amenaza de invasión incluida.
El último conejo de la chistera que ha sacado es el de la mediación de la Iglesia. Todo vale con tal de marear la perdiz y hacer que el foco se desplace en el escenario para que el público no se dé cuenta del truco"
El último conejo de la chistera que ha sacado es el de la mediación de la Iglesia. La Iglesia, la que combaten los cupaires, su bestia negra, esa Iglesia que pretenden convertir en centros de okupas, como ya propusieron con la catedral de Barcelona ante la estupefacción de propios y extraños. En fin. Todo vale con tal de marear la perdiz y hacer que el foco se desplace en el escenario para que el público no se dé cuenta del truco. Un viejo ardid de prestidigitador que ya no vale, porque la agenda oculta del secesionismo es ésta. No incluye ni mediadores, ni negociaciones ni nada que no sea la culminación del golpe de Estado que se vive en Cataluña y que el gobierno español no ha sabido atajar hasta ahora.
Un Maidan a la catalana
La plaza Maidan, en Kiev, es el símbolo de la independencia para los ucranianos. En ella se han vivido los acontecimientos más importantes desde el fin de la URSS y es un emblema para muchos independentistas de toda Europa. También para los catalanes. No es extraño que ese nombre sea el elegido por los cerebros de la insurrección catalana para definir los actos que han de tener lugar a partir del pleno del próximo lunes en el Parlament catalán.
Con el ambiente previamente calentado por las manifestaciones que, previsiblemente, tendrán lugar este fin de semana, el lunes Puigdemont se dirigiría a la cámara con el viejo sonsonete de la voluntad popular, el resultado del referéndum –ahí ya podemos dar por bueno que votó más del cien por cien y que habrá ganado la independencia por abrumadora y falsa mayoría– para finalizar el exordio con la necesidad histórica de proclamar la república catalana.
Como la oposición se negará en redondo –bueno, con el PSC, Catalunya Sí que es Pot, Comunes y Podemos nunca se sabe, pero esperemos que esa mañana tengan el modo lucidez en marcha-, la sesión puede interrumpirse, pueden marcharse de sus escaños, puede ser lo que sea, pero la república se declarará. A partir de ahí, esas masas enfervorizadas procesistas que tanto miedo dan tomarán los alrededores del Parlament impidiendo salir a los diputados opositores y entrar a la fuerza pública. Acampando en el Parque de la Ciudadela, muy a propósito para este tipo de operaciones, pueden controlar el perímetro con suma facilidad. Cabe suponer que los Mossos ayudarán a esa pueblo cívico y pacífico que destroza vehículos de la Guardia Civil con lo que ya tienen ustedes, además de grupos de provocadores y antisistemas –si, los que vinieron para el pasado 1-O y que aún no se han marchado– el apoyo de una fuerza armada.
La sesión puede interrumpirse, pueden marcharse de sus escaños, puede ser lo que sea, pero la república se declarará"
A partir de ahí, del fait accompli, esperan negociar desde una posición de mayor fuerza con un gobierno a la que le tiemblan las piernas cada vez más. Quizás ahora entiendan ustedes mejor la machacona insistencia en que los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado abandonen las tierras catalanas por parte de los procesistas. Todo eso bien podría suceder tal y como se lo describo, porque figura en esa hoja de ruta que nunca han enseñado, como también figura la toma de control por parte de Mossos y elementos civiles de infraestructuras de vital importancia estratégica como el aeropuerto del Prat, el puerto de Barcelona, la Zona Franca o las estaciones ferroviarias de Barcelona Sants y de Francia.
También podría pasar que la propuesta de mediación cuaje y se detenga esa sinrazón. O que el Estado se harte y aplique el 155 de la Constitución. Pasará lo que Dios quiera. Pero tengan ustedes una cosa clara: si algo nos enseña la historia, si algo debemos aprender de todo este drama social, es que a personajes así jamás les contentarás por más que pactes, otorgues o concedas. Tienen una agenda oculta y son capaces de aplazarla o camuflarla, pero es la que es.
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