Debe pedir disculpas en nombre de sus antecesores. No por las supuestas atrocidades que pudieran cometer hace cinco siglos sus ancestros españoles, cuyo legado niega a pesar de que corra abundante sangre española por sus venas. Lo que no puede evitar asumir es la herencia de sus antecesores en el cargo: la oligarquía criolla responsable de convertir en un caos empobrecido, deudor de los bancos ingleses y estadounidense, a uno de los territorios más prósperos del mundo con una industria de primer nivel (Humboldt dixit), que controlaba la ruta comercial entre Asia-América-Europa gestionando la primera moneda global, el real de a ocho.
Pero el necesario ejercicio de autocrítica ni está ni se le espera. Todo valía, y sigue valiendo hoy, con tal de no asumir su propia responsabilidad sobre el desastre político, social y económico que supuso la independencia. Esto no se enseña en las escuelas ni ocupa portadas. ¿Por qué será?
Debe pedir disculpas por la actitud servil hacia el vecino del norte, a pesar de las humillaciones sufridas desde el minuto cero de la independencia, primero por el robo de territorio con el Tratado Guadalupe-Hidalgo, donde se perdir en muy poco tiempo más de dos tercios de su territorio —que llegó a alcanzar hasta Alaska— en una terrible guerra con los EEUU (con muertes de niños y violaciones incluidas) de la que nadie habla: 2 de febrero de 1848, ¿nada que celebrar? Luego por la doctrina Monroe y finalmente por el maltrato a los migrantes que a fin de cuentas “vuelven a su casa”. Pero “perro obrador poco mordedor”, si se trata del norte, claro. Ni con Trump se atreven, siendo supuestamente de izquierda.
Debe pedir disculpas por no haber explicado el papel que ha jugado el mundo anglosajón en la política de México, en lugar de atacar a los españoles por ser diana fácil al no soler defenderse. El geopolítico y catedrático mexicano Alfredo Jerife ha destacado que, de acuerdo con papeles desclasificados por los EEUU, tres presidentes mexicanos “que nunca hubiéramos imaginado, fueron agentes de la CIA: López Mateos, Díaz Ordaz y Echeverría” (citado por Gullo). Un punto en común a los tres es haber puesto especial hincapié en difundir la leyenda negra hispanófoba y sembrar durante su mandato en México el odio hacia España. Deberemos esperar bastantes años para confirmar si algo semejante puede predicarse de los actuales dirigentes. Aunque, si alguien viste casco de bombero, uniforme de bombero, botas de bombero y lleva en la mano un hacha de bombero, no resulte descabellado concluir que es un bombero.
Debe pedir disculpas por el menosprecio a la dinastía Moctezuma, cuyos herederos, descendientes también del mestizaje con españoles, viven hoy en su mayoría España (¿por qué será?) con títulos nobiliarios. La condesa de Miravalle vive en Granada y el titular del condado de Moctezuma, al que desde 1766 acompaña el grado de “Grande de España”, ha venido viviendo en Extremadura.
Mucho no debiera odiar a los indios pues se casó con Isabel de Tolosa Cortés de Moctezuma, bisnieta de Moctezuma y nieta de Hernán Cortés
Debe pedir disculpas por deshonrar a los mejores hijos de México. Por ejemplo, Juan de Oñate (1550-1626), nacido ya en Nueva España, en la ciudad de Pánuco, tan o más mexicano que López Obrador. Fue explorador, fundador y gobernador de la provincia de “Nuevo México”; sólo el nombre elegido demuestra su amor por México. Si este territorio pertenece hoy a los EEUU no fue culpa suya. A pesar de ello, es atacado por haber sofocado la revuelta de Acoma, aunque mucho no debiera odiar a los indios pues se casó con Isabel de Tolosa Cortés de Moctezuma, bisnieta de Moctezuma y nieta de Hernán Cortés.
Debe pedir disculpas por el trato inferido a los indígenas, “después de la independencia”. Porfirio Díaz persiguió a los yaquis (ocasionando 20.000 muertos, muchos más que Oñate) y llevó al práctico exterminio de los mayas. Otros dirigentes criollos también respaldaron agresivas campañas contra los indígenas, expropiando sus tierras y causando por de pronto su empobrecimiento. Cuando España se fue, el 50% de la población mexicana eran indígenas, hoy no llega al 30% los que se reconocen como tal. ¿Dónde ha ido la diferencia?
Cortés y la coquista
Debe pedir disculpas al 90% de los indígenas cancelados (tlaxcaltecas y totonacas, Huexotzinco, Cholula, Cempoala, Quiahuiztlan, Texcoco, Chalco. Xochimilco, Azcapotzalco, Mixquic y Tepeyac…) por convertir a México en aztecocéntrico, cuando los aztecas no pueden ser seriamente considerados “pueblos originarios”, no mucho más que los propios españoles. Llegaron “del Norte” en 1168, invadieron y sometiendo a todos los pueblos que allí residían a una esclavitud que implicaba el pago de impuestos abusivos, debiendo ofrecer como ofrenda a sus hijos e hijas para que fueran sacrificados y sirvieran de banquete. Cortés no conquistó México solo, sino que fueron principalmente sus aliados. hoy cancelados por un discurso excluyente y falsario.
Debe pedir disculpas a la Virgen de Guadalupe, al indio Juan Diego y a todos los católicos mexicanos pues cuando se desprecia el legado hispano se insulta a la fe común y a sus creencias. Que se lo digan a los cristeros. ¿Era acaso mejor la religión que exigía sacrificios humanos? También a los constructores de la Catedral de Ciudad de México, cuyo esfuerzo al parecer sería baldío e ilegítimo, a pesar de ser la más grande de América y nada inferior a las europeas.
Debe pedir disculpas a todos los estudiantes y profesores que pasaron por las aulas de las Universidades de México (1551), Mérida (1624) y Guadalajara (1792) por no poner en valor su esfuerzo y sus producciones académicas. Debe pedir disculpas a todos los médicos y personal sanitario que trabajaron en los casi 300 hospitales que se abrieron durante los tres siglos que duró el Virreinato, en algunos de los cuales se practicaba la medicina y la farmacopea mestiza, mezclando lo mejor de las técnicas europeas y las de la medicina de los chamanes. Debe pedir disculpas a Octavio Paz, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Sor Juana Inés de la Cruz (primera poetisa de las Américas norte y sur), Laura Esquivel y tantos otros por despreciar la lengua común en la escribieron sus obras.
Debe pedir disculpas por el desprecio constante hacia los verdaderos creadores del México moderno: Cortés y doña Marina. El primero diseñó en sus Cartas de relación un sistema de gobierno ejemplar, amén de fundar tres hospitales de su bolsillo. La segunda, indígena, fue la primera mujer estadista e intérprete de lenguas.
Por último, debe pedir disculpas a los mexicanos de hoy por hacer el ridículo y despreciar una inmensa oportunidad. Y es que, en lugar de buscar la liderar a una Nueva Hispanidad, como representante de la comunidad hispanohablante más numerosa (126 millones), incomprensiblemente se dedica a fomentar la división y odio, lo que solo puede beneficiar a quien quiere un México pobre, violento y dividido y corrupto.
Finalmente, si la nueva presidenta de México realmente considera que España debe pedir perdón por la conquista, debería expulsar al resto de mexicanos que tengan aunque sea un 10% de sangre española como descendientes de aquellos terribles invasores. Y es que como decía Octavio Paz, odiar a España es odiar México, pues sangre española corre por sus venas. Cui Prodest?
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