Celia Villalobos Talero, Alicia Sánchez-Camacho y Rosa Romero Sánchez son los tres nombres propios que Mariano Rajoy ha elegido para ocupar los tres puestos de la Mesa del Congreso que le corresponden al PP. Tres mujeres cuyas carreras están vinculadas exclusivamente a la Administración, dos licenciadas en Derecho y una politóloga. Las tres del PP de toda la vida. La que menos, suma 18 años de leales servicios, sin más conocimiento y experiencia que “lo público”. Ningún proyecto al margen de la Administración -ahí fuera, desde siempre, hace mucho frío- y, lógicamente, con ningún éxito o fracaso en su currículum que tenga relación con el marginal y denostado sector privado. Esto es el PP.
En cuanto al Senado, Pío García Escudero repetirá como Presidente, Pedro María Sanz Alonso será Vicepresidente y Javier Arenas secretario del grupo. Qué decir de la inefable Celia, del irreductible Arenas o del casi inmortal Sanz, tres personajes, tres, que no se van ni con quitamanchas y simbolizan a la perfección la política no ya como profesión sino como milagro de vida eterna. Pero no de cualquier vida, sino de la buena vida.
El mayor logro de Rajoy será la consunción de un partido, el PP, del que no va dejar ni las cenizas
Pásmense, porque mientras los chicos y chicas de Podemos ya se encaraman a las verjas de Palacio y convierten el Parlamento en un plató de la Sexta (anticipo del show que nos espera), estos son los hombres y mujeres que Mariano ha tenido a bien elegir para demostrar que ha captado el mensaje de las urnas, que ha entendido a la perfección “lo que dice la gente”, que está dispuesto a cualquier sacrificio, a lo que sea, incluso a seguir procrastinándose hasta el estertor final.
En definitiva, las primeras decisiones de Rajoy en esta XI Legislatura son la muestra palmaria de la inanidad de un personaje al que ya le dictan la agenda sus adversarios, y cuyo mayor logro será la consunción de un partido, el PP, del que no va dejar ni las cenizas. Y ya, de paso, que a España le vayan dando. Eso sí, el mérito de tales logros no será sólo suyo. Ayer, en sede popular, nadie dijo esta boca es mía. Muy al contrario, todos contemplaron arrobados cómo el grácil dedo Mariano señalaba a los elegidos. Y todos sin excepción aplaudieron entusiasmados. Ya lo dijo Platón: los espíritus vulgares no tienen destino.
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