Suena el despertador y, como cada mañana, te levantas y haces las tareas oportunas para salir de casa en media hora. Caminas hasta el metro, esperas unos minutos de pie en el anden a que llegue el tren y subes a un vagón. No hay sitio para sentarse, así que tratas de desplazarte entre la gente que va apiñada, para poder agarrarte a alguna barra que te facilite el equilibrio, mientras el metro está en marcha. Normalmente no mirarás a tu alrededor, sacarás el móvil de tu bolsillo y fijarás tu mirada en la pantalla. Pero, si levantas la mirada, verás que todo el mundo está igual que tú. Todos mirando la pantalla del móvil, con caras serias que reflejan hastío.
Esto es lo que ve cualquiera que use el transporte público con frecuencia y en horas punta, que son las horas en las que uno tiene que ir y volver del trabajo. Sin hablar de ciertas líneas o determinadas horas en las que mejor no sacar el móvil y estar atento a que no te lo roben o te metan un guantazo que te reviente el tímpano, como a aquella chica que esperaba en un anden del metro de Barcelona.
Pero en el mundo socialista el transporte público se vive de otra manera. En su campaña para fomentarlo, el Ministerio de Transportes nos enseña lo divertido que es viajar en autobús, donde todo es gente guapa, que va a la última, sonriendo, bailando y presumiendo de que es más divertido viajar en transporte público que en un Lamborghini. En el anuncio, la cara del que conduce el coche de lujo es un poema. Es que debe de ser un fastidio gastarse 300.000€ en un automóvil para llegar siempre tarde y comerse todos los atascos.
Yo no puedo describir la cara del que conduce un Lamborghini en la vida real porque nunca he visto uno. Lo que sí he visto son las caras de los que conducen un Dacia, en pleno atasco un día cualquiera en la A2 de Madrid, que son muy parecidas a la del dueño del cochazo amarillo del anuncio del Gobierno.
Buses eléctricos a cambio de Lambos
Quizá no he visto esos coches tan caros porque en el mundo real, no en el mundo que nos pinta el socialismo, desde enero a agosto de este año se han vendido tan solo 34 Lamborghinis. Un coche que, de media, cuesta 300.000 euros, de los cuales 63.000 euros son de IVA y aproximadamente 45.000 euros corresponden al impuesto de matriculación. Es decir, que de cada Lambo matriculado en España, a las arcas públicas van unos 108.000 euros, que es más o menos una sexta parte de lo que cuesta un autobús eléctrico. Tan solo con la venta de esos 34 coches el Estado podría comprar 6 autobuses eléctricos.
Pero el mensaje que lanza este Gobierno es: no queremos un país lleno de Lamborghinis, sino a gente que viaja en autobús. Lo que se le olvida a los socialistas comentar es que si viajas en autobús es gracias a los que se pueden comprar un Lamborghini, porque los autobuses, los trenes, los hospitales ni tampoco las escuelas son gratis.
Cansado de que le critiquen por sus excesos de uso con el avioncito, prefiere ahora ir en jet privado, como demostró cuando hace poco le apeteció pegarse una fiesta en Andorra acompañado de su esposa y champán del caro
El presidente Sánchez se hace eco de esta ridícula e insultante campaña publicando en su cuenta de X el eslogan: “¿Lo pillas?”. Pues sí, señor, quien más y quien menos, lo pillamos todos, menos usted, que viaja en Falcon para irse de vacaciones o, cansado de que le critiquen por sus excesos de uso con el avioncito, prefiere ahora ir en jet privado, como demostró cuando hace poco le apeteció pegarse una fiesta en Andorra acompañado de su esposa y champán del caro.
Esta misma gente que no viaja en transporte público nada más que para hacerse la foto, que tira de coche oficial hasta para ir a comprar el pan, te dice que tú vayas en bicicleta y anuncia que el Gobierno va a gastar 40 millones en ayudas estatales para la compra de bicis eléctricas: la mitad para bicis de uso público y la otra mitad para la compra de bicicletas por parte de particulares y empresas. A mí se me caería la cara de vergüenza al anunciar esto, tras haber paralizado la ley ELA chorrocientas veces e impedir que se aprueben unas ayudas que costarían al Estado 38 millones y que ayudarían a miles de personas y a sus familias para poder llevar esa enfermedad tan dura de una manera más digna. Pero es que yo no soy socialista, obviamente.
Si tienes cerebro y lo usas, a estas alturas ya te habrás dado cuenta de que lo vas a tener muy complicado para prosperar en esta vida con un Gobierno que no quiere que prosperes, que nos quiere a todos pobres y dependientes de las limosnas que nos quiera dar para sobrevivir, mientras nos arrebata todo lo que puede.
No esperes más, vete a Cuba
Por el contrario, si eres socialista, estarás encantado con todo esto y deseando que llegue el lunes para subir al autobús y echarte unos bailes a ritmo reguetonero, mientras compartes la última novela de Máximo Huerta con la abuelita encantadora que viaja a tu lado, camino del trabajo. Ese trabajo en el que con suerte cobras 25.000€ brutos al año y te permite compartir piso con otros cinco treintañeros, con los que los viernes por la noche haces botellón en el parque mientras habláis de lo guay que sería que el Gobierno te regale una bicicleta, porque ni de broma te alcanza para comprarte ni siquiera un Dacia y ya no hablemos de una casa para ti solo. Tengo buenas noticias para ti, si quieres vivir en la miseria, no tienes por qué esperar más: ve a Cuba y sé feliz sin nada.
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