La simple clave del poder de nuestras izquierdas es ésta: que siempre se han mantenido cuidadosamente en el lado de lo que se considera «buenismo». Lo progre hoy abarca muchas cosas, y nos dirige a la España del solar. Es una España sin sustancia porque está atrapada en las formas y en la guerrilla identitaria. La guerrilla identitaria se mueve en una zona borrosa de argumentos no falsables, no están diseñados en una esfera de réplica y contrarréplica. La estrella de última hora, Yolanda Díaz, contaba una anécdota entre infantil y cursi en una entrevista en El Mundo, para ilustrarnos cómo deben ser las mujeres de la izquierda, con su ideología de los cuidados, su maternalismo, su sororidad… Hablaba sobre peinados, pero el auténtico polemista ha de ser, por encima de todo, un buen oyente, porque el objetivo de los combatientes de los partidos modernos es golpear fuera del alcance del oído. Hoy la mercancía de la política se encuentra en esa zona gris que roza la irracionalidad, y Yolanda aquí nos hablaba también de la mala mujer, la testosterónica derechona… nos pontifica con la ideología de los cuidados un día y al siguiente tiene cita con el Papa Francisco.
Las políticas socialistas del bien común van a dejar España seca, como un solar, y mientras tanto estaremos discutiendo sobre quién es más altruista
La realidad es que la mayoría de nosotros hemos tenido que soportar a cierto tipo de mujeres que, debido a su perversa generosidad, dan más problemas que las que van a su aire, pero no faltan propagandistas dispuestas a convertir sus propios defectos en doctrina y tarifarla a un alto precio en el mercado de las ideas. Las políticas socialistas del bien común van a dejar España seca, como un solar, y mientras tanto estaremos discutiendo sobre quién es más altruista. La ética del altruismo ha creado la imagen de la sociedad patriarcal, violenta y con testosterona para colarnos dogmas como que ocuparse del interés personal es malo, sea cual fuere tal interés, y que el hombre es un animal sacrificable en aras del bien común, del interés general. Ayn Rand señala dos rasgos que subyacen en la moral altruista: el cinismo, porque sus defensores ni practican ni aceptan la moralidad altruista (lo de François de La Rochefoucauld: la hipocresía es el tributo que el vicio rinde al bien común) y culpa, porque no se atreven a rechazarla.
Únicamente en el contexto de un código racional de principios morales, demostrado y validado de manera objetiva, que defina y determine los intereses de la ciudadanía, es como podemos funcionar en sociedad. No es necesario analizar las casi incontables maldades implícitas en la moral del autosacrificio. Su irracionalidad y destructividad han sido suficientemente expuestas por Ayn Rand en La rebelión de Atlas y en La virtud del egoísmo. Sin embargo, hay dos aspectos de la cuestión que están especialmente relacionados con el progreso de las sociedades. El sacrificio de uno mismo significa, y sólo puede significar, el sacrificio de la mente y la renuncia al beneficio propio y, en ultima instancia, de la ciudadanía y sus intereses, sus virtudes. La auténtica controversia, las disputas sinceras en un debate racional, hablar sobre la presión fiscal que amenaza con convertir a España en un solar, sobre cómo afectan a nuestra vida y a nuestro bolsillo las políticas socialistas se ha vuelto un tanto anómalo, y paradójicamente la única cura para resolver nuestros problemas sociales es que tengamos una conversación que aluda a los intereses de las clases medias, o sea el interés propio, ha de imponerse ante los intereses de ciertos colectivos victimizados.
No se premia la moral del emprendimiento, la meritocracia ni se busca el interés propio, ni se incentiva el esfuerzo en los jóvenes
Es curioso cómo el altruismo hacia las minorías, las víctimas de sus colectivos, nos lleva a hablar siempre de los problemitas del uno por ciento, mientras que los problemas de las mayorías están siendo desatendidos y se gobierna de espaldas a las clases medias. No se premia la moral del emprendimiento, la meritocracia ni se busca el interés propio, ni se incentiva el esfuerzo en los jóvenes. Preservar una clara capacidad para defender un código de valores que no vaya en contra del beneficio propio es un logro moral y psicológico que estamos perdiendo como sociedad, por culpa de esta mentalidad política. Contrariamente a la creencia de la izquierda, una sociedad con autoestima y completa es aquella que se rige por la búsqueda del interés racional. Nunca un gobierno ha dado tanto la espalda a las clases medias mientras predica el altruismo y la ideología de los cuidados, la atención a los problemas del uno por ciento. Mientras pontifican y defienden estas doctrinas, lo que acontece es el asalto a la clase media.
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