Análisis

Zandi y el cenagal de los codiciosos

                      

Escena madrileña. Un empresario con intereses en la industria editorial avanza por el pasillo de un restaurante de postín para toparse de frente con una mesa que comparte Juan Luis Cebrián y un tipo de mediana edad y gran atractivo físico. El capo de Prisa se levanta solícito y saluda al recién llegado: “Fulano, quiero presentarte a Massoud Zandi, íntimo amigo mío y próximo presidente de la República de Irán”. De esto hará unos 10 años y Zandi, que presume de ser hijo de un ministro del último Sha de Persia, tiene tantas posibilidades de ser presidente de la República Islámica de Irán como Papa de Roma. En realidad, el hispano-iraní, que en algún momento de su saga/fuga española amagó con ser la oposición a Mahmud Ahmadineyad en Europa, se ha dedicado a pasear al régimen de los Ayatolás por Madrid y alrededores, montándole “cumbres” y encuentros empresariales como si de una bien engrasada agencia de relaciones públicas se tratara. Lo suyo no es la política, sino los negocios de altos vuelos con la elite político-económica española.

A principios del 2000, Zandi, 54 años, había elegido ya su anclaje madrileño en la figura del poderoso consejero delegado de Prisa, el hombre que a los mandos de El País tanto pánico ha provocado entre los poderes fácticos hispanos en los últimos 40 años, tanto veneno ha sembrado por la línea divisoria de “las dos Españas”. En Cebrián y en Teresa Aranda, su entonces mujer. Zandi abrió a la periodista un restaurante en La Moraleja, Plaza de la Fuente, un lugar decorado con mimo que aspiraba a ser al mismo tiempo café concierto y club de jazz. Lo financió Zandi, y casi al mismo tiempo (octubre de 2004) le puso (un millón de euros) una Fundación ad hoc, la Fundación Atman para la Alianza de las Civilizaciones, para entretener su ocio como vicepresidenta, bajo la presidencia honorífica del propio Zandi. Eran los tiempos dorados de Zapatero, y nuestro hombre, muy amigo de Miguel Sebastián, jefe de la oficina económica del presidente, y de periodistas como Pedro J. Ramírez y Antonio Ferreras, entraba en Moncloa como Pedro por su casa. Muy ligada al PSOE, en el patronato de la Fundación Atman figuraba gente como Augusto Delkader, Javier Gómez Navarro, Fernando Vallespín y Rosa Regás. Para aquel entonces los Cebrián y los Zandi eran ya uña y carne. Como lo era el propio Felipe González, la otra cara de la moneda Cebrián, Zipi y Zape. El 2 de septiembre de 2006 los españoles se desayunaron con la foto en la prensa de González estrechando la mano de Ahmadineyad en Teherán, un tipo cuya máxima aspiración consistía entonces en borrar a Israel del mapa mediante el uso de la bomba atómica, en un viaje preparado por Zandi y que, en contra de las teorías divulgadas al respecto, no era más que un simple viaje de negocios. Dinero, solo dinero.

El “tout Madrid” estaba entonces convencido de que Zandi se dedicaba a importar petróleo de Irán para las refinerías españolas, naturalmente para las de Repsol, y de que con las comisiones de tal comercio se financiaban cosas como el restaurante de lady Aranda y la Fundación Atman. El personaje comenzó a ser conocido en España gracias a un artículo aparecido en El Confidencial en septiembre de 2006, donde quien esto suscribe dibujaba a grandes rasgos la vida y milagros de este singular vendedor de alfombras persas, brillante, dicharachero, seductor, adulador, mujeriego, simpático a rabiar, besucón, magnánimo hasta el exceso, que, sin embargo, ha seguido en la sombra durante 10 años más hasta que el escándalo de los papeles de Panamá ha vuelto a sacar a flote su figura de conseguidor de altos vuelos, al vincularlo con cerca de 10 sociedades offshore, los mismos papeles que han puesto en la picota a Aranda y a su ya ex marido Cebrián. En los últimos días ha sido el periodista Agustín Marco quien mejor ha puesto en evidencia la trama que une a González y Cebrián con los negocios de Zandi, concretada, en el caso del ejecutivo de Prisa, en el regalo por parte del iraní de un 2% del capital de Star Petroleun, con opción de compra de un 4,9% adicional.  

Zandi ha seguido en la sombra hasta que el escándalo de los papeles de Panamá ha vuelto a sacar a flote su figura de conseguidor de altos vuelos

El Café-Concierto de La Moraleja acabaría siendo un fiasco monumental que se vio obligado a echar el cierre al poco tiempo, porque una cosa es presumir de negocio glamuroso y otra saberlo gestionar. La gestión, el esfuerzo continuado en la consecución de un objetivo, tampoco es el punto fuerte de Massoud Zandi. Lo suyo era y es recibir en sus oficinas del Paseo de la Castellana 42 y hacerlo como si el recién llegado fuera un príncipe saudí. “Quedabas con él a desayunar y te recibía con caviar…” El hombre espléndido que hay en Zandi no las gasta menos. “Es el mejor agasajador del mundo, sobre todo en esa Marbella de los grandes veraneos, donde recibía delegaciones de árabes dispuestos a hacer negocios o simplemente a gozar del clima y las chicas de piernas largas como autopistas. Es la fascinación que siempre han generado los del turbante entre las filas de esos paletos españoles trastornados por la repentina riqueza de los pobres Kombach. Uno se codea en Marbella con un tipo con chilaba y no sabe si se trata de un miembro de la infinita parentela de los Al-Saud o de un estafador disfrazado de mago Merlín.  

Zandi lo pagaba todo, en Marbella y en Madrid. Él se encargaba de recibir en Barajas a los del turbante, de alquilar las suites en el Villamagna, de las limusinas para los desplazamientos, de las cenas en los mejores restaurantes y de cualquier otra cosa que sus invitados pudieran desear. Más que de un comisionista, se comportaba como si se tratara del heredero al trono saudí. Caviar para todas las ocasiones, y propinas de 100 euros por cualquier minucia. La venta de Vending Pizza, el negocio de máquinas expendedoras de pizza que Zandi colocó a Martínez Pujals, dueño de TelePizza, en marzo de 1999, le proporcionó una buena suma de dinero, una cantidad que utilizada con criterio hubiera proporcionado a cualquier persona juiciosa caudal suficiente para llevar una vida desahogada. No a Massoud Zandi, cuyo estilo de vida venía marcado por un casoplón en La Finca (Pozuelo de Alarcón) valorado en 8 millones y por una flota de coches Ferrari de colección.

¿De dónde saca para tanto como destaca?

¿Y de qué ha vivido Zandi tantos años en España? ¿De dónde saca para tanto como destaca? Hay quien sostiene que el rumboso hispano-iraní ha venido financiando su estrepitoso nivel de vida con el dinero que unos cuantos ricos españoles han venido poniendo en sus manos para invertir en los negocios que emprendía. Como el de la compañía minera SP Mining, con supuestos derechos de explotación de yacimientos minerales sobre 130.000 km2 en Chad, proyecto en el que Alberto Cortina invirtió cerca de 20 millones que el empresario da por perdidos y que ahora reclama en los tribunales a su antiguo amigo. El mismísimo Felipe González participó, en las oficinas de Paseo de la Castellana 42, en diversas reuniones entre Zandi y ministros de los Gobiernos de Chad y de Sudán del Sur para sacar adelante las licencias de explotación de las minas, en un caso, y del crudo, en otro, se supone que no gratia et amore. La obsesión de Zandi, con todo, ha sido el negocio del petróleo, la gallina de los huevos de oro de todo oriental con aspiraciones que se precie. El petróleo y Repsol, una fortaleza cuyo asalto ha intentado de mil formas y maneras con la intención de facturar las correspondientes comisiones. Lo intentó, con cierto éxito, bajo la presidencia de Alfonso Cortina, con Miguel Ángel Remón como vicepresidente ejecutivo (Remón operaría después como auténtico abrelatas de Zandi para toda clase de operaciones), con episodios, entre lo divertido y lo chusco, como el viaje a Kuwait en el que embarcó a Cortina tras convencerle de que tenía cerrada la compra del 10% de la petrolera por parte de KIO.

Solo tenía, solo tiene un punto flaco el dandy Zandi: su capacidad -incapacidad más bien- para perder gran parte de su encanto a partir de la segunda copa

El viaje al emirato se demostró un fiasco, pero no la idea de Star Petroleum (SP), una compañía con domicilio fiscal en Luxemburgo pero controlada desde Seychelles y Samoa, que se vendió entre muy notorios personajes madrileños como propietaria de los derechos de explotación de una amplia zona de Sudán del Sur, en la que invirtió gente como Piedrahita, Alcántara, Minc, Mesonero Romanos, Merino, Cebrián y algunos otros. Hasta un hombre tan aparentemente juicioso como Luis Jiménez, socio de Deloitte, a quien Zandi había encargado un informe sobre las cuentas de la petrolera, pareció haber perdido la cabeza ante la posibilidad de hacerse millonario: “Que dejo Deloitte”, decía deslumbrado a un amigo, “me voy a dedicar al negocio del petróleo y que le vayan dando a la auditoria”. Estábamos en pleno boom del ladrillo y muchos españoles, demasiados, habían decidido dar su particular pelotazo a costa de lo que fuera, fiel reflejo de un país donde el dinero se había convertido en el único Dios digno de ser adorado. Y Zandi, tan listo, tan guapo, tan seductor, era el caballo por el que había que apostar. Solo tenía, solo tiene un punto flaco el dandy Zandi: su capacidad -incapacidad más bien- para perder gran parte de su encanto a partir de la segunda copa, con el segundo trago.

En realidad SP era un cascarón vacío, “una estafa en toda regla”, al decir de alguno de los inversores aludidos. “SP tiene una opción, en disputa, sobre un campo de exploración en Sudán del Sur, pero no tiene título de propiedad que lo avale, y si lo tuviera tendría que empezar a desembolsar dinero en cantidad para pagar el “bono” al Gobierno, acometer la sísmica y, a continuación, empezar a pinchar para saber si se encuentra petróleo o no. Mucho dinero que no es fácil de encontrar con el actual nivel de precios del crudo”, asegura un buen conocedor del sector. “A Repsol llegan al cabo del año muchos supuestos negocios como este, concesiones de explotación que no valen nada, porque hay que invertir no menos de 3.000 millones de dólares para perforar y ver si sale algo. Es el timo de la estampita”. La compañía, prácticamente sin activos, ha abierto una ampliación de capital de un millón de euros (cifra apenas suficiente para pagar sueldos atrasados), a la que no parecen querer acudir algunos de los actuales accionistas, ello después de haber reducido su capital a cero desde los 300 millones de valoración inicial a la que entró gente como Javier Merino, el marido de Mar Flores, que un buen día estalló en lágrimas ante una buena amiga: “Es que me han estafado 30 millones, te lo juro, Fulana”. “Pero no puede ser”, replicó la aludida. “¿Y no te han dado ninguna explicación? “Sí, me han justificado una décima parte; el resto me han dicho que se ha ido en pagar sobornos”.

“SP es una compañía con un activo que es una concesión petrolífera en Sudán, necesitada de una ingente inversión para realizar la sísmica y la prospección posterior. Una concesión cierta. A partir de ahí habrá unas reservas cuantificables y la compañía se venderá posteriormente a una de las grandes. Y hay señores que han decidido invertir convencidos de que se van a hacer multimillonarios con esa venta, señores que han creído que este va a ser el negocio de su vida. Y hasta el momento no han puesto ninguna demanda que yo sepa, de modo que de estafa nada de nada”, asegura un portavoz de Zandi. “Por supuesto que va a hacer falta más inversores, pero la sociedad está en marcha y no hay lío societario alguno. Zandi sigue siendo su administrador solidario y sigue teniendo casi el 50% de la petrolera. Otra cosa fue la sociedad minera: ahí sí, ese fue un proyecto fallido”. ¿Cómo está el señor Zandi? “Apabullado por el lío mediático que se ha montado, porque él es un hombre tremendamente discreto, pero convencido de seguir adelante, y haciendo frente a la inspección fiscal de la Agencia Tributaria sobre él y sobre sus empresas”. ¿Cómo está ese asunto? “Pues Hacienda está tratando de demostrar que reside en España, cuando su residencia real está en Dubai, de modo que está tranquilo. Lo suyo es muy fácil. Un personaje apasionante”.

La sociedad rendida al becerro de oro

Zandi o el espejo de una sociedad rendida al becerro de oro, capaz de traicionar cualquier principio ético por dinero, decidida a enriquecerse a cualquier precio, incluso a costa de arruinar la propia empresa que dirige, caso paradigmático de Cebrián. Una serie de notables hispanos creyeron descubrir en el iraní a un Midas caído del cielo para hacer con él "el negocio de su vida", antes de quedar atrapados en la madeja de un personaje mucho más listo que todos ellos y tan amoral como ellos. Zandi o el cenagal de los codiciosos. Perfecto trasunto de la España que chapotea en la corrupción de todos los días y que tan bien encarnan dos protagonistas de la Transición tan notorios como el citado Cebrián y el ex presidente Felipe González. La publicación del video en el que el expresidente del Gobierno de España alaba la figura de Zandi como un “emprendedor nato” (“es una de las personas más creativas, con más capacidad emprendedora que he conocido (…) No he visto nadie con más habilidad para crear espacios nuevos (…) tampoco con más iniciativas audaces (…) Ahora que tanto se habla de espíritu emprendedor, él es un creativo irrepetible, un emprendedor nato”) marca seguramente un hito en el proceso de degradación de nuestras élites políticas, y hace más daño a Felipe que el famoso asunto de la cal viva. Mortal de necesidad.

La pretensión de Zandi y de sus socios no era otra que la de endilgar Star Petroleum a Repsol por una cifra millonaria, una idea que Cebrián hizo suya

En realidad la pretensión de Zandi y de sus socios no era otra que la de endilgar Star Petroleum a Repsol por una cifra millonaria, una idea que Cebrián hizo suya y que pregonó por los cenáculos madrileños, afirmando que Repsol iba a comprar SP por 300 millones, porque así se lo había prometido Isidro Fainé, el gran capo de La Caixa y accionista de referencia de Repsol (la entidad bancaria ha desmentido este extremo). Hoy SP parece una sociedad quebrada en la que Javier Merino, decidido a recuperar su dinero, ha tomado todo el protagonismo. “Zandi ya no es persona grata en Sudán y es Merino el interlocutor con el Gobierno del sur y quien está volcado en la búsqueda de nuevos inversores para el proyecto”. Decidido a “poner orden”, el propio Cebrián entró en el Consejo de Administración de SP el año pasado, puesto que abandonó espantado en diciembre cuando tuvo conciencia cierta del lío en el que se había metido. Se entiende la frustración que el eximio representante de la izquierda caviar española provoca hoy entre la redacción de El País y de la SER: “A ver cuándo se va de una vez y nos deja en paz”.

Tantos reveses no parecen haber amilanado a tipo tan energético y vitalista como Massoud Zandi, emprendedor de altos vuelos que, poco antes de la firma del tratado de no proliferación nuclear entre Estados Unidos e Irán, intentó convencer a Barack Obama del levantamiento de las sanciones. La idea se la compró Rafael Ansón, que prometió hacer lobby en la Casa Blanca a través de Juan Verde, en la actualidad estrecho colaborador de la campaña de Hillary Clinton a la presidencia de los USA. Se trataba de poner cuanto antes en marcha el oleoducto capaz de llevar al Mediterráneo europeo el valioso crudo del mar Caspio cuyo transporte monopoliza hoy la compañía rusa Grazpom.  Pero Verde, precavido, no se dejó enredar, no obstante lo cual “Rafansón debe haber sido el único español que ha logrado sacarle dinero a Zandi”. El hispano iraní está ahora mismo haciendo de lobista de Indra en Irán. “Yo hablo directamente con Abril-Martorell”, sostiene el emprendedor, que ha contactado con el nuevo presidente de Indra a través de Cebrián, para quien aquél trabajó a sus órdenes en el Grupo Prisa. Zandi no descansa. Cebrián, tampoco. Todo sea por la pasta.

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