El argumento rechina por la falta de originalidad. La culpa es de la herencia recibida. Lo esgrimen los 'tarjeteros' Miguel Blesa y Rodrigo Rato en estos primeros días de banquillo en el juicio de las 'black'. La culpa es del pasado. Un argumento demasiado pueril para construir un salvoconducto que les deje limpios de polvo y paja en el asunto de los plásticos opacos de Caja Madrid, primero, y Bankia, después. En base al pasado, a la herencia de Blesa y Rato, José Ignacio Goirigolzarri podría haber mantenido la bola de nieve. Pero en vez de tirar de 'black' se puso a denunciarlas. Como podrían haber hecho Blesa y Rato con tan solo cinco minutos de examen de conciencia. Pero siempre es más cómodo no hacerse preguntas. ¿Para qué era necesario tener otra tarjeta adicional al plástico oficial que sufragaba todos los gastos de representación? Y sí las 'black' servían para complementar los salarios oficiales, como defiende, ¿por qué nunca aparecieron en el cuadro de retribuciones en los informes anuales de gobierno corporativo de la entidad?
Pero volvamos al pasado. A la herencia recibida de Jaime Terceiro. El señalado por Blesa como el creador de las 'black'. Durante la etapa de Terceiro, los consejeros de Caja Madrid comenzaron a recibir una tarjeta que disponía de un saldo de 600 euros mensuales (100.000 pesetas de entonces) para gastos de representación. A diferencia de las 'black', estos primitivos plásticos tributaban a Hacienda. ¿Por qué impuso Terceiro este sistema de tarjetas que acabaron degenerando con Blesa hasta convertirse en opacas? Dos fueron las razones. Una, meramente operativa. En la época de Terceiro, Caja Madrid celebraba reuniones de su consejo en plenas vacaciones de agosto y Navidad. Estos primeros plásticos sufragaban, siempre con ese límite mensual de 600 euros, aquellos billetes de avión que necesitaban los consejeros de la antigua caja madrileña para desplazarse a la capital.
En la medida de Terceiro también existían sospechas sobre determinados gastos de algunos de sus consejeros. El entonces presidente de Caja Madrid convino con su secretario del consejo Ángel Montero instaurar ese sistema de tarjetas con límite mensual ante determinadas facturas que excedían las líneas rojas de los gastos de representación aceptados en esa época. Desde facturas de restaurantes cargados en fines de semana a otros cargos en los que el propio Terceiro sospechaba que no habían sido efectuado por el consejero en cuestión, sino por un familiar. “Irónicamente, las tarjetas 'black' son fruto de unos gastos sospechosamente 'black'”, recuerda estos días alguno de los consejeros de la época de Terceiro.
Terceiro creó el sistema de tarjetas ante determinadas facturas que excedían las líneas rojas de los gastos de representación aceptados en esa época
El sistema de tarjetas no sólo impuso límites de gasto sino también una especie código de conducta. Los fines de semana quedaron fuera del horario de representación, por tanto, no se podía hacer uso de la tarjeta. Tampoco se admitían facturas en heladerías, talleres mecánicos, floristerías, tiendas de ropa, locales nocturnos… como sucedió en la orgía incontrolada de las 'black'. Incluso, la estancia en hoteles con una categoría superior a las 3 estrellas estaba prohibida. Además, cada gasto debía de ir suficientemente justificado, pese a esa ‘barra libre’ de 600 euros.
En su declaración en febrero de 2015, Terceiro explicó al juez que el Consejo de Administración dio luz verde a esas tarjetas en 1988 como un sistema para compensar gastos en el ejercicio de su función, en un momento en que está muy reciente la liberalización de las cajas y en el que era necesario equiparar el sistema retributivo de Caja Madrid al resto del sector. Fue en ese momento cuando nacen las tarjetas de representación de los consejeros de la entidad madrileña, de las que ya disfrutaban los miembros del Comité de Dirección. Hasta entonces sólo percibían dietas de 150 euros por asistencia a las reuniones, con un máximo de 1.800 euros al año. Según el propio Terceiro, el gasto medio mensual no superó nunca los 250 o 300 euros y en nueve años no hubo necesidad de subirlo. Además, las visas carecían de pin, por lo que no se podían hacer retiradas de efectivo.
Su control y fiscalización dependía del entonces secretario del Consejo, Ángel Montero, y pasaba un segundo filtro en el departamento de Auditoría de la mano de Manuel Cobo.
Las visas en la época de Terceiro carecían de pin, por lo que no se podían hacer retiradas de efectivo
Ese es el pasado contra el que Blesa lleva enfocando su estrategia judicial desde que se hizo público el escándalo de las ‘black’, hace ya dos años. Una línea de defensa apoyada con una última bala en la recámara de Blesa de la que informaba Jorge Zuloaga a finales de septiembre. La nueva prueba consiste en un acta del consejo de administración de la caja del 17 de mayo de 1988. En ella, el órgano de administración aprueba la remuneración de Terceiro: 26 millones de pesetas anuales (156.000 euros), distribuida en doce mensualidades, más otros dos millones (12.000 euros) "como asignación para gastos específicos de la Presidencia".
Fuentes cercanas a la Caja de aquella época aseguran que los 26+2 millones de pesetas eran todo remuneración. Ésta es la bala que Blesa llevaba guardándose tiempo, ya que su estrategia procesal pasa por demostrar que las 'tarjetas black' venían de atrás, como una fórmula de retribución extra a los directivos. Además, hasta el momento no ha podido probarse en la época de Terceiro ningún tipo de remuneración como la que Blesa daba a prácticamente todos los consejeros y directivos.
Terceiro tendrá que aclarar todos estos aspectos en su declaración como testigo prevista para finales de octubre. Un día en el que Blesa y Rato pueden ver cómo les condena el pasado.
@miguelalbacar
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