Si el Barcelona gana partidos en la Champions, el fútbol español sale beneficiado por un simple y lógico efecto rebote. Se ganan puntos UEFA, lo que permite que más equipos españoles puedan jugar en Europa la siguiente temporada, la Liga suma adeptos y también sube enteros en los diferentes rankings del fútbol continental. En pocas palabras, sólo los antiespañoles pueden desear que el equipo catalán no gane.
Tras el partido frente al Manchester City, desde las redes sociales se empezó a menospreciar la victoria del Barça hablando de la actuación arbitral. Poco menos parecía que esos aficionados estaban tristes por que un árbitro había beneficiado más a un club español como el Barça que a uno inglés como el City.
La rivalidad futbolística dentro en un país es comprensible, ¿pero fuera? Hay quienes no se dan cuenta de que todo lo que sea bueno para el Barça, es bueno para la Liga. Que si el Barça gana, de rebote también ganan el Real Madrid, el Atlético o el Espanyol.
Todos los que deseen lo mejor para el fútbol español tienen la obligación de animar al Barça y alegrarse de que cuantas más victorias logre, mejor. Deberían desear que en Lisboa se reedite una final de la Liga de Campeones entre dos clubes españoles y de este modo tratar de volver a ser la mejor Liga del mundo. Si la felicidad de una afición depende de la derrota de su rival, es que se es muy mediocre. Y con visiones mediocres sólo se conseguirá una Liga mediocre.
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