Análisis

David Madí, el hombre en la sombra

          

Cuentan en Barcelona que David Madí i Cendrós (Barcelona, febrero de 1971), exjefe de gabinete e íntimo amigo de Artur Mas, echa la culpa a Francesc Homs, que desde 2010 ocupa el mismo cargo a la sombra de Mas, de la pérdida de la centralidad de Convergencia (CDC) y del proceso de mimetización con ERC que en el camino hacia la Arcadia de la independencia ha protagonizado el partido antaño banderín de enganche de la industriosa burguesía catalana, un viaje que se ha demostrado letal para una Cataluña hoy alarmantemente escorada hacia la izquierda, qué digo, hacia la extrema izquierda (en el aparatoso revoltijo catalán, ERC parece ahora un vulgar partido socialdemócrata), y que puede terminar con el cadáver del propio Mas ardiendo en la pira de una CDC también aniquilada por el delirio de los halcones convergentes que encabeza Quico Homs.

La relación actual entre Madí y Homs es mala tirando a pésima. Inexistente, dicen algunos. Nadie lo hubiera imaginado en los años felices en que ambos, junto con Germá Gordò y Oriol Pujol Ferrusola, el hijo del padre padrone, conformaban lo que se dio en llamar “el pinyol”, el hueso, el núcleo duro, la guardia de corps que protegía y amparaba las aspiraciones de Mas de llegar a la presidencia de la Generalidad. El cuarteto ha saltado por los aires. Porque los jueces han entrado a saco en el caso del delfín de don Jordi; porque Gordò, menos talibán y más proclive a algún tipo de pacto con Madrid, tiene el techo de cristal como cobrador del frac de CDC; porque Madí, en la mejor tradición de próceres como Alavedra, Prenafeta y compañía, se dedica hoy a ganar dinero con gran éxito de crítica y público tanto en Madrid como en Barcelona, no obstante lo cual sigue teniendo línea directa con Mas, sigue siendo considerado por Mas como “el más inteligente y el mejor asesor y amigo que he tenido nunca en política”, y eso cabrea mucho a un Homs obligado a estar en primera línea, a llevarse las tortas, y a no comerse un rosco en lo que a pasta se refiere, al menos que se sepa.

A Homs le cabrea mucho que Mas siga considerando a Madí como "el más inteligente, el mejor asesor y amigo" que ha tenido nunca en política

En realidad Quico Homs nunca estuvo al mismo nivel, nunca pasó de ser un ayudante de Madí cuando este hacía y deshacía a su antojo en CiU, nunca perteneció, ni jerárquica ni familiarmente, a ese cogollo de familias convergentes que arroparon a Pujol en los años duros, aquellos dos años y pico, primeros de los sesenta, que como opositor al franquismo pasó en la cárcel, a la salida de la cual el abuelo de Madí, Joan Baptista Cendrós, el rico inventor del Aftershave Floïd, lo “recogió”, en el pleno sentido del término, en su casa. Y es que Madí, independentista convencido como su abuelo, es responsable de haber llevado a Mas a la presidencia de la Generalidad y haberle fijado la hoja de ruta que debía, con Convergencia al frente del prusés, nunca como satélite de ERC y mucho menos de la extrema izquierda, llevar a Cataluña a la independencia. Como ha escrito Salvador Sostres, “Mas es una botella vacía que Madí se ha ido encargando de llenar”.

Entre los años 1994 y 2010, David Madí lo fue casi todo en CiU y en la propia Generalitat como experto en comunicación y estrategia electoral y, sobre todo, como gran muñidor de la carrera política de Mas. Eso sí, siempre en la cocina del partido y del Govern, siempre en la sombra, siempre tras las bambalinas, con un poder que fue creciendo de forma exponencial al amparo de su innegable talento como estratega de la política, una cierta soberbia rayana en la arrogancia en el trato con sus inferiores, y una dureza sin contemplaciones a la hora de destruir a sus enemigos (véase su Democràcia a sang freda, 2007, un libro en el que pone a caldo a todo bicho viviente). Un tipo duro, no particularmente exquisito en el trato, y con capacidad para tomar decisiones allí donde la mayoría se arruga.

Decidido a hacer realidad el sueño soberanista de una Cataluña irredenta, Madí puso pronto sus ojos en aquel apuesto político con aspecto de jefe de planta de El Corte Inglés, a quien la independencia le daba entonces “mucha pereza”. Y mientras sus amigos del “pinyol” empiezan a girar en torno a satélites de menor porte en las distintas consellerias, nuestro hombre se hace nombrar jefe de gabinete cuando Arturo (Artur a partir de 2000, fecha en que catalanizó su nombre) se convierte en conseller de Economía. Y ahí se hacen inseparables, porque le resuelve los problemas, le libera de los marrones, le hace la vida fácil. Todo con la suficiencia, la seguridad del joven veinteañero que sabe que cuenta con el respaldo de la “casa Pujol” y del resto de familias convergentes, empezando por la suya propia, gente acomodada que le aportará la tranquilidad de no tener que mendigar un cargo para vivir de la política. Su meta era hacer presidente de Cataluña a Mas, y en el logro de ese objetivo se convertirá en un fontanero implacable, decidido a cerrar el paso como sea a un Duran i Lleida que, como líder de Unió, aspiraba a ser elegido por el sumo pontífice Pujol como conseller en cap y aspirante a la sucesión.  

Maragall a Mas: “Vostès tenen un problema”

El 21 de enero de 2001, Pujol elige como su delfín al joven Mas, tras una ardua labor de zapa de Oriol sobre su padre, porque éste es nuestro hombre, incluso por edad, para la tarea de calentar temporalmente el sillón de la Presidencia hasta que el propio Oriol Pujol pudiera dar el salto, inaugurando así una dinastía a lo Kim Il-sung al otro lado del Ebro. Tras verse obligado a dimitir en 2003 por el escándalo de unas encuestas demasiado “cocinadas”, Madí se centra entonces en el partido y se convierte en director de campaña de las séptimas elecciones al Parlament, las primeras de Mas como candidato a la Generalitat (noviembre de 2003). Mas ganó aquel combate con 46 diputados, pero la alianza posterior entre PSC, ERC e Iniciativa sentó en el trono a Pasqual Maragall al frente del primer Tripartito, aquel Maragall que en histórica intervención, 24 de febrero de 2005, quitó el tapón de la corrupción con la que CiU, la familia Pujol a la cabeza, estaba inundando la Cataluña clientelar en la que no es posible hacer un negocio sin pagar mordida: “Vostès tenen un problema, i aquest problema es diu 3%”. Un descompuesto Mas le pide que retire la acusación y le amenaza con “coses molt importants al servei d'aquest país”. Resulta que no era España, o no solo España, quien nos estaba robando. 

Madí se marchó de la política dejando apuntalada una hoja de ruta que pasaba por recuperar la catalanidad de las instituciones y conseguir el pacto fiscal

Madí consigue que su pupilo vuelva a ganar las autonómicas de noviembre de 2006 (48 diputados), pero de nuevo el segundo Tripartito, al mando de José Montilla, le aparta del camino. Y es entonces cuando se da cuenta de que para echar un pulso al Estado es preciso reunir bajo el paraguas del “derecho a decidir”, eslogan que él mismo pone en circulación, a todo el catalanismo político por encima de ideologías. Tendrían que llegar las elecciones de noviembre de 2010 para que Mas, con 62 diputados, alcanzara por fin la presidencia de Cataluña sobre los restos del naufragio del Tripartito. Apenas unas semanas después, se despedía de la política para recalar en la empresa privada, ello en la mejor tradición de esos políticos españoles, y no solo catalanes, dispuestos a utilizar las redes de poder que han tejido en el cargo para hacer fortuna. Madí se va, pero regala a su amigo una detallada hoja de ruta capaz de llevar a Cataluña hasta la Arcadia de la independencia. El aludido rebate esta tesis: “Eso no es cierto o no del todo. El objetivo estratégico en 2010 era echar al Tripartito, recuperar la catalanidad de las instituciones y hacer una gran apuesta en favor del pacto fiscal con el Gobierno central. Y los planes para una segunda legislatura apuntaban a forzar un referéndum sobre ese pacto fiscal, además de apuntalar el catalán y contar con un Poder Judicial autónomo. Es verdad también que, si esa vía fracasaba, el proceso terminaría desembocando en un escenario soberanista, pero la sentencia del TC de junio de 2010 lo precipita todo: se queman etapas de golpe, se convocan nuevas elecciones con dos años de antelación, un error muy grave, y se termina en el enloquecido escenario actual”.

Todo cambió el 11 de septiembre de 2012, la Diada, cuando, convertido en secretario general de la presidencia, portavoz y hombre fuerte del Govern desde la retirada de Madí, Quico Homs se asoma a un balcón de la Gran Vía de les Corts y contempla el Paseo de Gracia ocupado por una multitud que enarbola esteladas con el lema “Catalunya, nou estat d’Europa”, y tiene una erección, una emoción indescriptible que le lleva a ir corriendo al palacio de la Generalidad a contar excitado a su jefe lo que está ocurriendo, el fenómeno –en realidad 600.000 personas, un montón, cierto, pero apenas el 8% de la población-  de una Cataluña soliviantada, y le dice que se levante, que ha llegado la hora de hacer realidad el sueño del “estat propi” por la vía del “dret a decidir”, y que eso es pan comido. De modo que, justo dos semanas después, Mas anuncia la disolución del Parlamento y la convocatoria de nuevas elecciones, porque, según Homs, cerebro gris de la huida hacia adelante, y según los sondeos de Feedback (Jordi Sauret), ahora sí que la mayoría absoluta está garantizada, y con ello la posibilidad de hacer realidad la separación de Cataluña de una España sin pulso, y además sin necesidad del apoyo parlamentario de ERC.

Resultó que en la piscina no había agua. En la consulta de noviembre de 2012, CiU pierde 12 diputados pasando de 62 a 50, mientras ERC más que dobla los suyos (de 10 a 21). Artur Mas no tiene otra salida que ponerse en manos de la izquierda (ERC e ICV) para poder formar Gobierno. El ala más radical del sector soberanista de CDC, que desde el partido y el grupo parlamentario lidera Oriol Pujol, se erige en columna vertebral del Govern, con el propio Homs como hombre fuerte (consejero plenipotenciario de Presidencia) y con Gordò como conseller de Justicia. Los restos del “pinyol” se erigen en protagonistas de la estrategia de confrontación con el Estado. Es la “transició nacional”, de cuya planificación y ejecución se va a ocupar Homs mediante la ocupación por el independentismo de todos los espacios públicos y privados, en una ingente tarea de homogeneización social financiada con el dinero de Madrit y catapultada por el control de los medios de comunicación, con TV3 y el grupo Godó al frente. 

La CUP y los ricos de La Bonanova y Pedralbes

Lo demás es reciente: el referéndum del 9-N y las elecciones autonómicas el pasado 27-S. Madí ha vuelto en los últimos tiempos a la sombra de un aturdido Mas, desplazando a un Homs muy quemado y caído en desgracia, pero sin tiempo para arreglar el desastre que se avecinaba. La nave en la que Mas ha embarcado a Cataluña ha embarrancado y está hoy a merced de los vientos que impulsa un partido de extrema izquierda. La locura de los responsables de Convergencia, el partido al que votan desde hace 40 años las clases medias y los ricos de La Bonanova y Pedralbes, cuyas esplendidas masías en La Cerdaña amenazan con expropiar los anarquistas de la CUP, llega al punto de estar dispuestos a aceptar algunas de sus exigencias anticapitalistas simplemente para poder formar Gobierno. Mientras tanto, Madí, convencido de que “la CUP acabará votando a Mas”, asiste perplejo al callejón sin salida al que sus íntimos han llevado a Cataluña. Él lo hubiera hecho de otra forma. Él hubiera terminado de llenar la botella del soberanismo sin rupturas traumáticas con el Estado y sin dar entrada en el palacio de invierno a esa amalgama de izquierdas, muchas de ellas antisistema, que amenaza la prosperidad de Cataluña. Él tenía razón: no es prudente embestir de frente al toro español incluso estando dopado.

Muy consciente de la pobre calidad del material humano que se mueve en política, Madí decidió pronto sacar los pies del barro y dedicarse a ganar dinero. Hoy se ocupa, entre otras cosas, de Endesa en Cataluña, la filial de la italiana Enel que en Madrid pastorea Borja Prado, adonde llegó de la mano de Miguel Roca; también de Applus Cataluña; de Deloitte (casualidad o no, los contratos de la multinacional con la Generalitat se han multiplicado); del grupo Godó, y de sus propias firmas de consultoría. Sorpresas de la vida, el teórico del soberanismo se hace rico gracias a empresas con sede social en Madrid. Deloitte lo pasea mucho por la capital y lo sienta a cenar con gente importante a la que explica lo que ocurre en Cataluña, “como gran experto y amigo íntimo de Artur Mas”, un Mas con el que ahora proyecta instalar un restaurante de lujo en la sexta planta del Gran Teatro del Liceo, con la colaboración de los hermanos Roca, del Celler de Can Roca. Un Madí que se declara admirador de Albert Rivera, que sigue vibrando con la política, incluso la echa de menos, pero que jamás volverá a compartir la mediocridad de esos políticos que han hecho descarrillar Cataluña en cuanto él decidió apearse del puente de mando.

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