A diferencia del primer estado de alarma (14 de marzo a 20 de junio), con el segundo (9 de noviembre hasta el 9 de mayo del que viene), Sánchez reina, pero no gobierna. En la segunda etapa de alarma, el presidente soltó el bolígrafo y traspasó el (des)control de la gestión de la epidemia a las comunidades autónomas. El ministro Illa, acompañado del señor Simón, se han dedicado desde el verano a comentar los subidas o bajadas de la curva de contagios, con la excepción de Madrid donde impusieron un estado de alarma particular y a medida, antes del fin de semana de la fiesta nacional del 12 de octubre.
Los quince días extra, con dedicatoria para la presidenta de la Comunidad de Madrid, fueron una demostración de fuerza después de una visita a la Puerta del Sol (21 de septiembre) con la que el presidente del Gobierno trató de disimular lo que en realidad iba a hacer unos días después. Sánchez se saltó la solemne “cogobernanza” con Madrid, algo que no hubiera hecho con el País Vasco o Cataluña o con cualquiera de las comunidades de su partido y ni siquiera con otras del PP. En un caso equivalente al de Isabel Díaz Ayuso, no habría kilómetros para correr en España si un presidente del Partido Popular se hubiese comportado desde Moncloa con una presidenta autonómica de un partido de la izquierda. Sánchez se saltó su propia cuarentena para responder con arrogancia y superioridad a quien osó desafiar su reino de poder. No parece que el tiempo le vaya a dar la razón o réditos políticos y electorales en Madrid.
En este 2020 habrá gobernado con poderes extraordinarios de la alarma más de medio año, si se incluye el periodo de singular excepcionalidad que impuso a Madrid
Desde que expulsó a Rajoy con la moción de censura votada por su actuales aliados, populistas de extrema izquierda e independentistas anti-78, y el PNV de puntillero, Sánchez ha gobernado con 84 diputados, aprobando decretos de gasto, durante diez meses. Después en funciones (abril de 2019 a enero de 2020) hasta que fue investido tras dos elecciones en medio año. En este 2020 habrá gobernado con poderes extraordinarios de la alarma más de medio año, si se incluye el singular impuesto a Madrid. Para 2021 ya tiene los cinco primeros meses de poderes extraordinarios garantizados sin tener que someterse cada quince días a la molesta e incómoda votación, como en la primera ola de la pandemia.
La alarma le ha servido para desentenderse de la epidemia después de anunciar, sin coste político alguno, la derrota del virus. Mientras España, cuarteada en 17, hace frente a una pandemia global, con una crisis económica cuyas consecuencias están a la vuelta de la esquina de enero, el presidente tiene el poder de aparecer únicamente para anunciar “vacunas para todos” y estigmatizar al PP para evitar cualquier alternativa en 2023. Con los presupuestos generales hechos y listos para ser publicados en el BOE, Sánchez aprueba decretos e impulsa leyes bajo el paraguas de la alarma, con urgencia.
Malos presagios sobre la Corona
La ley de Educación contra la concertada y el castellano, eutanasia y suicidio asistido sin derecho a los cuidados paliativos y la reforma del Poder Judicial que se va a acometer a toda prisa y sin que se entere la Unión Europea. Por si faltaba algo, la presión a la Corona da señales de asfixia. La foto del Rey en un acto privado, entregando el Cervantes al poeta Margarit, en Barcelona, no augura nada bueno. Un mal presagio, ver al Rey haciendo su trabajo a escondidas, escuchando cómo el galardonado con el principal premio de las letras españolas recita en castellano y en catalán. Queda claro que el bilingüismo existe en Cataluña, pero a puerta cerrada y en privado. En público, y en Barcelona, no debe ser ya posible hacerlo ni delante del Rey de España ni en el patio de un colegio. El clima político que ha creado el actual Gobierno no se va a disipar cuando pase la pandemia porque ha venido para quedarse. El vicepresidente Iglesias no deja un solo cabo suelto, presiona y aprieta, mientras consigue lo que Sánchez le consiente por pura conveniencia. Feliz Navidad en estado de alarma.
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