Análisis

Mas sabe más que Rajoy, Merkel y Cameron juntos

Artur Mas.

A tres semanas de las elecciones catalanas, por la Barcelona de los ricos asustados con el prusés corre como la pólvora la especie de que Artur Mas prepara su salida definitiva de Cataluña para no volver jamás. Dicen que el hombre que ha llevado a Cataluña al borde del precipicio se ha comprado una casa en el Estado de Nueva York, donde estudia uno de sus hijos, y piensa instalarse allí en cuanto la montaña de esas elecciones que quiere plebiscitarias dé a luz lo que tenga a bien parir, un monstruo o un ratón, pero que él se va, se retira a una especie de exilio que nunca será interior y mucho menos de paz, porque, en el mejor de los casos, en caso de que la “desconexión” del independentismo con España no acabe en “apagón” total para Cataluña, tras de sí dejará un panorama de frustración, depresión y rabia contenida que nadie sabe qué derroteros podría llegar a tomar un día. Es lo que tienen los mesías. Es su herencia. Vienen al recuerdo los brillantes versos de Espriu: “A veces es necesario y forzoso / que un hombre muera por un pueblo / pero nunca ha de morir todo un pueblo / por un hombre solo / recuerda siempre esto, Sepharad”.

Mas es un político amortizado que tiene escasas posibilidades de sobrevivir al terremoto que tan decisivamente ha promovido

Nadie da un duro por Mas incluso en el hipotético caso de que Junts pel Sí lograra la mayoría de 68 diputados en el Parlament, cosa bastante improbable. Emboscado vergonzante en el cuarto puesto de esa lista, Mas es un político amortizado que tiene escasas posibilidades de sobrevivir al terremoto que tan decisivamente se ha empeñado en promover, y que incluso en la propia Convergencia ha pasado ya el testigo a Germà Gordó, actual consejero de Justicia, como quedó de manifiesto en la escola d'estiu de CDC este verano. Si Junts pel Sí necesitara el apoyo de las CUP –esa cosa asamblearia que fusiona comunismo e independentismo al 50% y que preside un tal Fernández- para poder formar Gobierno, la mayoría izquierdista de la coalición impondría a un presidente de su cuerda que muy probablemente sería el aparatoso Romeva. Muy pocas de las incógnitas que penden sobre el futuro del prusés se van a despejar, con todo, antes de que se conozca el resultado de las generales que ya sabemos tendrán lugar en diciembre, de las que podría salir un Gobierno en Madrid más proclive a algún tipo de entendimiento con los sediciosos de lo que ha sido el presidido por Mariano Rajoy.

El denominador común de las encuestas coincide en que la lista que promueven CDC y ERC quedará lejos de la mayoría absoluta de diputados, aunque podrían alcanzarla con la suma de los de las CUP, la extrema izquierda llamada a ser una de las triunfadoras de la noche del domingo 27, lo mismo que Ciudadanos, que podría instalarse como segunda lista más votada por encima de la que patrocina Podemos (“Lo de Podemos es una desgracia para los constitucionalistas, porque podrían contrarrestar el crecimiento de las CUP, pero la candidatura es tan floja que van a quedar lejos de sus expectativas"). Luego aparece el PP de García Albiol, cuyo discurso, de tinte lerrouxista, se escucha con agrado en el antiguo cinturón industrial de Barcelona. Tras el PPC, un PSC que trata de sobreponerse a todas sus desgracias y, en fin, la que puede ser para muchos gran sorpresa de estas elecciones, que no es otra que la Unió de Duran i Lleida, que podría recoger una parte del voto burgués de la antigua CiU, espantado ante el salto al vacío de la independencia. “Nada está escrito en Cataluña, porque te encuentras con gente que un día te dice convencida que va a votar a Fulano y al día siguiente, cabreada con el último suceso o la última frase, te cuenta con idéntica seguridad que ahora va a votar a Mengano, lo que indica que el magma de indecisos es muy grande”.

A frau Merkel le encanta el Vega Sicilia

¿Y qué pasa en el PP? Arriesgada pregunta. Don Mariano aterrizó en Berlín la tarde del lunes y de allí se fue en coche con sus ayudantes hasta el castillo de Messeberg, a unos 80 kilómetros de Berlín, donde lo recibió frau Merkel con la cordialidad que atesoran dos viejos aliados algo aburridos por los achaques y los años. Durante el paseo que la pareja dio por los alrededores de la fortaleza, con precioso lago incluido, se pudo ver a un Mariano muy activo de gesto, sin presencia aparente de intérprete, que dicen que últimamente ha realizado grandes progresos con el inglés. A la caída de la noche, y ya con intérpretes y equipos respectivos, ambos mandatarios compartieron cena y charlaron largo y tendido en el jardín hasta la 1 de la madrugada. La Frau dándole con fruición al tinto Vega Sicilia, del que se declara profunda admiradora; el gallego, apegado al whisky con hielo. Ambos durmieron en el propio castillo en habitaciones paralelas y desayunaron juntos en la mañana del martes. “Nunca, desde los tiempos de Felipe González y Helmut Kohl, las relaciones entre un canciller alemán y un jefe de Gobierno español habían sido tan buenas. Total sintonía”.

Mas aseguró que “el proceso quedará parado” en caso de derrota, pero ¿dónde está la frontera de esa derrota? ¿Quién la fija?

Lo relevante, con todo, fue la contundente declaración de la alemana contra las pretensiones del independentismo catalán. “Hemos hablado de la situación en Cataluña. Y en esto no hay diferencias, hay que respetar la legalidad internacional y los tratados internacionales”. En otras palabras: los Tratados de la Unión Europea preservan la integridad territorial de los Estados y su soberanía. La contundencia de la señora sonó a golpe definitivo en la sesera del secesionismo. Un éxito del Gobierno Rajoy. Un éxito tan grande que en Madrid ese mismo Gobierno se encargó horas después de arruinarlo con la ideica de reforma del Tribunal Constitucional. A reparar el destrozo vino el viernes el premier británico David Cameron. La misma contundencia que Merkel con la cuestión catalana. Idéntica claridad y concisión. “Somos más fuertes y prósperos juntos”. Tras advertir que “los gobernantes deben ajustarse al imperio de la ley”, fue directo al corazón al señalar que la secesión acarrearía la salida de la UE de una Cataluña que “tendría que empezar a hacer cola detrás de otros países candidatos a la adhesión”. Por ejemplo, detrás de Turquía.

A Artur Mas esas advertencias se la bufan. El señorito ha moldeado un futuro al gusto de las huestes secesionistas y ya le pueden ir dando a la realidad. El viernes afirmó campanudo que Cataluña seguirá formando parte de la UE "sea cual sea el resultado del 27-S”. Él sabe más que Rajoy, Merkel y Cameron juntos. Horas antes había dicho en una radio que “el proceso quedará parado” en caso de derrota independentista, pero ¿dónde está la frontera de esa derrota? ¿Quién la fija? Pues depende. “Contaré los diputados, no los votos”, aclara. Ahora ya no le valen los votos. Ya no los necesita para declarar la independencia: le sobra con los diputados. Es lo que le dicen las encuestas. Felipe González dio por eso en el clavo cuando, en su celebrado artículo “A los catalanes”, afirmó que lo que ocurre en Cataluña “Es lo más parecido a la aventura alemana o italiana de los años treinta del siglo pasado”, una frase que ha escocido como pocas a los escribas que, al otro lado del Ebro, han envenado la relación entre Cataluña y el resto de España. Tan redonda le había quedado la pieza a Felipe, que ayer sábado tuvo que acudir a La Vanguardia a presentar sus excusas a “la alianza catalana de burgueses (CDC) y trabajadores (ERC y CUP)", en feliz expresión de Arruñada y Lapuente Giné. Los socialistas españoles y sus eternas dudas con España.

Hasta Guatemala ha metido entre rejas a su presidente corrupto

Y de la corrupción… ¿Qué? Pues de corrupción, ná de ná. El parlament celebró sesión para exigir explicaciones a don Arturo sobre el famoso 3% y un poco más y le sacan en procesión bajo palio por plaza Sant Jaume. Nadie desenmascaró sus falsedades. Por mucho menos, el parlamento de Guatemala ha forzado la dimisión del presidente Otto Pérez Molina y lo ha metido entre rejas. Basta leer, con todo, las declaraciones a cara descubierta de Montserrat Gassull, la ex concejal de ERC en Torredembarra que denunció la corrupción en su Ayuntamiento, para tener clara la dimensión del embeleco al que el nacionalismo ha sometido a Cataluña. Merecen la pena. Son apenas unas líneas: “No contestaron ni a la carta. En algunas juntas territoriales decían que íbamos en contra del proceso constituyente. Pues claro que lo conocía Oriol Junqueras. Le fui a buscar a un acto en Tarragona…” También lo conocía Mas: “La dirección de CDC de Torredembarra fue a encontrarse con la cúpula y regresó con las manos vacías, como yo. Artur Mas tiene una carta y Ramón Espadaler, consejero de Interior entonces, también. Íbamos a actos de CDC y les dábamos las denuncias…” Por supuesto, Gassull ya no está en ERC. ¿Cuántos Torredembarras hay en la Cataluña nacionalista?

¿Y qué dice Mariano de todo esto? Mariano se ha puesto serio y está dispuesto a sacar el hacha de guerra. Lo del Constitucional ha sido el primer aviso. Vienen más. Ocurre que el crédito del PP es tan bajo, que haga lo que haga tropieza con las críticas incluso de muchos de sus votantes. “Esto es la leche: todos reclamando al Gobierno que haga algo, que tome medidas, y cuando lo hace, cuando apunta un instrumento que puede ser útil para parar los pies a la secesión, todo el mundo se le echa encima…” Metido ya de bruces en campaña electoral, el Ejecutivo ha decidido enseñar las uñas. “Reconociendo que ya es tarde para casi todo, a nosotros nos interesa ahora la confrontación”. La frase pertenece a la vicepresidenta Soraya. Las presiones sobre Mariano para que moviera ficha han sido intensas este verano. La propia Merkel lo ha hecho, alarmada por el horizonte de inestabilidad que acecha a España cara al fin de año. Y hasta el rey Felipe VI ha llamado a José María Aznar este mes de agosto. “Y ¿qué quiere que haga yo, Señor? Ya no mando nada en el PP, es más, todo el mundo me odia, así que casi mejor que no abra la boca”. Se acerca el momento de la verdad.

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