Fue durante años el triángulo de oro del PP madrileño. Desde hace casi veinte años, los populares de Esperanza Aguirre, pero también los de Alberto Ruiz Gallardón, han vivido a cuerpo de rey atrincherados en los consejos de Telemadrid, el Canal de Isabell II y, obviamente, Caja Madrid, hoy Bankia. Sillones, algunos de ellos, que hoy cercan a Esperanza Aguirre. La corrupción ha ido dejando a la lideresa sin clavos a los que asirse. Púnica, Lezo… Operaciones que van dejando ya una cuantitativa riada de cadáveres alrededor de la ‘dama de hierro’. Francisco Granados, Bartolomé González, Ignacio González. Tres manos derechas que dejan a Aguirre en una situación insostenible. Convertida por los amaños, chanchullos, comisiones y cuentas en paraísos fiscales de sus más estrechos colabores en el López Vázquez de la angustiosa película ‘La cabina’. Y el oxígeno dentro del cubículo se sigue acabando.
Cierto es que no hay papel alguno (todavía, diría un malpensado), de esos dignos de portada, en el que aparezca el nombre de Esperanza Aguirre ligado a un caso de corrupción. Tan cierto como que el personal ya no se traga la tesis de la mujer florero de Ana Mato o la propia infanta Cristina para sonrojarse ante el Jaguar o los millonarios contratos de la trama Noos. No le digas a tu mano derecha lo que hagas con la izquierda, dice el refranero. Y Aguirre ha ejercido de primer estratega en operaciones políticas con Granados y González, manos diestras que han acabado convertidas en siniestras. El primer asaltó se inició en Caja Madrid. Hasta la semana pasada, el gran vértice de la putrefacción del triángulo de oro del PP madrileño.
Aguirre se ha convertido por los amaños de sus más estrechos colabores en el López Vázquez de la angustiosa película ‘La cabina’
En aquellos días de derrota del clan Aguirre tras el Congreso del PP de Valencia, González se impacientó, y dicen que le dijo a la presidenta que quería dejarlo, que eran ya muchos años en la trinchera y había llegado el momento de preocuparse por el futuro de los suyos haciendo algún dinero, y que para eso ningún sitio mejor que Caja Madrid. En la planta 23 de una de las torres inclinadas de KIO, cherchez los Albertos y el caso Urbanor, residía Miguel Blesa, un señor que, desde que el dedo omnipotente de Aznar le colocara en el cargo, llevaba ya 12 años al frente de la cosa. Don Miguel tampoco era un experto en hacer amigos. En la Real Casa de Correos todo el problema consistía en esos días de 2008 en quitar a uno para poner a otro. Y como con la Ley de Cajas madrileña en vigor los asaltantes (Aguirre y González, al frente) tenían escasas posibilidades de éxito, deciden cambiar la Ley y listo. Asunto concluido. Podrían haber apelado, siquiera por guardar las formas, a las dificultades por las que atraviesa la Caja, metida en charcos inmobiliarios varios, pero no lo hacen tal vez intuyendo que por esa vía sería necesario jubilar al 95% de los capos de Cajas y Bancos. Lo sorprendente es que Aguirre compró ese planteamiento, tan escasamente liberal, tan malo en lo ético como en lo estético, como si relevar al presidente de Caja Madrid fuese tan sencillo como cambiar al consejero de Deportes de la Comunidad. Y Nacho González comenzó a actuar como sabe, como la Acorazada Brunete, moviendo a su antojo los peones de la Comunidad en los órganos de Gobierno de la entidad. Por las bravas. Muy lejos de las formas con que Aznar desalojó a Jaime Terceiro de la Plaza de Calenque.
La red estaba tejida para el desembarco de González en la caja madrileña. Su hermano Pablo era director de Inversiones en Energía, Tecnología e Infraestructuras de Bankia y miembro de varios consejos de administración, en algunos de ellos en representación de la entidad, durante el asalto. Su cuñada Carmen Cavero fue consejera de Bankia (en situación actual de imputada) y de su filial para participaciones industriales Caja Madrid Cibeles y socia de Subastas Segre. Mayte Jiménez, esposa de Salvador Victoria, el sustituto de González al frente del Canal de Isabel II, fue nombrada consejera de Caja Madrid Pensiones, empresa participada por Bankia, el 9 de junio de 2009. Todo estaba preparado para que González tomase posesión del despacho de la marca del oso entre oropeles y servidumbres. Pero ganó el otro frente, que contó con el beneplácito de Rajoy. Llegó Rato y empezó a tomar decisiones. Pablo, el hermano de Nacho, salió de la entidad con cajas destempladas tras un ruidoso enfrentamiento interno con el ‘genio’ del milagro económico del gobierno Aznar. Caja Madrid, ahora Bankia, estaba ya condenada por aquella pelea interna del PP. “Quién sabe si González (Nacho) no hubiera llevada a la entidad a un agujero negro mayor que el de Rato”, sostenía estos días un banquero tras conocerse la detención del ex presidente de la Comunidad de Madrid.
Aguirre ha ejercido de primer estratega en operaciones políticas con Granados y González, manos diestras que han acabado convertidas en siniestras
Para apoyar la tesis, solo hace falta tirar de hemeroteca. Francisco Granados asegura en una conversación telefónica con un periodista que Ignacio González conocía perfectamente el funcionamiento de las tarjetas black en Caja Madrid. “Sabía los sueldos de todo el mundo, cómo era el sistema de remuneración, porque como presidente in pectore, tenía negociado todo”, asegura Granados en esta conversación telefónica interceptada por la UCO, la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil. En esta conversación, que dura más de 30 minutos, Granados insiste en que Nacho González “auditó la caja de arriba abajo, se reunió con todos los Consejeros y negoció con ellos los sueldos de cada uno”.
En concreto, el que fue número dos de Esperanza Aguirre, acusa a Pablo Abejas, el exdirector general de Economía de la Comunidad de Madrid como uno de los más “escandalosos en el uso de estas tarjetas”. Según Granados, “la persona para negociar todo en la caja era Abejas (Abejón le llama), los puestos para uno y para otro y cuanto se llevaban “El Abejón y el José Ricardo”. “Cuando Nacho quiso ser presidente de Caja Madrid, continua Granados, Pablo Abejas fue el hombre que negoció todo con los sindicatos y partidos en nombre de Nacho”.
Fracasada la operación Bankia, y una vez estallada la burbuja inmobiliaria, y secados los pozos de obra pública, y en espera de dar la bienvenida a míster Adelson con su Eurovegas, el Canal de Isabel II se mostraba como el bussines plan más rentable. La imposibilidad de privatizarlo mediante su venta directa a capitales privados por incomparecencia de compradores dispuestos a pagar el precio estimado por la tasación realizada por BBVA, Rothschild, KPMG, Tinsa, American Appraisal y el despacho de abogados Cuatrecases, fue el primer contratiempo importante del tándem Aguirre-González. Entonces se abrieron otras vías. En 2008, la Asamblea de Madrid aprobó la Ley de Medidas Fiscales y Administrativas que abría la posibilidad de la creación de una sociedad anónima responsable de la gestión del ciclo integral del agua en la Comunidad de Madrid, Canal de Isabel II Gestión, S.A. Empresa (49% con inversores privados) que empezó a operar el 1 de julio de 2012, tras ser aprobada su constitución por el Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid.
Las alfombras, por lo que estamos conociendo tras el inicio de la Operación lezo, llevaban ya tiempo acumulando irregularidades en la empresa madrileña de aguas alrededor de la familia González. Sirva como ejemplo la operación del campo de golf en las instalaciones del Canal en Chamberí en manos del hermanísimo Pablo y su cuñado (José Juan Caballero, marido de Isabel Gema González), a través de la sociedad Tecnoconcret. Con ellos aparecen en escena todo tipo de maniobras sobre bienes del Canal. Pero también resultan extraños los millonarios contratos de publicidad con Carat –vinculada a Miguel Ángel Rodríguez- o que la selección de personal se encomiende a una socia de la esposa de González en Subastas Segre, Cecilia Domeq, a través de Magallanes Consultores de Dirección.
Las alfombras, por lo que estamos conociendo tras el inicio de la Operación lezo, llevaban ya tiempo acumulando irregularidades en la empresa madrileña de aguas alrededor de la familia González
Más grave. Álvaro de Ulloa y Suelves –marqués de Castro Serna y uno de los pocos ex consejeros de Bankia que no ha sido, hasta ahora, imputado- fue repescado tras dejar la entidad financiera como director gerente del ente público Canal de Isabel II por Ignacio González. Anteriormente ocupó distintos cargos en Banco de Extremadura, Banca Garriga Nogués y en Banco de Madrid. Fue consejero y director general de la Sociedad de Crédito Hipotecario Mutual. Álvaro Ulloa es amigo de otro noble, el conde de Murillo, o sea Fernando Ramírez de Haro, marido de Aguirre, quien actúo como testigo de la boda de Ulloa con su primera mujer, Ángela María de Solís-Beaumont y Téllez-Girón, duquesa de Arcos.
Además para encargar informes ¿en quién confiar?: en empresas donde haya alguien de la familia. El estudio de la viabilidad jurídica del Plan B privatizador –una vez el mercado quedó seco sin compradores de agua-, ergo la empresa Canal Isabel II Gestión, se encargó a Cuatrecasas, casa de la cuñada Pilar Cavero, tras una minuta de un millón de euros.
Las hojas de las tropelías en la empresa de aguas madrileña parecen ocultar un bosque de mayor espesor: el de una posible financiación irregular del PP madrileño. En el auto de prisión, conocido en la madrugada del pasado viernes, el juez Eloy Velasco le atribuye a Ignacio González el haber exigido a la Agencia Informática de la Comunidad de Madrid (ICM) un millón de euros para "sanear las cuentas del PP de Madrid". El magistrado enmarca este hecho en la presunta financiación irregular del partido que capitaneó durante años Esperanza Aguirre y que constituye una de las líneas de investigación abiertas en la operación Lezo.
El proceso lo seguirá viendo Aguirre desde su sillón en el Ayuntamiento de Madrid. “Allí sí que me estoy divirtiendo mucho”, asegura con ese brillo malicioso en la sonrisa de quien disfrutaba de las meteduras de pata variadas de la alcaldesa Manuel Carmena. Su estilo de gestionar, incluso su ideología, queda reflejada en aquella frase que decía a sus amigos cuando empezaron a surgir las primeras sospechas de corrupción en la Comunidad de Madrid: “Y dime, Fulano, ¿tú crees que Granados es un corrupto…?”. La lista ahora se incrementa con Ignacio González ante una Aguirre que sigue jugando al papel de sorda y ciega.
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