En inglés le dicen ‘inside dope’, el que conoce los secretos. Rita Barberá ha tenido que dejar el partido en el que milita desde hace casi cuatro décadas. Algunos jóvenes cachorros del PP, y no tan ‘jóvenas’, presionaron para que un granítico Rajoy le haga abandonar también su escaño en el Senado. Tuvo que salir Cospedal a echar una mano: “¿Conoce usted a muchos ciudadanos que, sin haber siquiera ido a declarar ante un juez y por un asunto de mil euros, tengan que dejar el escaño?”.
Barberá es como aquel cardenal que, al aterrizar un joven arzobispo en el Vaticano, le preguntó: "¿Usted cree en Dios o está en el secreto?". La ex alcaldesa de Valencia está en casi todos los secretos del Partido Popular. Deja el carnet pero se queda con el escaño, es decir, con el sueldo y el aforamiento. No ha sido aún ni imputada, ni procesada, ni menos aún, condenada. El Supremo le ha abierto una causa por una chapuza llamada ‘pitufeo’ que en el código penal se traduce por 'blanqueo de capitales'. Nada menos.
Rita se va pero se queda. En el grupo mixto. Con Bildu. Se proclama inocente y no se arrepiente de nada. “Quien se arrepiente de una acción es doblemente perverso o enfermo”, escribió Spinoza. "El escaño es mío", aseveró en su envenenada nota en la que le decía adiós a su partido. Con bofetada al ex ministro Alonso incluida. Que no pretenda éste echarme la culpa del batacazo que se va a pegar en las vascas, vino a decir.
El único que lo hizo bien fue José María Aznar cuando anunció que sólo permanecería en el cargo dos mandatos. American style. Barberá ha sido alcaldesa de Valencia desde 1991. Seis mandatos, cinco con mayoría absoluta. ¿Quién se va a casa con tanto triunfo, con tal currículum? De casta le viene…Su padre, José Barberá Armelles, brillante periodista, ejerció de presidente de la Asociación de la Prensa valenciana durante tres décadas. No es lo mismo pero algo indica.
Mandato tras mandato
Cegado por la obsesión de controlar Valencia, la ciudad donde estuvo a punto de ser defenestrado en un congreso casi terminal en 2008, Mariano Rajoy quería tenerla ahí, de cabeza de lista permanente. Grave error. Rita no debió presentarse a las municipales del pasado año. Las ganó pero no pudo gobernar. Ni siquiera debió concurrir a las de 2011, en las que se paseó de nuevo con la mayoría absoluta bajo el brazo. Llevaba ya cinco mandatos. Demasiado incluso para ella. “Rita es mucha Rita”, se repetía en el PP cuando alguien susurraba la posibilidad de invitarla a la jubilación.
En 2011, Barberá debió dar un paso al costado, después de haber renovado a su partido y preparado a su sucesor/a. Nadie en la política española hace eso. No funciona el lema de 'irse antes de que te echen'.
A Rita le han puesto las maletas en el pasillo del PP y la han largado a casa. Algunas flores tiernas pretenden que deje el escaño. "El escaño es mío", clamó, como Fraga con lo de "La calle es mía"
A Rita le han puesto las maletas en el pasillo del PP y la han largado a casa. Algunas flores tiernas pretenden que deje el escaño. “El escaño es mío”, clamó, como Fraga con lo de “La calle es mía”. Tics autoritarios que emergen cuando se ostenta demasiado tiempo el poder. Nadie puede arrebatarle su sillón senatorial, de acuerdo con lo establecido en la Constitución y en el Artículo 22 del reglamento de la Cámara Alta. Lo dijo Cospedal y lo recordó Rajoy en Bratislava. Allí estará, si quiere, hasta el 2019. Es senadora por la vía autonómica. La designaron las Cortes Valencianas, elegidas hace apenas un año.
Muy suyo es el escaño, tiene razón. Pero alguien que tanto tiempo lleva en política sabe sobradamente que disfruta de ese sillón porque un ‘dedazo’ así lo quiso. Han forzado su salida del partido porque en el PP se encuentran sumidos en un frenético estado de limpieza democrática, transparencia y lucha contra la corrupción. A buenas horas…Los estatutos del partido no obligan a dejar un cargo ni a cesar en la militancia hasta que no se abre auto de procesamiento. En su acuerdo con Ciudadanos, tampoco se contempla expulsar a un militante hasta que se proceda a su imputación. Rita no está ni lo uno ni lo otro. Además, reivindica su inocencia. El Supremo lo dirá.
Debió irse hace ya mucho tiempo. Se habría evitado tanto ruido, tanta escandalera, tanto desatino. No es la dimisión costumbre entre nosotros. Tienen los franceses un dicho popular: “Todo pasa, todo harta, todo se rompe”. Rita, ahora, es un juguete roto. Una apestada con buen sueldo. Eso sí, mantendrá la boca cerrada. Lo sabe Rajoy. Ambos están en el secreto.
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