Dentro de solo 12 días sabremos con total exactitud el resultado de las inminentes elecciones generales y la multitud de sondeos que estamos conociendo no servirán entonces de nada, si acaso para señalar con recochineo a quien se haya equivocado más en sus pronósticos. Mucha inversión para tan poco rédito. Teniendo la solución tan cerca comprendo que haya muchos que sospechen que publicar tantos sondeos ahora no tenga por objeto en absoluto saber lo que piensa la gente, sino únicamente influir sobre su voto. Y puede que así sea.
Pero entre tanto gráfico electoral ha pasado casi desapercibido un sondeo auténticamente interesante, sobre un tema decisivo para el futuro de España. Me refiero a la última encuesta de fecundidad del Instituto Nacional de Estadística (INE), que apunta un dato muy sorprendente: que el principal motivo por el que las mujeres españolas retrasan hasta cuatro años la maternidad es porque no tienen una relación de pareja adecuada. Casi la mitad de ellas así lo manifiestan (el 47,6%) y -no se lo pierdan- algo más de la mitad de los varones (54,25%) dicen lo mismo.
Todos alegando que la culpa era de la pérdida de valores, de la precariedad y de la difícil conciliación laboral/familiar, hablando de ello en las teles, en programas electorales y en sesudos debates y resulta que son las nuevas formas del desamor y el desapego las principales causas de que estemos perdiendo la siguiente generación de españoles.
De las relaciones entre parejas jóvenes va a depender mucho más el futuro del país que de las coaliciones políticas que vendrán tras el 28 de abril
Cierto es que la segunda razón que alegan las personas jóvenes es, por supuesto, lo difícil que es tener hijos y trabajar y sin duda la precariedad y los problemas económicos influyen, pero lo más sorprendente que la encuesta de INE nos enseña es que, además de consumidoras, compradoras y trabajadoras, las personas somos en primer lugar eso, personas sensibles que, además de porcentajes y ratios, también tenemos que lidiar con nuestros sentimientos, aprensiones y miedos; que no decidimos solo con la calculadora sino también con el corazón.
Los cambios en las relaciones entre jóvenes hombres y mujeres que están sucediendo muy rápidamente a nuestro alrededor tienen mucha más importancia de la que le damos. De hecho, de esas relaciones dependerá el futuro de nuestro país mucho más que de las coaliciones políticas que vendrán tras el día 28 y que tanto nos parecen inquietar estos días.
Hace poco la agenda pública descubrió que hay una España vacía o vaciada con gente que sufre y no han faltado actos electorales allí donde nunca iba nadie hasta ahora. También hemos aprendido el término “invierno demográfico” sin darnos cuenta de verdad del auténtico frío que nos va a traer, así que lo despachamos como todo: sin escuchar y con recetas que no pueden funcionar y que no van a hacerlo, como pretender que las mujeres pierdan los derechos que han conquistado y regresen a la familia tradicional a tener hijos o tal vez creyendo que todo es simplemente cuestión de economía, dinero y más permisos legales de paternidad.
Lo que esta encuesta tan verdaderamente útil nos está enseñando, si es que lo queremos ver, es que hay una corriente de vida real que está pasando a nuestro lado, más lenta que las urgencias políticas, más íntima y silenciosa que las broncas cotidianas pero que es firme, poderosa y profunda. Tal vez imparable y, por supuesto, decisiva.
Mientras sigamos atendiendo al ruido nos perderemos las cosas importantes que pasan por la cabeza y el corazón de las personas más jóvenes, creyendo estúpidamente que no afectan a lo importante. No hay duda de que son obligados todos los esfuerzos que se hagan para mejorar la seguridad laboral y la conciliación familiar de madres y padres pero, además de esas cosas, quizás convendría también escuchar más sus razones y no creer que todo lo que pasa a nuestro alrededor depende de lo que ponga o no en el Boletín Oficial.
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