Finalmente Vox cumplió su amenaza y ha roto los pactos de gobierno autonómicos con el Partido Popular. El tiempo dirá si ha sido un acierto político o un error estratégico, un gesto motivado por los principios o una decisión forzada por la necesidad. Probablemente haya sido un poco de todo, y además sabemos que en realidad nunca es el tiempo quien habla.
El asunto de fondo no es tan complicado. En Vox saben que sólo pueden crecer alejándose del PP. En primer lugar, porque Vox ocupa el espacio de la derecha conservadora, espacio al que el PP ha renunciado. Y en segundo lugar, porque en el PP creen que sólo pueden crecer acercándose al PSOE. Es decir, ocupando el espacio de la izquierda progresista, algo que les empuja inevitablemente a escenificar gestos y muecas de desaprobación -incluso asco- hacia quienes hasta no hace mucho eran considerados sus aliados políticos naturales.
Pero la realidad es que no, Vox y el PP no son aliados naturales. No sé si alguna vez lo fueron, pero desde luego no lo son. Y no lo son por la sencilla razón de que Vox y el partido al que se quiere parecer el PP no pueden ser aliados naturales. Hasta hace poco reaccionábamos con escándalo cuando algún dirigente del PSOE reconocía que se sentía más cerca de un partido como Bildu que de los de derechas. Pues bien, deberíamos ir acostumbrándonos a que dirigentes del PP establezcan comparaciones parecidas entre Bildu -al fin y al cabo establecido mediáticamente como un partido progresista- y Vox. Va a llegar. Sé que suena a hipérbole, pero lo veremos dentro de no mucho. Ya hemos visto un avance, de hecho. Mikel Lezama, la gran esperanza joven del PP vasco, era muy claro en una entrevista del año pasado. “Estoy encantado con que EH Bildu participe y se someta al juego democrático, que es lo que siempre hemos querido. ¿Por qué no íbamos a votar a favor de una propuesta buena para Gipuzkoa que parta de un partido que está dentro de las reglas democráticas?”.
El propio Feijóo, hace dos años: “Con los actuales representantes de Bildu no me veo dialogando”. Con los actuales; con los siguientes, quién sabe.
La ruptura definitiva con Vox se iba a producir tarde o temprano, y lo que había hasta hace dos días era una convivencia indeseada y desagradable
Hay que leer y escuchar a Feijóo, a Moreno Bonilla, a María Guardiola. Son el PP que triunfa, el PP realmente existente. Aspiran a ser socios del PSOE, a recuperar el socialismo bueno, a darles de vez en cuando el relevo manteniendo sus políticas y sus discursos. La ruptura definitiva con Vox se iba a producir tarde o temprano, y lo que había hasta hace dos días era una convivencia indeseada y desagradable. Tal vez en Génova no esperaban que la amenaza se materializase tan pronto. Es normal. Cumplir una promesa debe de resultar incomprensible en el partido que iba a acabar con Madrid Central y luego bueno, parece que se ha quedado buen día. Tiene que ser difícil de entender una decisión así -renunciar a sueldos y cargos- en un partido sin criterios claros ni principios firmes en cada una de las cuestiones esenciales, centrado en la gestión vacía y en la inacción absoluta.
Tal vez en Génova no terminaban de creerse la posibilidad, pero ya tenían preparados los argumentos para la sincronizada. El principal lo hemos escuchado incesantemente estos días: “Vox no tiene corazón y no cree en la solidaridad interterritorial”. Apelar a este tipo de motivos es un recurso útil y bien conocido. Su principal ventaja es que no hay que pensar mucho y se puede aplicar fácilmente a cualquier situación. Si hubieran roto los pactos por las pensiones habrían puesto en circulación que “no tienen corazón y no creen en la solidaridad intergeneracional”. Si hubiera pasado con las leyes de género, “no tienen corazón y niegan la violencia machista”. Aborto: “no tienen corazón y no defienden la libertad de la mujer”. Política lingüística: “no tienen corazón y no aceptan la diversidad”.
Todas ésas -inmigración, seguridad, pensiones, aborto, español en las escuelas, política territorial- son cuestiones centrales para el electorado de derechas. Todas ésas son cuestiones en las que hay una coincidencia casi absoluta entre PP y PSOE. Argumentos y premisas que antes eran normales pasan a ser anatema si los enuncia Vox. Argumentos y premisas que eran ridículos cuando los enunciaba el PSOE pasan a ser sensatos por el mismo fenómeno. Si mañana Abascal dijera que el sol sale todos los días, el PP tendría preparada alguna cita de Hume.
Por culpa de Vox tenemos Sánchez para rato, dicen los análisis cortoplacistas. Acaban de autodestruirse como partido, dicen también. Puede que sea así. Pero esos análisis suelen dejarse algo más importante: si el PP llega solo al Gobierno tendremos PSOE para rato.
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