Opinión

Los amantes de Teruel, Yoli ella y Pedro él

Llegó al fin el no-debate a cuatro, aunque creo que sólo los más cafeteros estuvimos atentos. La gran mayoría no se habrá enterado, y algunos habrán decidido -a lo sumo- leer las crónicas que les ofrezcamos los plumillas. Si quieren darse un interesa

Llegó al fin el no-debate a cuatro, aunque creo que sólo los más cafeteros estuvimos atentos. La gran mayoría no se habrá enterado, y algunos habrán decidido -a lo sumo- leer las crónicas que les ofrezcamos los plumillas. Si quieren darse un interesante paseo por la subjetividad humana lean opiniones en distintos medios, la sensación que provoca observar que hemos asistido cada uno a un distinto debate es sublime.

Para entender este tipo de enfrentamientos es perentorio saber un poco de historia de la comunicación política (tranquilos, seré breve). Conocerán ustedes el caso del primer debate televisado de la historia, Nixon-Kennedy. Ese día, el primero se encontraba visiblemente enfermo: sudaba por la fiebre e intentó disimular -sin éxito- algunos rictus de dolor. La mente, sin embargo, la mantuvo intacta. Quienes vieron el debate dieron claro vencedor al joven y atractivo Kennedy, mientras el veterano Nixon ganó entre los oyentes. El equivalente a la televisión actualmente son las redes sociales, donde se capturan fragmentos concretos del programa para ser difundidos, ya sea para ridiculizar o exaltar. Con este panorama las reglas del juego cambian, y los contendientes se preparan conforme a ellas: se eligen varios temas sintetizados en frases pegadizas que pretenden quedar impregnadas en la mente del receptor. No consigo sacarme de la cabeza el túnel tenebroso del tiempo de Sánchez. La preparación consiste en gran parte en analizar cuáles son los temas que deben penetrar en lo más profundo de nuestro inconsciente, y no tanto mantener un debate real. Los debates en política son ahora una alternancia entre el yo he venido a hablar de mi libro, los tu quoque y, en esta campaña, atacar y defenderse del leit motiv: “eso es mentira”.

Pronto descubrimos en los dos candidatos a los amantes de Teruel, progre ella y progre él, a quienes les faltó llamarse “cari” y darse un piquito

El debate, antes de producirse, ya resultaba extraño por la ausencia del que lidera las encuestas para ser próximo presidente de Gobierno. La propia Yolanda Díaz recordó que el resultado final dependerá de quién consiga diputado en circunscripciones pequeñas: Sumar o Vox. Con este escenario de fondo no se sabía muy bien cuál habría de ser la naturaleza de las interacciones entre Sumar y PSOE. Pronto descubrimos en los dos candidatos a los amantes de Teruel, progre ella y progre él, a quienes les faltó llamarse “cari” y darse un piquito. Parecía que se hubieran repartido de antemano los papeles: él, poli bueno con maneras de dependiente de Emidio Tucci, voz suave y ademanes tranquilos (hasta él mismo debió de asustarse al ver el debate contra Feijoo y decidió cambiar de tercio y volver a ese tono paternal, dulce y sereno que te lee un cuento por la noche, te arropa, te da un beso de buenas noches y te susurra “descansa, todo irá bien”). Díaz, por el contrario, dejó su estilo Barrio Sésamo en casa para sacar a la directora de colegio privado, aquella que con los padres es todo sonrisas pero que pone a temblar a los alumnos cuando los lleva a su despacho. Hubo un momento hilarante en que exigió furibunda a Abascal que pidiera disculpas a no sé qué asesino por ser español, al menos eso es lo que se entendió, imagino que en su mente deseaba que pidiera perdón a toda la comunidad nordafricana en España. Le faltó acribillar a pellizcos de monja al vasco hasta que reconociera su maldad. El otro se la quedó mirando, entre divertido y perplejo, mientras le preguntaba “¿me está dando órdenes usted a mí?”, algo que enervó a todo el feminismo patrio. A este último le indignó sobremanera que Abascal aconsejara a Díaz calmarse, lo interpretaron como un machismo de lo peor: ¡le faltó preguntarle si estaba en sus días! Miren, si yo veo que a mis compañeros también les piden que se tranquilicen (recordemos el debate a dos) e interpreto que a mí me lo dicen en alusión a mis hormonas, la única culpable de machismo seré yo, que me lo autoimpongo.

A pesar de esto, Yolanda Díaz estuvo bastante bien, incluso lanzó un par de pullitas a su amado. Sánchez mejoró ostensiblemente respecto al anterior debate, lo cual no resultaba complicado, empeorarlo habría implicado saltarle directamente a la yugular a Abascal. Por supuesto, cuando digo que les fue bien me refiero en términos de comunicación política. Dijeron las sandeces de siempre, pero esas ustedes ya las conocen y no queremos aburrirnos más.

Abascal comenzó a remontar y a verse más suelto hacia la mitad del debate, me lo imagino pensando “a la mierda el puto guion, esto es la guerra”

Abascal estuvo flojo hasta la mitad del debate. Se notó que se había preparado el debate como les he comentado al principio: yo vengo a hablar de las cuatro cosas que me diferenciarán de Feijóo y a defenderme de las chorradas de estos dos mentecatos. En esos momentos resultaba difícil saber a priori si la ausencia de Feijóo lo perjudicaba o no. Creo que ninguno nos esperábamos esa complicidad entre sus compañeros de debate, así que atribuyo su debilidad inicial a que intentaba -lógicamente- seguir el plan que se había marcado mientras se defendía como podía del “todos contra el fascista”. Hizo bien en no perder la calma en ningún momento, más bien sonreía, como hizo en su momento Feijóo: ahí tenemos a dos estereotipos de español, el que se pone como un miura y el que se lo toma con sorna y, además, se lanza a torear al primero. Abascal comenzó a remontar y a verse más suelto hacia la mitad del debate, me lo imagino pensando “a la mierda el puto guion, esto es la guerra”. Hizo bien desmontando mantras del gobierno en economía, pero el momento más glorioso llegó cuando preguntó a Sánchez y a Yolanda: “¿qué es una mujer?”, kriptonita para pogres. Busquen el clip en internet, las caras son épicas. Y esta mujer aquí lo deja, cansada ya de tanta campaña y con ganas de cambio de ciclo. Me voy a la piscina, disfruten del finde.

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