En un país sobrado de escándalos casi diarios, el que afecta a Ausbanc y su instrumental Manos Limpias reúne características muy especiales, casi emblemáticas, en tanto en cuanto echa sus raíces en dos tierras muy bien abonadas por el gran actor de la trama, Luis Pineda Salido: la actitud rendida y silente, consentidora, de la gran banca española (con las excepciones del BBVA de Francisco González y de la Caja Madrid de Miguel Blesa, solo de Blesa, porque Rodrigo Rato se dio prisa en pasar por las horcas caudinas de Salido), que era la que aflojaba la mosca, y el paraguas de la protección judicial, el gran secreto, el otro gran secreto a voces que se resiste a salir a la superficie y que no es otro que la corrupción de una parte importante del estamento judicial español.
El “secreto” de Luis Pineda era conocido en los centros de poder de Madrid, y muy probablemente de toda España, desde los años noventa. Sirvan como botón de muestra dos párrafos correspondientes al libro de memorias de Rafael Pérez Escolar (editorial Foca, año 2005) que hacen mención expresa al asunto. El libro fue editado en 2005, cierto, pero su redacción viene de muy atrás, como la mayoría de los episodios, de naturaleza política y/o económica, a los que alude, tal que la intervención de Banesto por el Banco de España en diciembre de 1993 y las consecuencias judiciales, incluso penales, que de dicha intervención se derivaron para los administradores del banco intervenido, entre ellos el propio Pérez Escolar.
“Santiago Foncillas me sugirió que visitara a Alfredo Sáenz, el nuevo presidente de Banesto impuesto por el Banco de España, y estuve en su despacho hacia el mes de marzo de 1994”, escribe el aludido en la página 388 de sus Memorias. “La verdad es que, al hallarme frente a frente a quien no conocía personalmente hasta ese momento, me pareció un tipo sin mayor fundamento. Le dije que hablaba exclusivamente en mi propio nombre, y quería saber la postura de Banesto hacia mi persona, después de haber permanecido 50 años en la casa de una u otra manera. Me dijo que no había nada contra mí, pero que a instancias de la junta general que acababa de celebrarse no tendría más remedio que promover acción social de responsabilidad contra los antiguos administradores, ya que así lo habían pedido determinados accionistas. Me permití rectificarle: "La propuesta sobre esa acción la habéis convenido vosotros mediante precio con Luis Pineda, un atracador a mano armada que se presta a este tipo de papeles", sobre lo que no volvió a decir media palabra”.
Faltan las voces de los partidos pidiendo responsabilidades y proponiendo cirugías radicales para extirpar el mal de la corrupción judicial
“El encargado de plantear [el ejercicio de la acción social de responsabilidad contra los consejeros sustituidos, por un importe de 605.000 millones de pesetas] formalmente”, prosigue Pérez Escolar en sus Memorias (Pag. 416), “mediante una alta recompensa económica, fue un sujeto que había sido condenado por atraco a mano armada a la marquesa de San Eduardo, un tal Luis Pineda Salido, quien descubrió que era más rentable y menos aventurado acudir a la junta de Banesto que entrar, pistola en mano, en el domicilio de la aristócrata para robarle de la manera más miserable. Muy agradecido a Sáenz, y con enorme fe en las posibilidades que se le brindaban, Pineda ejercitó luego una de las acusaciones populares en el 'caso Banesto'. Pregunten ustedes y verán las buenas relaciones que mantiene el sujeto en el Banco de España y cómo convence sin descanso a bancos y cajas de ahorro, bajo la advertencia de ejercer variadas actuaciones persuasivas si le niegan el estipendio que solicita en cada caso”.
Más que Jasón te agrada el Vellocino
Pérez Escolar, abogado, economista y una de las cabezas jurídicas más finas que han pisado estos predios, falleció el 21 de septiembre de 2007 sin ver hechas realidad algunas de sus predicciones e intuiciones sobre asuntos capitales ocurridos durante la Transición. Sin duda le hubiera gustado ver confirmada en sede judicial la certera definición con la que caracterizó los afanes del autodenominado “presidente” de Ausbanc. Para cualquier persona con la cabeza mínimamente amueblada es obvio que Luis Pineda no hubiera podido permanecer tanto tiempo haciendo de las suyas, no hubiera logrado hacerse rico, de no haber contado, de grado o por fuerza, con el plácet de los responsables bancarios que cedieron a su chantaje, y sobre todo, de no haber abusado hasta la extenuación de la cobardía moral de una sociedad incapaz de denunciar este tipo de tropelías que, por cierto, siguen de alguna manera produciéndose en nuestros días.
Es obvio también que no hubiera podido seguir emulando las aventuras de José María El Tempranillo por la Sierra Morena madrileña de no haber contado con el paraguas judicial adecuado. Ahora ya sabemos que a los actos organizados o patrocinados por Ausbanc asistían “gratis total” un cierto número de magistrados de la Audiencia Nacional, Audiencia Provincial, Tribunal Supremo y distintos juzgados de lo mercantil. ¿Va a emprender el Consejo General del Poder Judicial algún tipo de investigación al respecto, sobre los jueces y fiscales que asistieron a los saraos del susodicho? ¿Se van a revisar con esta nueva luz algunas de sus sentencias? Estamos apuntando a la piedra angular que soporta el arco de todo Estado de Derecho que se precie. Y ya se echan a faltar las voces de esos partidos políticos, tan prolíficos ellos a la hora de aburrirnos con declaraciones capciosas, pidiendo responsabilidades y proponiendo cirugías radicales capaces de extirpar de raíz el mal de la corrupción judicial. Resuena Quevedo y los versos de su famoso soneto “A un juez mercadería”: “Las leyes con que juzgas, ¡oh Batino!,/ menos bien las estudias que las vendes;/ lo que te compran solamente entiendes;/ más que Jasón te agrada el Vellocino”.
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