Opinión

Alavedra, Prenafeta y "la nova dreta" independentista catalana

"La nova dreta" independentista catalana, es una derecha, con ribetes de extrema, formada por supuestos "pensadores" dispuestos a empujar el prusés hasta el barranco.

"Cuando acabas de leer estás líneas, no puedes dejar de preguntarte qué se ha hecho, qué ha pasado con nuestros grandes hombres, aquellos que han forjado para Cataluña una identidad universal definida desde la Cultura, escrita con C mayúscula". La frase pertenece a la contraportada del libro Macià Alavedra, Entre la vida i la política, las memorias del comisionista, travestido de político y empresario catalán, dictadas a Enric Vila y publicadas en 2007 por La esfera de los libros. ¿Qué ha pasado? La respuesta es sencilla: Que están todos en el banquillo, aunque, en un país de los llamados serios, aquellos de justicia independiente, donde deberían estar es en la cárcel, cumpliendo la pena correspondiente al universal latrocinio en que toda una generación, la que tras servir con gusto al franquismo se embarcó en la Transición para dar luz a la Cataluña autonómica emborrachada luego de independentismo, ha convertido la historia reciente de una de las regiones españolas más florecientes, si no la que más. 

En el banquillo se han sentado esta semana Maciá Alavedra, un primer espada de la política catalana entre 1977 y 1997; el ex secretario general de la Presidencia de la Generalidad (1980-1990), Lluís Prenafeta; el exdiputado socialista Luis Andrés García, y el exalcalde de Santa Coloma de Gramenet Bartomeu Muñoz, principales acusados en el juicio que por la trama Pretoria de corrupción urbanística tiene lugar en la Audiencia Nacional. En las fotos, y en discreta segunda fila, Gloria Torres y Phillip Mahan, los testaferros de Macià encargados de poner la pasta a buen recaudo en el exterior. He ahí un perfecto ejemplo de sociovergencia. El alcalde PSC de la muy popular y trabajadora Santa Coloma vivía en el Paseo de la Bonanova, una de las zonas más caras de Barcelona. Gauche divine caviar beluga. Fue Maragall, uno de los pocos hombres honrados que aquel tiempo y lugar, quien, antes de que el Altheimer hundiera sus recuerdos en la niebla, destapó en el Parlament el montaje del fabuloso negocio creado por Jordi Pujol a la sombra del árbol nacionalista con los pelotazos urbanísticos, las comisiones, el fraude fiscal, etc. El rey estaba desnudo y tal cual se hallaba la mayor parte de sus señorías, con CiU a la cabeza. Y Pasqual sin saberlo. Y un silencio sepulcral invadió las bancadas, solo roto por el gesto airado del astut Artur Mas, el heredero del patriarca Pujol, exigiendo explicaciones y amenazando venganza. Un Régimen de general latrocinio transversal había quedado al descubierto.

Alavedra y Prenafeta son los cardenales de esa Iglesia de corrupción en que ha terminado convertido el templo nacionalista fundado por el  pontífice Pujol. Hijo del poeta Joan Alavedra, secretario personal de toda la vida del gran Pau Casals, Macià se sintió pronto atraído por el resplandor de la política, en la que se inició a la sombra de Trias Fargas, los liberales que acabarían integrándose en CiU. Un pata negra convergente como diputado en el Congreso (dos veces), y en el Parlament (hasta cinco), además de, en etapas sucesivas, conceller de Gobernación, de Industria, y de Economía y Finanzas, su verdadera "especialidad". En 1996 fue él quien negoció con Aznar (pacto del Majestic), la cesión del 30% del IRPF a las Autonomías. Tras dejar aparcada la política, se convirtió en comisionista de operaciones varias, dispuesto a redondear, como un Rato cualquiera, una fortuna personal. El duro oficio de conseguidor, que acabaría llevándole ante los tribunales. Hoy está en el banquillo por haber hecho lo único que sabía hacer: tirar de sus antiguos contactos políticos para obtener recalificaciones con las que empresarios e inversores amigos se forraban, a cambio de una buena comisión para él y su amigo Prenafeta, dinero que ambos ocultaron a Hacienda y estabularon en Andorra, en Jersey, y en otras plazas de paralelo honor.

Tras el correspondiente pacto previo, Alavedra, 83 años, reconoció el jueves los hechos que le atribuye la Fiscalía Anticorrupción a cambio de evitar la entrada en la cárcel. La fiscal del caso, Ana Cuenca, que solicitaba seis años y diez meses de prisión, sustituirá esa petición en sus conclusiones finales por otra que no supere los dos años, previo abono, eso también, de una multa de 10,3 millones que el acusado hará efectiva sin pestañear. "Tanto en Badalona como en Sant Andreu de Llavaneras, creo que la comisión fue del 4%, que en este tipo de casos es una comisión habitual". Con dos narices. La confesión de Alavedra, sálvese quien pueda, deja solo ante el peligro a su conmilitón Prenafeta, que se enfrenta a seis años y diez meses de cárcel. Como es habitual en el código de honor siciliano, la omertá, Maciá exculpó el jueves a Artur Mas, quien "no intervino para nada" en ninguno de los pelotazos objeto del litigio, a pesar de las abundantes referencias al Astut que pueden escucharse en las conversaciones grabadas por la policía a la pareja de comisionistas.

Las fotos de la vista oral muestran a un Macià Alavedra avejentado, víctima abotargada de los estragos del tiempo, muy lejos de aquel simpático, brillante y bien relacionado dinamizador social en que llegó a convertirse, pleno de charme, eslabón de engarce entre CiU y la burguesía adinerada (los Puig, Suqué, Carulla, Vila Casas, etc.), que no había cena de tronío organizada por la buena sociedad barcelonesa que no lo tuviera por inevitable invitado. Más siniestro era su papel como "comisionista de Vía Veneto", el famoso restaurante barcelonés donde a los postres cobraba las mordidas y de paso colocaba los cuadros de su señora. Porque las finanzas de don Macià incluían también una cierta dosis de creatividad. Casado con la pintora Doris Malfeito, una mujer muy simpática también, sus cuadros no cotizan hoy en subasta pero antaño, en la época dorada de los ochenta y noventa, la gente con pasta se peleaba por tener obra suya colgada en el salón, con clientes tan poco ejemplares como Manuel Lao o John Rosillo (supuesto financiador de Macià y personaje propio de un guion de cine negro a lo Hammet, en busca y captura de la justicia española durante años) y una larga lista de empresarios siempre ansiosos por agradar al Régimen. Al de don Jordi, por supuesto. Escribir crónicas alambicadas sobre el sublime arte de la Malfeito se convirtió en todo un ejercicio de cintura periodística, como bien sabe gente como Antonio Franco, ex director de El Periódico.

Macià y su amiga de siempre

Nunca fue guapo, para qué negarlo ("los catalanes tenemos más proximidad genética con los franceses", dice el bello Junqueras), pero todo lo cubría Macià con su natural simpatía y el aura que irradiaba el poder vicario de su cercanía al jefe de la famiglia. En la mejor tradición de la burguesía catalana, tenía también una amiga fija, la ya citada Gloria Torres, igualmente imputada en el caso Pretoria, a la que involucró como fiduciaria de sus cuentas en Andorra y que el primer día del juicio –el único en el que ha aparecido por Sala-, llegó a un acuerdo con Anticorrupción. Al final, ha sido ella -una mujer "cañón" al viejo estilo, larga melena rubia bien cuidada, que en las fotos aparece sentada en segunda fila, detrás del alcalde de Santa Coloma- la que ha terminado por ponerle contra las cuerdas, aunque todos sospechan que, al revés, ha sido el deseo de no perjudicarla lo que ha llevado a Macià a pactar con la fiscal Cuenca.

Menor dimensión, más farragosa, más oscura, la de Lluis Prenafeta, un histórico del pujolismo, su conseguidor primigenio a quien Pujol y Marta Ferrusola acogieron bajo su protección y convirtieron en una especie de valet de chambre para toda clase de recados. Un hombre manchado, como era de prever, en todo tipo de cosas: dinero suyo, de los Pujol (protector de Jordi junior) y del partido. Un déspota venido a menos, hoy sin un duro, especie de caduco retablo dispuesto a tomar el sol en la solana de una fría tarde de marzo, pero en su tiempo un tipo con mucho poder como hombre de la absoluta confianza del amo, dispuesto a cubrirle hasta donde fuera menester, incluso en los líos amorosos, sólida tapadera ante cualquier Ferrusola. Jamás contó como eventual sucesor y aspirante a presidir CDC y la propia Generalidad de Cataluña, una posición que con ahínco intentaron copar tanto Miguel Roca como Durán i Lleida. Al revés: fue Prenafeta uno de los padres políticos de un Mas que había hecho sus pinitos como gestor de una de las empresas de la familia, la curtidora Tipel, que acabaría con delito ecológico y en la ruina tras un plan de expansión suicida. Tampoco Alavedra. Lleno de miedos, Macià es demasiado cobarde como para, con el caso Pretoria pendiente, mojarse en la deriva enloquecida hacia la independencia emprendida por CiU de los últimos años.

El caso Alavedra & Prenafeta como prototipo del maridaje entre empresarios y políticos que ha marcado la vida catalana desde la muerte de Franco. La farsa de un régimen en el que para hacer negoci era necesario pasar por caja. Había que "estar en la lista" de algunas de las Fundaciones de Convergencia. Perfecto trasunto del totum revolutum de un nacionalismo dispuesto a saltar desde la empresa a un cargo en la Administración pública cuando al saltador le venía en gana o le iban mal las cosas. Gente que no podía ser neutral, ni velar por el interés general. Senda a través de la cual se ha ido viciando el tejido emprendedor de antaño, para dar paso a una trama de tinte mafioso en la que era más rentable medrar que levantarse a las seis de la mañana para abrir fábrica u oficina. El caso Pretoria como esencia destilada del más siniestro pujolismo. Lo advirtió el propio capo a cara descubierta en TV3 (octubre de 2009) en respuesta a Maragall: "Si entrem aquí prendrem molt de mal, perquè jo tindré una resposta fácil" (…) "Jo també li podria dir: aquests van donar tant a tant; tots faríem una mica de ferum". Sicilia y sus temibles luparas.

La nueva derecha independentista catalana

Enric Vila, el autor de las memorias de Alavedra, escribía ayer en ElNacional.cat -el diario nacionalista radical que el locuaz Pepe Antich, ex director de La Vanguardia (LV), ha montado con la pasta que le ha puesto el Banco Sabadell-, un artículo titulado La guerra que està en marxa. Valga como botón de muestra esta cata ciega extraída de uno cualquiera de sus párrafos: "La única cosa que se interpone hoy entre Cataluña y la libertad es el trauma de los catalanes que han colaborado con la ocupación…" Una violencia extrema, inaudita, casi enloquecida. ¡Hay que acabar con los colaboracionistas del régimen de Vichy! Por su parte, el periodista de cámara de Prenafeta y su mano derecha ha sido y es el valenciano Vicent Sanchis, a quien el todopoderoso secretario general de la Presidencia de la Generalidad puso en 1990 al frente de El Observador, el diario nacionalista que debía acabar con la hegemonía del muy tibio, entonces, para el exquisito gusto nacionalista, LV. La aventura acabó en quiebra, de modo que CiU decidió entonces verter la pasta sobre el patio del Conde de Godó, que rápidamente puso LV rumbo a la Ítaca independentista.     

Sanchis acaba de ser nombrado director de TV3 en sustitución del "moderado" Jaume Peral, un gesto revelador de la decisión de CDC y su socio, ERC, de poner los medios de comunicación catalanes, casi todos subvencionados por la Generalitat, al servicio de la aventura indepe. Con TV3 como mascarón de proa. Ni Sanchis ni Vila escriben sobre la corrupción de las instituciones catalanas. ¿Qué es Pretoria? ¿Y qué, el caso Palau? Pujol… ¿quién es Pujol? Probablemente ni conozcan ahora a Alavedra y Prenafeta. Ambos forman parte de lo que se ha dado en llamar "La nova dreta" independentista catalana, una derecha, con ribetes de extrema, formada por supuestos "pensadores" dispuestos a empujar el prusés hasta el barranco, de la que forma parte también el citado Antich, Jordi Graupera, Xavier Sala Martin, Jordi Baste, Bernat Dedeu… hasta una docena, más o menos. Su eslogan es un canto a la razón kantiana: "Primer, la independencia, i deprés ja ho veurem”. Muy viajados, se declaran admiradores todos de la Alt-Right americana. Su motto: "Make Catalonia great again”. Su filosofía: nacionalista, clasista, racista y machista, además de misógina. El grupo se hace llamar "Ordre i Aventura”, como suena, denominación que despide un tufo a viejo fascio que apesta. Es la última fruta podrida que Convergencia regala al sufrido pueblo catalán y, por extensión, español. Mientras tanto, Mariano Rajoy se dispone a viajar el martes a Barcelona para, en el Palacio de Congresos de Cataluña, abrir la bolsa de los regalos ("Conectados al futuro") en forma de inversiones en infraestructuras. ¿Hay quien dé más por menos?

 

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