Opinión

El alza de los precios no altera la sonrisa de Calviño

La tasa interanual del IPC de agosto quedó confirmada en el +2,6%, un dato que se vislumbra positivo en relación a como ha salido en otros países de nuestra misma área económica (+5,3% es la media de la Eurozona). Sin embargo, no sólo

La tasa interanual del IPC de agosto quedó confirmada en el +2,6%, un dato que se vislumbra positivo en relación a como ha salido en otros países de nuestra misma área económica (+5,3% es la media de la Eurozona). Sin embargo, no sólo los precios siguen subiendo respecto a hace un año, también a hace un mes, y por tercer mes consecutivo. Las presiones inflacionistas se ceban sobre todo en las familias ya que, aunque se insiste en que el factor que más eleva el IPC es la subida de los combustibles, los paquetes turísticos y la restauración, lo cierto es que el dato más preocupante es el del precio de los alimentos, que se eleva un 10,5% en los últimos doce meses (es el decimoséptimo mes consecutivo que este dato es mayor del 10%). Esta vez la excusa viene por el aceite de oliva (+52,5%), el azúcar (+42,5%) y, en general, las legumbres y las hortalizas, lo que demuestra, una vez más, que influye muchísimo más la reducción de la oferta (la sequía ha rebajado las producciones) que los márgenes empresariales.

Mi teoría es que somos de los países que más poder adquisitivo hemos perdido los últimos años, por lo que tenemos mucho menos dinero para gastar

El Gobierno insiste en que nuestro dato de IPC mejor que el de los demás se debe a sus políticas pero el propio INE reconoce que sin las medidas impositivas extraordinarias gubernamentales la tasa interanual sería del 3%, es decir, tan sólo 4 décimas más. Esto implica que hay que buscar en otros motivos el por qué los precios suben menos en España este año. Mi teoría es que somos de los países que más poder adquisitivo hemos perdido los últimos años, por lo que tenemos mucho menos dinero para gastar, algo que se confirma con el hecho de que la inversión y el consumo de los hogares españoles se sitúa aún por debajo de los niveles previos a la pandemia. Si a esto sumamos que lo que más sube de precio es la alimentación, se describe con claridad un panorama en el que la inflación hace especial daño a los colectivos más vulnerables económicamente, aquellos que tienen poco poder adquisitivo, que además cada vez es menor, y que lo que más consumen, debido a su situación, son los productos más básicos como son los de la cesta de alimentación. Esto se agrava porque según un estudio del Banco de España publicado el pasado marzo, la comida representa un 25% del gasto familiar frente al 20,9% de media de la Eurozona.

Somos un país de propietarios de vivienda y, por tanto, de hipotecados, la mayor parte a tipo variable, por lo que la subida del Euribor también reduce la capacidad de consumo de la familia tipo española

Y no es algo puntual ni reciente ya que la subida de los precios es acumulativa y, sin irnos al extremo del aceite de oliva (+114,8% desde marzo de 2021), resulta que los alimentos son hoy un 30% más caros que hace cinco años, cuando Pedro Sánchez llegó al poder, el doble que el IPC general acumulado (+15,5%). Pocos lectores habrán sido tan afortunados de haber visto sus salarios mejorados en la misma proporción en el mismo plazo. Esta situación, claramente perjudicial para los bolsillos más humildes, lleva a que la desigualdad esté aumentando en un país gobernado por los adalides del gasto público y las subvenciones. No debemos olvidar tampoco que somos un país de propietarios de vivienda y, por tanto, de hipotecados, la mayor parte a tipo variable, por lo que la subida del Euribor también reduce la capacidad de consumo de la familia tipo española. Esto último quizás pueda cambiar en la revisión anual del próximo año si, como parece, se han acabado las subidas de tipos del BCE; sin embargo, las expectativas para los precios de los alimentos no son tan halagüeñas. Por de pronto, el IPC interanual está repuntando, el movimiento del 1,9% de junio al 2,6% de agosto parece confirmar el fin de la tendencia bajista y el inicio de otra que, impulsada por la subida de las materias primas y la reducción de la producción agrícola por las condiciones meteorológicas, augura un final de año más complicado para la cesta de la compra familiar.

Este empeoramiento de las perspectivas de inflación en el corto plazo coincide con una batería de datos que muestran un parón en el crecimiento. Sin embargo, hay un extraño consenso optimista sobre el total de 2023 e incluso sobre 2024, justo cuando más palpable se hace el fantasma de la estanflación (bajo crecimiento con alta inflación) en muchos países, por más que en España nos hayamos librado, teóricamente, de él por el turismo y los fondos europeos. En concreto, en España este lunes el INE hará pública una revisión al alza del PIB de 2021 (incluso quizás el de más periodos) debido a errores metodológicos, internacionalmente aceptados, que se cometieron en la postpandemia. El único efecto práctico (positivo por supuesto, aunque no cambia el que no deberíamos seguir aumentando el volumen de deuda al ritmo que lo hacemos) es que automáticamente se reducirá la ratio deuda/PIB del país.

La economía de las familias

Hechos como este, que seguro dispara la euforia entre los más fervientes partidarios del actual gobierno español, son un ejemplo claro del divorcio entre las cifras macro y las micro. Bienvenidas las mejores cifras macro pero siendo positiva la revisión, y siendo positivas las consecuencias, no afectará en nada a la economía de las familias, mucho más preocupadas por la alta presión fiscal, la baja productividad incapaz de generar mayores salarios, el encarecimiento de los créditos y el alto precio de los alimentos (que siguen subiendo y subiendo a pesar del discurso optimista de la ministra Calviño sobre la evolución del IPC), que por el volumen total de PIB resultante tras las revisiones.

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