La militancia de un partido es su hinchada, es decir, sus seguidores más comprometidos, vehementes, apasionados, radicales, feroces y escasamente reflexivos. Una masa despareja que suele entrar en ebullición conforme se acerca la fecha del encuentro o de las urnas. Muy dados al berrido, a los aspavientos, incluso al insulto, esta gente de neuronas poco oreadas determina en muchas ocasiones algunas importantes decisiones de la presidencia. No ostentan cargos orgánicos ni manejan responsabilidades de gestión, pero sus voces se escuchan, atienden y hasta se obedecen. O sea, las bases y la 'torcida', por decirlo en brasileño, pintan más de lo que se piensa.
"Con Rivera, no", voceaban los cernícalos congregados frente a la balconada de Ferraz tras las elecciones del 28-A, para evidenciar su poca disposición a que Sánchez, estrecho vencedor de aquellos muy disputados comicios del 19, tuviera tentación alguna de intentar un acuerdo de gobierno con Ciudadanos. Así fue. Con Rivera, no y, sin embargo, unos años después, con Otegi, sí, ya que terminó pactando con Bildu, ERC y demás miembros de la pandilla Frankenstein.
Vuelve ahora a escucharse, aunque sin tanto estruendo y con mascarilla, esto es, en recintos cerrados, ese "con Rivera, no" rescatado de un negro esquinazo del pasado. El coro ha cambiado de bando. Las voces atruenan ahora por la derecha, donde la alargada sombra de quien fuera fundador, impulsor y líder de Ciudadanos agita las aguas de un PP en avanzado estado de felicidad merced a los insistentes mensajes que le remiten desde los institutos de opinión.
La reconstrucción de la 'casa común' de todas las derechas que en España han sido, es decir, una Ceda sin crucifijos, o sí, paso fundamental para encarar la ruta hacia la reconquista de la Moncloa
Ultima ya Pablo Casado los detalles de la Convención de octubre, cita germinal en la que se dará impulso a la reconstrucción de la 'casa común' de todas las derechas que en España han sido, es decir, una Ceda sin crucifijos, o sí, paso fundamental para encarar la ruta hacia la reconquista de la Moncloa. Hay planes, proyectos, propuestas, mucho dossier y mucho trabajo en los equipos pensantes de Génova para que este encuentro crucial, que tendrá a Valencia como escenario, para recargar aún más la saca de los símbolos, culmine en inevitable éxito. Teodoro García Egea, número dos de la formación, afina el montaje, perfila escenarios y redondea el guion. Todo trascendente y decisivo.
Y ahí entran los hooligans, que, ajenos a la delicada liturgia que andan diseñando los cerebrines tácticos del partido, sólo parecen preocuparse de si Albert Rivera asistirá o no a esta jamboree que se pretende decisiva, histórica y cenital. O sea, la anécdota convertida en eje protagónico y, por ende, en motivo de disputa. Cierto que el PP basa la principal línea argumental de su relanzamiento en engullir el voto de Ciudadanos, algo que está consiguiendo sin problemas mayores a decir de las encuestas. Ahora anda también en la fase de abducción de dirigentes anaranjados a sus filas, con Fran Hervías como principal muñidor del colosal empeño. De ahí que la aparición de Rivera en la ambiciosa mascletá valenciana pueda resultar decisiva en esta operación de zamparse hasta el último gajo de la naranja. Casado y Rivera se llevan bien, son de la misma generación, defienden principios comunes con argumentos muy dispares, colaboran ahora con cierta frecuencia, gastan estilos similares, pero el del PP viste mejor.
Rivera dedicó ímprobos esfuerzos adinamitar al PP, atacarle, insultarle, sacudirle a Rajoy con insistencia febril y, en suma, intentar hacerse con el bastón de mando del centroderecha
Sin embargo las bases, instigadas por algunos mandos intermedios, amen de algunos barones con mando en plaza, no están por la labor de admitir a Rivera entre sus filas. Ni siquiera como invitado sin derecho a frase. Recuerdan viejos agravios de quien consideran 'un trepa sin principios' que no debe abandonar la categoría de los apestados. Fue el líder de Ciudadanos, en efecto, quien improvisó una desafortunada rueda de prensa tras la sentencia la Gurtel, de la que ni siquiera informó a su Ejecutiva, para declamar, en tonos dramáticos y casi desgarradores, que 'hay un antes y después' de ese fallo judicial, y que el PP, partido corrupto y condenado, no podía permanecer ni un minuto más en el Gobierno. Luego, claro, vinieron la moción de censura y demás historias. Rivera dedicó ímprobos esfuerzos a dinamitar al PP, atacarlo, insultarlo, sacudirle a Rajoy con insistencia febril y, en suma, intentar hacerse con el cetro de la derecha, que era el principal objetivo. A siete escaños se quedó. Luego, sabido es, la hecatombe. También es justo recordarlo, el líder de Ciudadanos previó, antes que nadie, el sesgo despótico y facineroso del grupete instalado en la Moncloa, al que definió como 'una banda', entre el escándalo incluso de círculos conservadores. Se quedó corto, como se ha podido comprobar.
Somos más país de noes que de síes, de zancadillas más que de impulsos, de 'quieto parao' que de 'tira palante'
De modo que los cánticos de 'con Rivera no', que es muletilla que funciona en nuestra política donde toda corriente contraria a algo tiene su eco y hasta su éxito, han vuelto al debate nacional. Desde el 'no es no' de Sánchez, hasta el 'con este Iglesias, no', de Ángel Gabilondo, que debió luego envainarse y tragarse sin aparente esfuerzo, agitar el 'no' contra alguien o contra algo generalmente funciona. Somos más país de noes que de síes, de zancadillas que de impulsos, de 'quieto parao' que de 'tira palante'. No desvela la cúpula de los populares si al final la estrella invitada ha sido, en efecto, invitada, y camufla el debate con la profusión de nombres y más nombres de pensadores, creadores, filósofos, politólogos y diversa fauna de relumbrón que aportará lustre, nivel y titulares a la fiesta de la centralidad.
Recuperar el crédito
El problema es que a un mes de la jarana valenciana, el asunto Rivera acapara más atención y titulares de lo razonable. Cuestión que deberían meditar seriamente quienes alientan ahora bajo cuerda este debate absurdo. Es Sánchez quien ha de centrar toda la atención de los congregados a la Convención. Rivera es un señor que pasa por allí, que en su día creó de la nada un partido para combatir al separatismo y al socialismo catalán, con notable éxito, y ahora, si puede ayudar, lo hará. No deberían darse más cuartos al absurdo pregonero. Pero lo harán, ya se conoce el percal con el que algunos semovientes de la derecha afrontan estas historietas. Casado haría bien en atajar cuanto antes la tontería. Entre otras razones, porque el PP está en el momento decisivo de acertar con su camino, de dar al fin con la estrategia, de recuperar el crédito perdido.
Con Rivera sí o no, es lo de menos. Lo importante es 'con Sánchez, nunca, never, jamás'. A ver si se enteran.