Cuenta la leyenda que, en noviembre de 1885, cuando Alfonso XII, antes de cumplir sus 28 años, estaba ya enfermo de muerte en el Palacio de El Pardo, junto a su también joven mujer, la Reina Cristina de Habsburgo-Lorena, que iba a tener que hacerse cargo de la regencia en una Nación que llevaba apenas ocho años constituida como Monarquía Constitucional, le dijo aquello de “Cristina, de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas”. Esa misma leyenda añade que también le recomendó que se dejara de devaneos sentimentales.
Esa reina austriaca siguió el último consejo tan al pie de la letra que el pueblo de Madrid acabó llamándola “doña Virtudes”. Pero aún siguió mejor el otro que le dio Alfonso XII y eso merece que le prestemos alguna atención por lo que, además, puede enseñarnos para la vida política actual.
Alfonso XII, quizás por su prematura muerte, es poco conocido y apreciado por los españoles de hoy (para las víctimas de la Logse y para una mayoría de los políticos en activo es un total desconocido) y, sin embargo, su corta vida está llena de acontecimientos fundamentales para la Historia de España.
Con 17 años recién cumplidos, hizo público el llamado Manifiesto de Sandhurst en el que se ofrecía como monarca constitucional para que España saliera de las convulsiones pasadas
Para empezar hay que saber que, quizás, ha sido el monarca mejor formado y educado para las responsabilidades que tuvo que afrontar. Antes de cumplir los 11 años, en septiembre de 1868, se va al exilio en París con su madre, Isabel II. Allí fue alumno en el prestigioso y exigente Collège Stanislas, y allí fue donde vivió la abdicación de su madre en 1870, que le convirtió en jefe de la familia real a sus 12 años. Tras un corto paso por Ginebra, en 1872
lo encontramos en el Theresianum de Viena, un estricto establecimiento escolar que había fundado la Emperatriz María Teresa para educar a los miembros más capaces de la rigurosa y exigente nobleza austriaca. Después de dos años, marchó a Inglaterra para estudiar en la Real Academia Militar de Sandhurst.
Desde allí en diciembre de 1874, con 17 años recién cumplidos, hizo público el llamado Manifiesto de Sandhurst, parece que redactado por Cánovas pero hecho suyo por él, en el que se ofrecía como monarca constitucional para que España saliera de las convulsiones en que llevaba metida desde Gloriosa de septiembre de 1868.
Cuando Alfonso XII hizo público ese manifiesto, en Inglaterra el primer ministro era el conservador Disraeli, que venía de sustituir al liberal Gladstone, que, a su vez, había sustituido a Disraeli. De manera que en la Inglaterra de la Reina Victoria, en aquellos años en los que se convirtió, sin discusión, en la primera potencia mundial, triunfaba el turnismo, es decir, la alternancia en el poder de dos líderes excepcionales. Eso lo conocía Cánovas y lo estaba
viviendo en primera persona el joven príncipe, que, según todos los testimonios, no tenía un pelo de tonto. De ahí el espíritu de la Constitución de 1876, que funcionó aceptablemente bien cuando se dio ese turnismo entre Cánovas y Sagasta, dos políticos de primera categoría.
En la España de la Constitución de 1978, de una u otra forma,esa alternancia en el poder se ha dado entre el PSOE y el partidohegemónico del centro-derecha, UCD y PP
Doña María Cristina, mujer de excepcional cultura, se echó a sus espaldas la enorme responsabilidad que el destino le encomendó a la muerte de su marido, y a sus 27 años y embarazada de tres meses del que será el Rey Alfonso XIII, lo supo hacer muy bien, claro que le ayudó la categoría de aquellos dos políticos y la deportividad con que aceptaban esa alternancia, que históricamente ha demostrado que es un elemento clave para la estabilidad de las democracias.
Y no sólo de monarquías parlamentarias como la de la Reina Victoria, sino también de repúblicas como los Estados Unidos. En la España de la Constitución de 1978, de una u otra forma, esa alternancia en el poder se ha dado entre el PSOE y el partido hegemónico del centro-derecha, UCD y PP. Pero lo que ha faltado para que se diera en plenitud ese “turno pacífico” que aceptaron Cánovas y Sagasta y que aceptan republicanos y demócratas en Estados Unidos y laboristas y conservadores en el Reino Unido, ha sido la deportividad que todos ellos mantuvieron y mantienen.
Esto quiere decir que todo el que llega a la presidencia del Gobierno, desde el mismo día de su llegada, tiene que saber que en un plazo más o menos corto va a dejar de ser presidente y que no debe ni puede aferrarse al cargo cueste lo que cueste. Como también tiene que saber que el que lo va a sustituir quiere para su Patria lo mismo que él, que vaya cada vez mejor. De ahí que entre los líderes de los partidos siempre deba existir una cierta cordialidad. Claro, que eso es imposible cuando el que llega a la presidencia pretende aprovechar su estancia en La Moncloa, en vez de para mejorar su país, para imponer a los ciudadanos una determinada ideología, una determinada manera de pensar y de vivir.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación