Opinión

Albiol o la teoría de los fractales

Hay cosas que podrían parecer anecdóticas, como si fruto de una casualidad se tratase. Por ejemplo, que a alguien se le “ocurra” crear un relato con tintes de intriga y

Hay cosas que podrían parecer anecdóticas, como si fruto de una casualidad se tratase. Por ejemplo, que a alguien se le “ocurra” crear un relato con tintes de intriga y suspense, que acierte poniéndole un título tan atractivo como llamativo (usando piezas del telar del inconsciente colectivo) como podría ser Los papeles de Pandora, y tenga la “gran suerte” de contar con una gran campaña de publicidad que, si fuese mal pensado, hasta parecería estar coordinada y orquestada por algún poder político de relevancia…y, si fruto de todas estas “casualidades”, cae un alcalde, un buen alcalde, pues oye, aquí paz y después gloria…

Si le damos la vuelta a la secuencia, esto es, si vamos desde la destitución del alcalde Albiol hasta la orquestada campaña, vemos el enorme grado de intencionalidad e instrumentalización de lo público y de lo publicado, vemos cómo, lamentablemente, y por el poder del dinero, se difumina la frontera entre quien gobierna y quien debería controlarlo. Estamos ante una forma de hacer política que cada vez cuida menos las formas y se visibiliza como una mera lucha de poder sin contenido y, mucho menos, con esa vocación de servicio público y visión de comunidad que debería exigirse a cualquiera que quisiese medrar en política y, sobre todo, a todo aquel que ostentase un cargo público.

En realidad, tras la caída del Muro de Berlín y el uso declinante de los metarrelatos escatológicos, creo que supuso el triunfo de lo que Peter Sloterdijk llamó “razón cínica”. Parece que al descongelarse la Guerra Fría ha resurgido una forma descarnada y cínica de entender la política y el poder, esto afecta grave y directamente a la democracia como sistema y a los valores que la sustentan. Básicamente, la democracia como sistema de garantías frente a autoritarismos, totalitarismos y arbitrariedades varias, está siendo reducida a un mero instrumento con el que lograr alcanzar el poder por el poder, sin una visión de construcción y mejora de las sociedades, únicamente como vía para lograr llegar al poder y mantenerse el mayor tiempo posible. El paralelismo con lo que planteaba Aristóteles llega a asustar…detrás de supuestas opciones democráticas asoman largas sombras de tiranía.

Ya sea en Moncloa o ya sea en el Ayuntamiento de Badalona, se crea un relato y un clima de opinión para justificar algo que nada tiene que ver con la gobernabilidad o el bien común

Pero, una vez señalado en cierta forma el marco teórico, vamos al caso concreto, porque más allá del hecho, más allá de haber cercenado un buen programa para los badaloneses, resulta llamativo la sistematización de una forma de operar en política. Lo interesante es ver cómo se repite casi calcado de lo grande a lo pequeño, parecería que estuviésemos asistiendo a la encarnación de la “teoría de los fractales” (objeto geométrico que se repite en diferentes escalas) en la práctica política, es decir, ya sea en Moncloa o ya sea en el Ayuntamiento de Badalona, se crea un relato y un clima de opinión para justificar algo que nada tiene que ver con la gobernabilidad, el bien común o el progreso de la sociedad.

Esto nos debería alertar no solo por el hecho que se activen este tipo de operaciones, el problema radica en que se ha convertido en el modus operandi de la política, todo vale, cualquier socio es bueno siempre y cuando me aúpe al poder. Frankenstein asoma constantemente a nuestras vidas, el que no vea que la política se ha convertido en un juego descarnado de poder, estará compitiendo con una mano que él mismo se ha atado a la espalda; el que no entienda que estamos ante un juego estratégico de comunicación, estará jugando con unas reglas que el contrario no sigue; el que no dimensione la profundidad del problema y no ponga foco en él, difícilmente podrá vencer a quiénes hacen del populismo su motivo y su razón de ser.

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