El martes 7 de marzo, a eso de las seis de la tarde, “algo se rompió” en el Congreso entre los dos socios del Gobierno de coalición de izquierdas, PSOE y Podemos, ante la mirada atónita del resto del arco parlamentario. No lo digo yo, lo reconocen gentes de una y otra parte -más socialistas que morados, la verdad sea dicha- que ahora se afanan en plegar velas ante el desastre electoral que intuyen estar incubando. Todo, desde entonces, conduce a la divergencia antes que a la convergencia, y no es para menos.
Como escribió Javier Cercas del 23-F en su celebrado Anatomía de un instante, una mezcla de incredulidad e ira contenida recorrió en ese momento las filas del Grupo Socialista al oír bien clarito a su socia, la diputada de Podemos Lucía Muñoz, que son un “puñado de fascistas” (sic) que con su reforma de la Ley del solo sí es sí -ha dejado ya la friolera de 734 rebajas de condena y 76 excarcelaciones- solo buscan volver a “la cultura de la violación” (sic); que solo buscan volver al ”Código Penal de La Manada”, a ese clima de impunidad que durante los Sanfermines 2016 hizo posible la agresión sexual a una joven por varios homínidos, que no humanos, en un portal de Pamplona… Y lo soltó así, sin anestesia.
Tan impactantes fueron sus medidas palabras -no ha lugar a equívoco, las leyó de un discurso previamente acordado con las ministras Irene Montero y Ione Belarra, aplaudidoras suyas a rabiar- que el portavoz socialista, Patxi Lopez, abandonó a la carrera el Hemiciclo para decir a los periodistas en los pasillos con aire entre compungido y un tanto Lucía, eso no me lo dices en la calle, que la intervención había sido “irresponsable e impresentable”.
No quiero centrarme en la salud de la coalición, que ya no está en manos de Sánchez ni en las de Yolanda Díaz, a quien con tanto tacticismo “conciliador” se le está pasando el arroz; Esto va del mínimo exigible a cualquier socio: que no te insulte.
El resto de la historia ya lo conocen: la Moncloa y Ferraz dedicaron las horas siguientes de ese martes a echar todo el agua que pudieron al incendio porque, de lo contrario, Pedro Sanchez habría tenido que romper con Podemos y echado a las ministras de Igualdad y de Derechos Sociales y Agenda 2030 esa misma noche y no es cuestión de cargarse su segunda investidura tras las elecciones generales de diciembre.
No quiero centrarme en la salud de la coalición, la cual -si algo quedó demostrado esa tarde en el Congreso es esto- ya no está en manos del presidente del Gobierno ni tampoco en las de Yolanda Díaz, a quien con tanto tacticismo “conciliador” se le está pasando el arroz político; Esto va del mínimo exigible a cualquier socio y, si me apuran, a cualquier persona: que no te insulte.
Diríase que Pablo Iglesias et altri están ya más interesados en el reparto de culpas para justificar el fracaso de la coalición que en mimar lo que queda de ella, que no es poco; a saber: Ley de Vivienda y regulación de los alquileres, derogación o cambio de la Ley de Seguridad Ciudadana, conocida coloquialmente como Ley Mordaza. Y la recientemente anunciada por Pedro Sánchez Ley de Paridad.
Si de verdad creen que el PSOE va a unirse al ”puñado de fascistas” del PP y Vox para volver a la ”cultura de la violación”; o si creen que el PSOE ha cedido ante Policía, Guardia Civil, Mossos de Esquadra y Ertzaintza para que sigan disparando pelotas de goma… ¿Por qué Montero y Belarra no se van del Gobierno?
De hecho, el lunes por la noche la formación morada ya señalaba en fuentes, como decimos los periodistas, que si al día siguiente, martes, Moncloa y el PSOE hacían decaer en la Comisión de Interior del Congreso una reforma que buscaba limitar el poder de las diversas policías frente a los manifestantes, ”estaríamos hablando de uno de los mayores fracasos políticos de toda la legislatura y no hay excusa que valga”.
No digo yo que la izquierda estatal y la independentista no tengan sus razones ideológicas para oponerse a esa ley, pero, en el caso de Podemos, durante estos tres años de legislatura, con Pablo Iglesias dentro del Ejecutivo o ya fuera, nunca ha dejado de dar sensación de activismo en lugar de institucionalidad; de escrutar la letra pequeña de cada ley en busca de la excusa perfecta, si no para romper, sí para hacer ruido; cuanto más y más visibles electoralmente les haga de cara a unas elecciones municipales y autonómicas en las que pintan bastos pare ellos, mejor.
En esto de la Ley Mordaza va de la mano con Bildu y ERC -como en su rechazo a reformar la Ley del solo sí es sí- pero la coartada del distanciamiento es más elaborada, eso sí: la ley va a seguir permitiendo a las policías represoras en el mejor imaginario izquierdista el uso de pelotas de goma contra manifestantes… No sé a ustedes, pero si a mi un socio ”fascista” me la juega una semana sí y otra también en asuntos tan ancilares de la coalición, me iría.
Una estrategia suicida
¿Por qué siguen Ione Belarra y Montero en el Gobierno?; si consideran, en serio, que el PSOE va a unir sus votos a PP y Vox para devolver a las mujeres españolas a la ”cultura de la violación” (sic); si creen, de verdad, que los socialistas han cedido ahora a los intereses corporativos de Policía y Guardia Civil, de Mossos de Esquadra y Ertzaintza -que en este asunto de la Ley Mordaza van todos a una- para que las fuerzas represivas sigan disparando pelotas de goma cuando haya disturbios en las calles… ¿Por qué no rompen de una vez la coalición?
¿Qué se lo impide, el hecho de que fuera del Gobierno hace mucho frío?… Ya, ¿Y? ¿Van a seguir ocho meses pagando el precio de esa estrategia de desgaste mutuo que exhiben todos los días ante la opinión pública, para regocijo de Alberto Núñez Feijóo y el PP, de Vox y Santiago Abascal, o, si me apuran, de cualquier otro partido fuera de esa coalición? ¿Van a continuar hasta el final con una estrategia suicida que llama a no votar a sus protagonistas aunque solo sea por descansar un rato de tanto ruido improductivo?
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