La anunciada crisis e Gobierno se quedó en un mínimo movimiento de piezas. José Ignacio Wert, que se va a París por motivos personales, es sustituido por Íñigo Méndez de Vigo, nuestro hombre en Europa, marianista convencido que no produce rechazo y que está muy bien visto en los ambientes del Gobierno y del partido. Un relevo de perfil bajo, que no hace ruido y que no levanta olas. Incluso las circunstancias de transmitir la novedad, de noche y desde Bruselas, constatan esta evidencia.
Una vez que Rajoy supo que Dolores Cospedal no quería entrar en el Gabinete para ocupar la vacante de la cartera de Educación, Rajoy decidió volver a su plan inicial. No hacer más ajuste de Gobierno que el obligado. El presidente no pretendía hacer una crisis, porque consideraba que era como admitir que la gestión de Moncloa había tenido algo que ver en el estropicio electoral del 24-M. Los cambios fueron en el partido, en Génova, donde ha producido un vuelco importante en la cúpula con la designación de Jorge Moragas al frente del equipo electoral y cuatro jóvenes de la periferia para ocupar las vicesecretarías.
Con este equipo va a tirar hasta las generales. Rajoy nunca quiso cambiar su Gobierno. Pretendía no haber movido ni una sola pieza durante toda la legislatura, pero las circunstancias le hicieron desprenderse de Arias Cañete, Gallardón y Ana Mato. Ahora ha cerrado el agujero que deja Wert, al abandonar su cartera precisamente en vísperas de la entrada en vigor de su reforma de la Ley de Educación. Es la evidencia de que el papel del Ejecutivo, en los 'meses basura' que que quedan hasta los comicios generales, ya es algo meramente testimonial. Tan sólo queda por sacar adelante un paquete de leyes que prácticamente se encuentran en el trámite parlamentario. En Moncloa, pues, las cosas quedan como estaban. Al menos en apariencia. Porque de puertas hacia adentro ha habido movimientos importantes, como la disminución del poder e influencia de la vicepresidenta, que aparentemente queda incólume pero que, de hecho, ha perdido anuencia cerca del presidente.
El propio Rajoy alimentó en su día la idea de que habría cambios importantes en el Gobierno y en el partido. Pero él mismo, y desde Bruselas, como hoy, ya se encargó de anunciar que alguien había creado demasiadas expectativas. Y así ha sido. Rajoy ha nombrado a un eficaz especialista en asuntos europeos, un hombre de su confianza y una persona leal sin fisuras. El perfil favorito del presidente. Se acabaron las cábalas y los rumores. El Gobierno queda casi como estaba y el peso de la acción para ganar las elecciones pasa definitivamente a Génova donde el propio presidente se ha encargado de demostrar, como lo hizo esta semana al presidir el Comité de Dirección, que también él controla todos los mecanismos y resortes de control.
Sn duda quienes en su formación esperar un vuelco importante, un cambio decidido, un salto adelante para afrontar las elecciones con mayor peso político, se habrá quedado algo decepcionado tras la designación de Méndez de Vigo, todo un caballero.
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