Johnny Depp acudió a la justicia para defenderse de las acusaciones de su ex mujer, Amber Heard, por abuso sexual y maltrato. Ella no fue a los tribunales para denunciarlo, sino a un hastag, al #MeToo, el movimiento mediático de poder que le daba acceso a todo lo que necesitaba sólo con su palabra, la popularidad de víctima, que abre todas las puertas en la sociedad consumista del lamento. En ese charco del Metoo rige el principio de Arquímedes y mientras ella ascendía con contratos en el cine, la vida y la carrera del actor se hundían sin remedio.
En un juicio televisado durante meses, hemos escuchado grabaciones en las que Johnny Depp no cometía abuso o maltrato, sino que lo sufría. Amber le humillaba, jugaba con él para anularle, disfrutando cómo adiestraba a un ser sin voluntad a expensas de sus caprichos. Era ella la abusadora. Ahora debe indemnizar a su ex marido por haberle difamado como maltratador.
Tras esta sentencia y la retransmisión del manual del mal a lo Amber style durante el juicio, las reacciones de ese ecosistema de género victimista, que tiene dinámicas de secta más que de lobby, no han ido en la dirección de expulsar a Amber Heard, sino en identificar a las mujeres con alguien lleno de perfidia y crueldad.
En las redacciones destinadas a la mujer de los dos principales diarios de España, en línea con todo organismo público destinado al género, se han escandalizado por las consecuencias que puede tener sobre el resto de mujeres esta sentencia. No para las estafadoras, sino para todas. La sección femenina decreta que es inocente y la verdadera víctima porque así lo ha dicho ella, porque es mujer, y por tanto representa por identidad a todas las mujeres.
Las afirmaciones de las expertas en género orbitan alrededor de estas preocupaciones tras el veredicto: “Desincentiva a las mujeres a denunciar, porque si ella no ha logrado ganar siendo rica, alguien sin recursos perdería”. Quien perdería sin recursos sería un hombre ante una denuncia falsa. A las únicas mujeres que desincentiva de acudir a los tribunales es a quienes mientan sobre su condición de víctima.
La eliminación de la presunción de inocencia arrebata la verdadera condena de culpabilidad al agresor. Hace dependiente tu situación al interés político del movimiento
“Supone un retroceso en la batalla contra la violencia machista”. Cierto, pero la culpa no la tiene Johnny Depp por defenderse, sino el feminismo de tercera ola. Enfocó mal el problema desde el principio haciendo cautivo el sufrimiento de las mujeres realmente maltratadas a sus intereses políticos. La eliminación de la presunción de inocencia arrebata la verdadera condena de culpabilidad al agresor. Hace dependiente tu situación al interés político del movimiento, sin el que no alcanzarás la condición de víctima. Como no la alcanzó la niña abusada por el exmarido de Mónica Oltra.
El Yo sí te creo hermana ha conseguido un manto de sospecha generalizada para toda confesión de las mujeres al abaratar la condición de víctima y extender a la de agresor a todo hombre por el hecho de serlo. Si todos son maltratadores, el que realmente lo es le conviertes en una víctima. Y a la mujer en desahuciada de su propio dolor.
“Miedo a que si denuncias un maltrato seas expuesta en redes”. Pero el linchamiento sin pruebas y sin ocasión de defensa se hizo en redes. El feminismo actual y el Metoo no buscan acabar con la presunción de inocencia, sino con el derecho de defensa del señalado. No es feminismo, sino poder absoluto.
El Metoo es un movimiento de mierda del que siempre aborrecí. Fue liderado por mujeres que triunfaron precisamente por haberse beneficiado del abuso del que eran cómplices mientras ascendían. Mantuvieron en el ostracismo a las mujeres cuya carrera profesional fue arrebatada o perjudicada porque no accedieron, no se sometieron. Por no sonreír a los hombres poderosos, ni ser cariñosas con quien te puede abrir las puertas. Nunca fue el movimiento de las mujeres con talento, con valores y principios, que por no someterse a representar ese papel complaciente no lograron puestos que suponían un avance en sus carreras. Y eso sigue pasando de forma asquerosamente generalizada, pero menos burda. Un avance. Sólo quien es consciente de su poca valía asume ese papel en mayor o menor medida.
Es cierto que el fanatismo suple el talento en la especialidad de género, pero ellas siempre buscaron aprovecharse del dolor ajeno para tener poder. Y relevancia laboral
Amber Heard era una impostora, una estafadora del Metoo, por eso las expertas en género se han identificado con ella. Es cierto que el fanatismo suple el talento en la especialidad de género, pero ellas siempre buscaron aprovecharse del dolor ajeno para tener poder. Y trabajo.
No perdonaré jamás a quien compara a las mujeres víctimas con mujeres que actúan como sus maltratadores. A quienes han devaluado el dolor que sufren muchas mujeres a manos de monstruos. A quienes han permitido que la imagen de la mujer sea de desquiciadas fanáticas alejadas del amor, del talento, de la verdad y del humor. A quienes han levantando barreras entre semejantes de la misma identidad. Hombres y mujeres que sólo anhelan encontrarse y amarse.
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