Tan felices como se las pintaban los separatistas con Sánchez y su mega gobierno chupi guay de Podemos, PNV, Bildu y ellos mismos y, ya ven, otra vez convocados a las urnas. Así no hay quien construya la república catalana. Porque esa convocatoria va a poner en primer plano cuestiones mucho más graves que las cuitas separatas. Ha sido un jarro de agua fría para los que esperaban del bachiller Sánchez un indulto, unos mimitos y hasta una negociación, sea la que fuese, que la cosa es mover el braserillo.
El panorama ha cambiado totalmente porque Sánchez espera, reza y desea que la aritmética emanada de estas próximas elecciones le dé para sumar con Ciudadanos, alejando de sí a ese “socio preferente” que han sido los morados. Y ese gobierno de centro izquierda, tan defendido por numerosísimos sectores de la sociedad, no admitiría en modo alguno la más mínima concesión a los separatistas, ni a los que están encarcelados a la espera de sentencia ni a los que ocupan impunemente despachos oficiales. Es decir, se les acabaría la broma.
¿Podría un gobierno de Sánchez apoyado por Rivera ejercer una potestas auctoritas como hasta ahora no se ha visto? Que Ciudadanos se lo exigiría, es indudable; que a Sánchez le da lo mismo ocho que ochenta con tal de seguir montado en el machito, también. De ahí la consternación reinante hoy en los pasillos del Palau de la Generalitat, con altos cargos, carguillos y carguetes pululando como almas en pena, musitando para sí “Ho tornarem a fer…fugir dins el maleter”, lo volveremos a hacer, huir en el maletero. Es lo que pasa cuando todo lo fías al azar, a la divina providencia, a las cábalas y a eso que decía Felipe González acerca de hipotecar futuribles.
El separatismo tiene un sólido programa para nacionalizar todos los aspectos de la vida catalana y a fe de Dios que lo han llevado a cabo de manera implacable, feroz incluso, siempre bajo la mirada de los sucesivos gobiernos que en Madrid preferían fingir que no pasaba nada. Pero ahí termina su estrategia, porque se limitaban a creerse determinantes en el Congreso de los Diputados, lo que no deja de ser un ironía cósmica. El separatismo catalán, para serlo y ejercer como tal, depende de lo que suceda en la capital de España.
Si para gobernar ha de aplicar el 155, lo hará, de la misma manera que haría todo lo contrario si le conviniese
Y si las mayorías que puedan configurarse a partir de las próximas generales dan una suma que los convierta en prescindibles, todo lo que tenían pensado se disolverá como un azucarillo, máxime si se toman de una vez las medidas oportunas para terminar con esta broma pesada que dura ya demasiados años. Ellos lo saben y lo saben perfectamente los socialistas partidario del indulto, los Iceta and company, que fundamentan su futuro en un tripartito con Esquerra y los podemitas. Insistimos, como al máster del universo Sánchez lo mismo le da que le da lo mismo, si para gobernar ha de aplicar el 155, lo hará, de la misma manera que haría todo lo contrario si le conviniese. Como dice el tango, todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor.
Olisqueando ese husmillo a chamusquina, Rufián decía en la última sesión de esta legislatura que los votantes estábamos hasta los bemoles. Él no, seguramente, que iba solo para ocupar el escaño 18 meses y lleva ya la tira de años. Quizás de ahí le duela ese ya no te ajunto de Pedrete, pero, ¡cuidado!, que Juan Carlos Girauta, uno de los cinco políticos más serios e imprescindibles con que cuenta España, aparecía en televisión para negar por activa y por pasiva un posible acuerdo con el PSOE. Dijo que la oferta de Rivera del otro día fue un ejercicio, y a así lo creemos, de responsabilidad para evitar la repetición de elecciones.
Será la leche ver con quien se ajunta Sánchez y con quien no se ajunta, aunque mucho más morboso será ver los que quieran ajuntarse o no con él. Como en el patio del cole, no te ajunto, que tienes piojos. Hala.
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