No por casualidad, los romanos que entraban victoriosos de una batalla se hacían acompañar de un siervo que, entre vítores y aplausos, le iba recordando que sólo era un hombre: Memento mori, recuerda que morirás. Esa evocación de nuestra débil naturaleza en momentos de gloria es un verdadero gesto de inteligencia de una civilización que, en estas y otras cosas, era más progresista que la actual, y ustedes perdonarán que les traiga tan sobado vocablo por ilustres retrógrados de nuestra izquierda patria.
Quinto Septimio Tertuliano dejó escrito algo parecido, pero no igual: ¡Mira tras de ti! Recuerda que eres un hombre. Las sociedades modernas no conocen, y menos reconocen, la existencia de un esclavo o un siervo que cumpla la función que antaño desarrollaron. Habría que reconocer que, si hay algún atisbo de esa figura servil, pelotadelsíseñor, que diría el gran Víctor Márquez Reviriego, es en nuestros partidos políticos. Algunos y algunas conozco dispuestos a lo que sea con tal de que el jefe los mire bien y les guarde sitio en una lista. Cuando el pan que te llevas a la boca depende de la caprichosa voluntad de un hombre, surgen los siervos que no saben que lo son. O quizá lo sepan, y así van viviendo. Capaces siempre de decir aquello que el que manda espera escuchar.
Gobernar desde la soberbia
El recuerdo al ganador de que sólo era un hombre, nada más y nada menos, era una forma sutil de poner dique a una de las actitudes más inicuas de la condición humana, la soberbia. Cuando esta aparece, ciega a los hombres, pero especialmente a los gobernantes. Ahorro detalles sobre quién estoy pensando. España está hecha unos zorros, al parecer y según asegura Sánchez, gobernada por poderes ocultos en manos de señores que fuman habanos. ¿Cómo si n fuera el dueño del BOE y el real decreto!
El Gobierno que dice gobernarnos es el más insignificante de la democracia: ministros y ministras de medio pelo, desconocidos y a duras reconocibles cuando fueron alcaldes de su pueblo. El nivel es el que es, y me dirán que es el mismo que hay en otras partes. Y a eso yo digo que no. Al consejo de ministros están llegando gentes que cada mañana se pellizcan la cara frente al espejo mientras en voz alta van repitiéndose que son ministros, que son ministras. Y así es como estamos, sin gobierno, o con un gobierno muy pequeñito en manos de una de las formaciones más execrables del arco político español, el Bildu de Otegi, con el que hoy habla el partido de Sánchez. (Miren no, cuando llego a este punto no me sale escribir Partido Socialista Obrero Español. No, no puedo, que es la forma más educada de no escribir que no me da la gana).
La memoria democrática en manos de Bildu
No voy a recordar una vez más el daño que hace el gobierno permitiendo aprobar una ley sobre la memoria redactada al gusto de los herederos políticos de ETA. Pero qué razón tenía la madre del asesinado Joseba Pagazaurtundua: "Ya no me quedan dudas de que cerrarás más veces los ojos y dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre, llamando a las cosas por los nombres que no son. A tus pasos los llamarán valientes. ¡Qué solos se han quedado nuestros muertos!" Pilar Ruiz Albisu se dirigía así a Patxi López, hoy callado como tantos otros y calentando el escaño que le da de vivir. Las palabras de Albisu no han envejecido. Lamentablemente.
Sólo Sánchez, y digo bien, sólo Sánchez porque el partido como tal dejó de existir hace ya tiempo, sabe las razones por las que ha aceptado que una comisión estudie la vulneración de los derechos fundamentales hasta un año después de la victoria electoral de Felipe González. A eso, y cuando se cumplen 25 años del asesinato de Miguel Ángel Blanco -de que apareciera muerto, tiene dicho Otegi-, le llaman Ley de Memoria Democrática. ¿Cómo han llegado a esto? Sólo se me ocurre una palabra: degenerando. Cómo puede Sánchez soportar que después de tres elecciones democráticas se investiguen las violaciones graves de derechos cometido durante la Transición y el primer año de gobierno socialista.
Nadie hace sombra a Sánchez
Pero yo no quiero escribir más sobre este hombre, incapaz de recordar que es sólo un hombre. Y así es como hace que gobierna este país. Nadie le hace sombra. Manda como si fuera a mandar siempre. Ha hecho un partido a su imagen y semejanza, altivo, hueco. Por no ser ni siquiera es un partido dividido. Si lo fuera, ¿dónde, quienes son la otra parte? Silencio. Nadie. Nada. Polvo. Qué sienten eso dirigentes socialistas que amparados en el off the record de las sobremesas con periodistas se muestran tan ufanos y valientes; qué piensan cuando escuchan a esa señora de Bildu afirmar que "vamos a poner en jaque el relato de la Transición". Pocas veces el recurso a la paremia es tan oportuno: callan, luego otorgan.
El peligroso mundo de las encuestas favorables
Las encuestas todas, incluso la que publican los medios menos afectos al PP anuncian una catástrofe en el PSOE y un triunfo holgado de Alberto Núñez Feijóo el día que haya elecciones. No hay estudio, más o menos ponderado, que diga lo contrario. Incluso el inefable Tezanos agacha la cabeza ante la realidad demoscópica. Y sin embargo, qué bien haría el de la calle Génova en tener cerca a uno de los suyos que le recuerde que es sólo eso, un hombre, que depende de otros que están conformados de una condición tan caprichosa y cambiante como la suya. Las encuestas de hoy no tienen por qué ser las de mañana. Y el Sánchez de hoy seguramente no será el de mañana. "No sé qué Sánchez me voy a encontrar el viernes en la Moncloa", acaba de afirmar en Onda Cero Pere Aragonés, otro de los agraciados por este Gobierno.
No sé si Núñez Feijóo tiene prisa en llegar. Si lo que intuye que va a pasar es lo que se va a encontrar, sería mejor tomárselo con calma, aunque cuanto más tarde peor estará el país. Llegan tiempos complejos, recuerda la ministra Calviño, incapaz de decirnos la verdad. ¿Complejos? Si sólo fueran complejos, ¡dónde hay que firmar!
Hace ya mucho que no me explico el mundo desde las alternativas de la izquierda y la derecha. Mucho que escapé de ese perverso señuelo. Las personas, sus obras. Ahí me quedo, y desde ahí echo en falta a alguien serio, humilde, respetuoso y con dos ideas claras nada más. Que la primera sea la de no fracturar más este país de tan tristes historias que siempre acaban mal, que eso decía Gil de Biedma y eso seguiría diciendo hoy. La otra idea bastaría con que trabajara para que dejemos de preguntarnos de una vez qué somos y qué líneas no se han de traspasar cuando la política aspire a ocupar el terreno de la dignidad y la nobleza. Habría una tercera a modo de memento mori. Si esperas que te digan la verdad, empieza por no mentir. No más engaños. Basta de mentirosos.
Feijóo no necesitará leer concienzudos tratados de ciencia política. Lo tiene fácil, bastará con que haga exactamente lo contrario de este señor, que a esta hora se dispone a dibujar el estado de una Nación en la que no cree. Discutida y discutible, que dijo Zapatero, su mejor herencia y gran mentor.
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