Carles Puigdemont debe decidir en las próximas horas si se casa con la amnistía en la que su equipo ha trabajado directamente con el PSOE, o sigue como diputado europeo, fuera de casa pero con un digno y honesto cargo público, porque las europeas a la vuelta de la esquina les volverán a salir bien. Dilema relativo: vuelve con el PSOE sin dejar caer al actual Gobierno de izquierdas o vamos a elecciones, porque los socialistas carecen de la necesaria mayoría parlamentaria, y entonces los de Junts se arriesgan al retorno del PP.
Si Puigdemont no hubiese huido de la Justicia, la vida política, tanto en Cataluña como en el resto de España, sería más fácil. Su fuga ha causado más daño a su entorno cercano y a todos los que le siguieron, que ahora están pendientes de la amnistía, que los beneficios conseguidos para Cataluña, que ni es independiente y que hasta ahora lo único que se ha conseguido es crispación. Algunas versiones proclaman que ahora viene la etapa de la convivencia. En verdad, convivencia que la que tenga cada uno en su casa, con su familia, con su entorno cercano, no hay más. Cuando uno arriesga debería valorar cuáles serán los beneficios. En este caso, creo que muy pocos, al menos para esas nueva personas que fueron condenados y pasaron en prisión casi cuatro años –los líderes del procès- y hay al menos tres mil implicados pendientes de sentencia. Habría que preguntar a sus hijos si valió la pena que sus padres se saltaran la ley para terminar sus días en prisión. Si han merecido la pena todas esas noches sin que les leyeran un cuento, sin llevarles al colegio, sin estar cuando se ponían enfermos...
¿Qué hemos ganado?
¿Qué han ganado los catalanes, los independentistas y los que no lo somos, los que no nos importa la política, sólo tener calidad de vida? Sería bueno que nos expliquen qué hemos ganado tras aquella declaración de una independencia que jamás se vio, tras tener a dirigentes políticos en la cárcel, tras tener a un ex presidente que da la espalda a la justicia, qué hemos ganado? Quizás, tan sólo frustración. Nada más.
La tan cacareada independencia de Cataluña solo nos trae el bochorno de que ahora Puigdemont va a ser procesado bajo el presunto delito de terrorismo
En Cataluña tenemos un gobierno en minoría que, gracias al apoyo de los socialistas, acaba de aprobar unos presupuestos, 33 diputados de ERC frente a 33 diputados del PSC. Todo sigue igual y nada cambia. Catalanes, madrileños, andaluces seguimos teniendo los mismos problemas y las mismas preocupaciones, pero nada cambia. En Cataluña hasta nos falta el agua. La tan cacareada independencia de Cataluña solo nos trae el bochorno de que ahora Puigdemont va a ser procesado bajo el presunto delito de terrorismo.
Abramos el debate sobre qué supone protestar en este país, cómo se pueden defender unos ideales, qué dice la ley sobre qué es terrorismo, porque en nuestra mente, el dolor provocado por la banda terrorista ETA, pese a haber depuesto sus armas hace más de una década, ese dolor sigue vivo. Puede ser cuestionable el plantear que Puigdemont sea un terrorista, como acaba de hacer la Sala Penal del Tribunal Supremo. Puigdemont no es Otegui. Ni matar supuso la independencia del País Vasco, ni huir de la justicia va a suponer la independencia de Cataluña. Sólo han supuesto palabrería, engaños y dolor.
El asalto al aeropuerto del Prat
Frustración absoluta para quienes defienden la independencia y comprueban que tienen unos dirigentes que consiguen poco o nada. Frustración absoluta para los que quieren una convivencia tranquila y no la tienen. Todo habría sido más fácil si Puigdemont no hubiese huido. Lo único que podrían conseguir a partir de ahora es que Junts pueda volver a gobernar la Generalitat dentro de un año, aunque no será en una Cataluña independiente.
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