Tengo una amiga, de esas de toda la vida, que no sé por qué es mi amiga. No entiendo cómo una persona como ella puede ser amiga mía y cómo podemos querernos tanto, si somos agua y aceite. En el colegio, veíamos desde el patio un cartel que decía "calle de Emilio Mario" y, por esas cosas que solo tienen lógica en la cabeza de unas niñas, llegamos a la conclusión de que eso era una señal que nos mandaba el universo y ella se casaría con un tal Emilio y yo con un Mario.
Creo que Olga, que así se llama mi amiga, no ha conocido a un Emilio jamás y su marido, y padre de sus tres hijos, tampoco juega al mus los domingos con mi inexistente marido Mario. Hemos llevado unas vidas muy distintas, casi me atrevería a decir que completamente opuestas.
Olga es de esas personas que son positivas sin quererlo. No lo puede evitar. Incluso cuando está enfadada o fastidiada te trasmite optimismo. Sin forzarlo, de manera natural, como son las cosas buenas de la vida.
Recuerdo una vez de tantas en que yo estaba tratando de convencerme de que mi vida había sido un fiasco, porque nada de lo que planeé había sucedido, cuando me dijo: "Jo, Rosi, tienes una moto, un descapotable, un piso, has sido jugadora de póker, has viajado, has conseguido todo con lo que soñabas de pequeña y más".
Y claro, te tienes que callar y no puedes rechistar, aunque te llame Rosi y eso te repatee el higadillo, porque ya solo puedes pensar en que le den morcilla a Mario, donde quiera que esté.
El descapotable y el hambre en el mundo
Reconozco que soy una de esas personas que se dan mucho el coñazo a sí mismas, hasta el punto de incluso olvidar que yo de pequeña soñaba con tener un descapotable y una moto tipo custom cuando fuera mayor, mientras seguramente Olga soñaba con acabar con el hambre en el mundo o algo similar.
–Rosi, ¿qué haces?
-Pues nada, Olga, pensando sobre qué escribir para un nuevo artículo.
-¿Y por qué no escribes sobre el amor? Llevo tiempo que leo por todas partes que hay que evitar el apego emocional con las personas. Como si el apego fuera malo. A mí me parece que el apego y el cariño hacia las personas que amamos es sano. Otra cosa es que debamos alejarnos de relaciones tóxicas.
Y esto tiene las narices de decírmelo una persona que sabe que no me gusta abrazar ni besar a la gente. Pero cómo no la voy a querer si para otra persona cualquiera con su misma visión de la vida yo sería una de esas personas tóxicas de las que hay que alejarse.
Así que aquí estoy, intentando escribir sobre el amor, el apego y la toxicidad. Para colmo, si de algo estoy convencida en esta vida es que hay que alejarse de las cosas tóxicas, como el uranio y el plutonio, pero no de que haya personas tóxicas.
Lo que sí es más que probable es que yo salga huyendo de ti si me empiezas a lanzar esos mensajitos que están tan de moda ahora como "lucha por tu sueño"
Puede que yo no destaque por mi optimismo y que mi hiperrealismo resulte hasta hiriente en ocasiones a algunas personas, pero dudo mucho que porque te tomes un Rioja en mi compañía te vayas a volver una persona hiperrealista a la que le sube el azúcar en sangre cada vez que ve una taza de Mr. Wonderful. Lo que sí es más que probable es que yo salga huyendo de ti si me empiezas a lanzar esos mensajitos que están tan de moda ahora: "¡lucha por tu sueño! ¡Si quieres, puedes! ¡El éxito solo hay que visualizarlo!..."
Como hiperrealista convencida no soporto ese falso postureo que se ha impuesto últimamente. No es más que una mala copia de mi amiga Olga, porque ella tiene sentido común y sabe que, en muchas ocasiones, aunque quieras, no puedes; aunque te esfuerces, no llegas; si la lucha está acabando contigo, el sueño puede estar equivocado y es mejor soñar otro; y, por encima de todo, sabe que aunque te visualices tomando mai thais en una isla del Caribe, si no curras, te planificas y ahorras, vas a seguir visualizándote en el Caribe, pero mientras tomas una coca-cola zero en el sofá de casa.
Ella solo me mentiría si tuviera que ocultarme que tengo una enfermedad terminal o algo parecido. Y aún así, seguro que me lo contaba con esa manera tan especial que tiene de decir las cosas
Inexplicablemente, Olga dice que la animo. Cuando se ha torturado un poquito de más la cabeza, achacándose culpas que no son suyas, como hacemos todos alguna vez, mi hiperrealismo le ha servido de ayuda. Lo que no le ha ayudado es esa gente que le dijo: "Todo pasa por algo", "anímate y sonríe, que la vida es muy bonita", "si lloras porque el sol se ha marchado, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas", etc, etc. Ya sabéis a lo que me refiero.
Dice que sí que le sirvo hablándole a través de la verdad o simplemente cuando le digo: "Tienes razón para sentirte así. Es normal. No tiene nada de malo estar triste. ¿Puedo ayudarte en algo? ¿qué necesitas?". Me dice que le hago bien y yo la creo, primero porque me interesa creer que soy útil para alguien y, finalmente, porque es demasiado buena persona para mentirme en algo así. Ella solo me mentiría si tuviera que ocultarme que tengo una enfermedad terminal o algo parecido. Y aún así, seguro que me lo contaba con esa manera tan especial que tiene de decir las cosas, hasta hacerme sentir bien por morirme.
De manera que mientras muchos vivís poniendo etiquetas de persona tóxica y huyendo de todo aquél que os cuente un problema, que no le sepa sonreír a la vida con vuestras ganas o que simplemente os aburra, yo voy a seguir admirando a personas como Olga, que te hacen feliz sin saberlo, y empapándome de su halo de positivismo natural engendrado únicamente por bondad. Voy a seguir ofreciendo mi hombro a quien me importa y tiene un mal momento o una mala temporada, porque mi hombro es mejor sitio para llorar que cualquier otro en el que tenga que hacerlo solo. Voy a continuar alejándome de las personas que solo te quieren cuando les haces reír o sentir bien, de esas que son extremadamente sonrientes pero que te ponen mala cara cuando te quejas y, por supuesto, seguiré huyendo del uranio y del plutonio, que son muy tóxicos según tengo entendido.
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