Análisis

¿Podría la Barcelona de Colau organizar unos JJOO?

El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont; el ministro de Industria, José Manuel Soria y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau en el MWC

John Hoffman, CEO de GSMA, la asociación propietaria del Mobile World Congress (MWC), nunca llegó a creer que la huelga de los trabajadores de Transports Metropolitans de Barcelona (TMB) llegara a producirse durante la celebración del congreso. Es un evento demasiado importante para la ciudad como para que un sindicato ponga en peligro la movilidad urbana, indispensable para el éxito de un evento que atrae a miles de congresistas. A Hoffman le importa un pimiento que quien se aloja en el Ritz no llegue a su hora, pero sí que la gente que ha viajado a Barcelona alcance fácilmente el recinto, y que los expositores estén en su sitio, y también las azafatas, y los camareros… Lo de la huelga se había convertido en una amenaza recurrente, aunque al final siempre se arreglaba. Y creyó que este año volvería a pasar lo mismo: que el alcalde y la Generalitat desactivarían la espoleta. Pero esta vez se equivocó.

Por eso Hoffman no salía de su asombro cuando a primera hora del lunes tuvo noticia de las colas de viajeros varados en las estaciones de metro, mientras en superficie se sucedían los atascos de tráfico a cuenta de unos servicios mínimos que nadie, ni el Ayuntamiento ni la Generalitat, se habían atrevido a cuestionar. Barcelona era una ciudad herida, colapsada por la huelga de unos trabajadores que no están precisamente mal pagados, a una media de 33.000 euros año. De modo que Hoffman se negó a asistir a la inauguración en señal de protesta, dando la espalda a unas “autoridades” incapaces de evitar el espectáculo. El responsable de GSMA adujo que tenía que dedicarse a arreglar los desperfectos provocados por los sindicalistas y no resueltos por los políticos. Demoledor.

Con la huelga de los trabajadores de TMB, la señora Colau ha probado su propia medicina

“Recibimos el MWC con una huelga de los transportes públicos”, escribía el lunes Xavier Salvador en Crónica Global, “unas administraciones peleadas entre sí porque son de diferente color político y defienden intereses distintos. Un Jefe del Estado que no conoce al primer mandatario de la región, una alcaldesa que primero hace demagogia y que luego negocia con los huelguistas del metro sin éxito, y unos taxistas mosqueados, cabreados de tanto populismo barato en los últimos meses”. Bello panorama de aglomeraciones y atascos, que ha continuado estos días.

A los organizadores del evento no les cabe en la cabeza lo ocurrido. No entienden cómo es posible que una ciudad cosmopolita como Barcelona, con un cartel inigualable en todo el mundo desarrollado desde los años noventa, esté poniendo la zancadilla a uno de los eventos congresuales más importantes del mundo, la actividad generadora de riqueza, trabajo y promoción más importante del año. “Convertimos Barcelona en la capital mundial de la tecnología –cada año el MWC tiene menos que ver con los móviles y más con las tecnologías- durante una semana al año y ¿la boicotean?”, se preguntaban el lunes en el entorno de Hoffman. “¿Se han vuelto todos locos…?”

Retratados de cuerpo entero

Seguramente sí. O probablemente no sepan hacer otra cosa que populismo barato. Lo de siempre. Porque ni la hada madrina Colau ni el gran Junqueras, maestro Ciruela convertido de repente en conseller de Economía de la Generalitat, han gestionado nunca nada. Nunca han tenido que pagar una nómina. Ambos han quedado retratados de cuerpo entero. Ambos acaban de enviar un mensaje revelador de su inutilidad a los ciudadanos barceloneses. Desde el punto de vista de un observador imparcial, el asunto no deja de tener su guasa, porque, con la huelga de los trabajadores de TMB, la señora Colau ha probado su propia medicina, la medicina demagógica de la lideresa antidesahucios que nunca se vio envuelta en uno.

Hilarante la petición de disculpas que ayer formulaba al comité de huelga a través de su Twitter: “He leído cosas como 'Colau se sienta del otro lado', como si la 'Ada alcaldesa' fuera completamente distinta de la 'Ada activista'. Sinceramente, yo no lo vivo así. Vengo de donde vengo, y soy la misma persona. Es evidente que como alcaldesa tengo unas responsabilidades diferentes, pero me mueve exactamente la misma voluntad…”. No hace falta que lo digas Ada: la de oficiar como vanguardia de la revolución ciudadana, eso sí, en cómodos plazos.

No ha quedado mejor el gran Junqueras. Solo ayer su departamento acordó elevar los servicios mínimos del 50% al 65% durante las horas punta. El sindicato CGT, mayoritario en el comité de empresa, ha dedicado a ambos dos una sonora pedorreta: “No es cierto que se hayan producido problemas de seguridad o de movilidad (….) La realidad es que los políticos catalanes y de Barcelona llevan días comiendo, bebiendo y relacionándose con las personas más ricas del mundo y no pueden permitir que en la ciudad haya huelgas tan visibles”.  

La Barcelona de hoy sería incapaz de organizar unos JJOO por ausencia de talento y vocación de trascendencia

La Barcelona cosmopolita ha mostrado al mundo lo que ahora es y lo que fue. La Barcelona en manos de los antisistema, capital de una Cataluña gobernada por la izquierda separatista con los restos de CDC como compañeros de viaje, sería incapaz de organizar hoy unos Juegos Olímpicos como los que tuvieron lugar en 1992. Por ausencia de talento, capacidad de gestión y vocación de trascendencia. Imposible con gente como la Colau y Puigdemont, cooptados entre otros iguales o peores. Nada que rascar. Es la cosecha de demagogia de muchos años. Vidilla para estelados, okupas y manteros, y palo y tente tieso para quienes pagan impuestos y cumplen las leyes. Una auténtica distopía social generada por la prolongada ingesta de emociones manipuladas y buenismo suicida.

La balsa navega rumbo a Albania

Lo más sorprendente es que la sociedad barcelonesa, que antes no hubiera tragado con una deriva que solo puede traer oscurantismo y miseria, calla ahora cual difunta. Ningún sentido crítico. Cero libertad para expresar lo que siente. Muchos años de intoxicación nacionalista, por un lado, y de silencios cómplices, por otro. La balsa de la secesión navega rumbo a Albania, que nadie se engañe, y que se olviden de Dinamarca y otras marcas. El decorado se resquebraja y nadie se atreve a tomar decisiones. “Esta es la Cataluña que hemos creado, y en esto nadie puede echar la culpa a Madrit como haría Rull”, aseguraba ayer un notable barcelonés.

¡Y cuidado! El nivel de complejidad del MWC hace muy difícil imaginar un cambio de ubicación, pero esa posibilidad existe. El último cambio de destino provocó un terremoto político en Cannes, una ciudad mucho más pequeña que Barcelona, con la dimisión de su alcalde. Al margen de la pintoresca provocación lanzada ayer por la presidenta de la Comunidad de Madrid, un gigante como Shangai ha echado ya la caña y está a la expectativa. El MWC es un bocado demasiado goloso. Que nadie se equivoque en Barcelona.

Exit mobile version