El Gobierno pretende convertir en permanente el impuesto extraordinario a bancos y energéticas que fue denominado, cuando se introdujo, como prestación patrimonial no tributaria, aunque era obvio que se trataba de un impuesto. Los de ambos sectores son igualmente absurdos y sólo respondan a la búsqueda de ingresos con los que alimentar el creciente gasto estructural -en lugar de racionalizarlo- y al intento de lograr algunos votos procedentes de electores desinformados. Aquí me voy a referir solo al impuesto sobre los bancos.
A algunos del Gobierno o cercanos al mismo parece que ya les empieza a dar un poco de vergüenza este impuesto, al menos tal y como está definido ahora. Así, hemos oído al ministro Cuerpo decir que hay que “buscar su adecuación atendiendo a la inversión y a los ciclos de crédito y tipos”. Realmente, resulta contradictorio que un impuesto que se intentó justificar por unos supuestos beneficios extraordinarios, debidos a la subida de tipos de interés, se pretenda consolidar cuando los mismos están bajando de forma relativamente acelerada. Por otra parte, el ministro debe ser consciente de que existen efectos desfavorables sobre el crédito o el capital y por eso busca alguna modificación. En cualquier caso, hay que recordar que este ministro parece tener una muy reducida cuota de influencia en el gobierno. Supeditado como está a una vicepresidenta lega en economía que se limita a ejecutar las directrices políticas provenientes del presidente Sánchez, que gobierna a golpe de sus intereses políticos.
Una vez que es gobernador, argumenta que, por ejemplo, las pymes suelen deparar mayores ingresos para los bancos, pero también mayores necesidades de saneamiento
También parece darle vergüenza ahora ese diseño del impuesto al gobernador del Banco de España. Así, Escrivá acaba de decir que habría que descontar las provisiones a la hora de calcular la base imponible de ese gravamen (que ahora son los ingresos ordinarios, es decir, el margen de intereses y las comisiones), aunque antes la avaló como miembro del gobierno. Una vez que es gobernador, argumenta que, por ejemplo, las pymes suelen deparar mayores ingresos para los bancos, pero también mayores necesidades de saneamiento. Este caballero parece haber aprendido de Sánchez y le imita, porque ya tuvo “cambios de opinión” en otros temas al pasar de la AIREF a ministro. Además, hay incluso quien le atribuye ser él el autor intelectual del impuesto a los bancos…
En realidad, esto que dice ahora el exministro es interesante. Porque, si hay que descontar de la base del impuesto las provisiones, la lógica más elemental nos dice que habría que hacerlo también con los gastos de explotación. Y, si a los ingresos les quitamos las provisiones y los gastos, lo que nos queda es el beneficio. Es decir, que el impuesto operaría sobre la misma renta gravada por el impuesto de sociedades poniendo de manifiesto una doble imposición de libro. Escrivá lo ha delatado. La realidad es que los beneficios empresariales se deben gravar exclusivamente a través del impuesto de sociedades y no con figuras raras. Sean ordinarios o extraordinarios. Aparte de que sería risible que ineptos del gobierno intentaran catalogar y definir estos últimos.
El objetivo de Escrivá es ser reconocido y valorado en Frankfurt y entre la élite de los economistas. Por lo que intentará borrar el mal sabor de boca que ha dejado su gestión ministerial
Por cierto, un breve inciso. Ver que Escrivá empieza a virar podría ser un síntoma de algo probable: que Sánchez se haya equivocado si pretendiera que, como gobernador, fuera su correa de transmisión. Porque tiene mandato para seis años, sabe que sobrevivirá al presidente y no me cabe ninguna duda de que su objetivo es ser reconocido y valorado en Frankfurt y entre la élite de los economistas. Por lo que intentará borrar el mal sabor de boca que ha dejado su gestión ministerial.
A otros en cambio no les da vergüenza este bodrio de impuesto. Desde luego, no a los de Sumar, ni a muchos del PSOE ni, por supuesto, al jefe de la banda. Tampoco a algunos periodistas de los medios de comunicación más afines, que se limitan a transmitir los mensajes elaborados desde el equipo de asesores que atesora Moncloa.
La realidad es que el impuesto bancario sobra. Lo ideal sería suprimirlo, máxime cuando el tipo del impuesto de sociedades que se aplica a los bancos ya es superior al de otros sectores. Por otra parte, algunas ideas desarrolladas en otros países, que reconducen ciertos beneficios derivados de los tipos de interés elevados hacia el aumento de la base de capital de las entidades bancarias, tienen claramente más fundamento que lo que se ha hecho aquí. Pero, claro, si se aplicara eso, no habrá ingresos fiscales por esta figura para el Estado y lo que quiere Sánchez es gastar…
Junts es imprevisible
En la inestable coalición Frankenstein que sostiene al gobierno, PNV y Junts -que no son partidos extremistas de izquierda, aunque sí populistas- deberían impedir que Sánchez y Montero consumasen la fechoría y convirtieran en permanente este impuesto. Es lo que casa más con su ideario. Pero no cabe ser optimistas. El PNV lo que quiere es echar mano de esa figura impositiva incluyéndola dentro del concierto. Y Junts es absolutamente imprevisible porque depende de un dirigente preocupado por sus intereses y de contrapartidas no económicas.
Por último, el PP debería anunciar la supresión de este impuesto, que llevaría a cabo en cuanto llegase al gobierno en un futuro, lo que algún día acontecerá. Es increíble que no lo haya hecho ya (que yo sepa). Será que a ningún político le amarga un dulce en forma de ingresos provenientes de un sector que juega el papel de villano de la trama ante los electores, como es el bancario (o el energético).
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