Análisis

Cero prisas, cero improvisación: una sucesión muy trabajada para no sobresaltar al mercado

Villar Mir no quiere que su sucesión en OHL cause alarma en los inversores, por lo que lo está tratando con cuidado. Desde que empezó a hablar de su relevo, la empresa ha triplicado su capitalización.

Cuando Juan Miguel Villar Mir comenzó a hablar de la cuestión sucesoria al frente de OHL y señaló a su hijo Juan, la compañía que comenzó a pergeñar en los años 80 a partir de la quiebra de Obrascón ya valía unos 900 millones de euros en Bolsa.

Cinco años después, la sintonía no ha cambiado, el presidente y máximo accionista de OHL sigue hablando de relevo y sigue contando con Juan Villar-Mir de Fuentes. Pero el escenario sí es diferente. La capitalización de la compañía supera los 3.000 millones y ya no es la última de las seis grandes del sector.

Es obvio que esta evolución no se explica sólo por las formas de llevar el proceso sucesor. Pero no es una circunstancia baladí. En los últimos cinco años, en plena crisis económica, el presidente de la compañía ha dado pasos muy concretos para asegurar el futuro del grupo cuando él ya no esté al frente. Y el mercado ha sido testigo de todos ellos.

Operaciones como la entrada en Abertis y la de su grupo de empresas familiar en Colonial refuerzan un proceso sucesorio que no se ha limitado a designar a una persona para tomar simbólicamente el relevo.

Modelo mixto

La estabilidad y la certidumbre son siempre valores al alza en el mundo de la Bolsa y Juan Miguel Villar Mir lo sabe perfectamente. Pocas grandes compañías de carácter familiar pueden presumir de tener un horizonte tan despejado para unas generaciones futuras a las que, por el momento, no les ha llegado la oportunidad de saltar a la primera línea.

El veterano empresario ha cerrado el debate entre la profesionalización de la gestión y el mero traspaso de poderes a los herederos. Un modelo mixto y, además, apuntalado por operaciones empresariales que aseguran aún más el futuro, incluso en circunstancias desfavorables y en los supuestos de que los que tomen el testigo no alcancen la altura de una figura que muchos coinciden en señalar como irrepetible.

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