En una semana, la vida política seguirá igual. Otros siete días perdidos. Una desgracia para un país que se resigna, como los malos estudiantes, a ver la luz en septiembre. ¡Cómo mal menor! Porque ya nadie duda de que el 26J, con el personal pendiente de la resurrección de La Roja en la Eurocopa, volveremos a los colegios electorales. En una semana tendremos la confirmación. Después de ese ejercicio de ‘libertad de voto’ en que ha convertido Pablo Iglesias la consulta a las bases de Podemos. O conmigo o contra mí, propone Iglesias con un ultimátum que parece esconder su dimisión. O gana su opción, la de un gobierno de izquierdas (PSOE con Podemos y el resto de confluencias), o promete asumir responsabilidades políticas. “Ya me conocen ustedes”, replicaba el viernes, rodeado de fieles, o eso se supone, al más puro estilo Reservoir Dogs.
La coacción a las bases no es nueva. Ya lo hizo Iglesias en octubre de 2014. Entonces, los ‘morados’ debatían qué tipo de partido sería Podemos. Una decisión, en manos de 130.000 inscritos, que tenía consecuencias de calado para el partido más allá de su futuro organigrama. Y, de nuevo, el ‘o conmigo o contra mí’. Pablo Iglesias, y con él Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa y Luis Alegre amagaron con dar un paso al lado y dejar el liderazgo de la formación si sus propuestas no salían victoriosas de la asamblea fundacional. El enemigo era por aquellos tiempos Pablo Echenique. Precisamente, la figura resurgida ahora tras las diferencias entre Iglesias y Errejón. Nada de sentarse a dialogar. ¿Para qué?
Iglesias ya coaccionó a las bases en octubre de 2014 cuando se debatía qué tipo de partido sería Podemos
En aquella votación de Vistalegre barrió la propuesta (ultimátum) de Iglesias. Los documentos ético, político y organizativo de 'Claro que Podemos' recibieron 90.551 votos, el 80,71%. Por contra, 'Sumando Podemos', el equipo en torno a los eurodiputados Pablo Echenique, Teresa Rodríguez y Lola Sánchez, sumó apenas el 12,37% de los apoyos. Los porcentajes podrían repetirse en siete días a favor de la pregunta de Iglesias. El apoyo al gobierno de izquierdas. “Pablo pondrá toda la maquinaría del partido en marcha para que así sea”, aseguran estos días muchos ‘podemitas’ desencantados. Alguno, incluso, votará en el plebiscito de las bases a favor de apoyar el pacto entre PSOE-Ciudadanos.
Razones les sobran en sus argumentarios. Expulsar a Rajoy de Moncloa. Poder influir en las decisiones de gobierno. Revertir políticas del gobierno del PP. Ganar experiencia y aprender cómo se gestiona el sistema desde dentro. Pero una, por encima del resto: evitar nuevas elecciones. Las encuestas internas que maneja Podemos dibujan una curva descendente en los resultados. No tanto como las que describen los medios pero sí lo suficiente para meter en el miedo en el cuerpo a algún que otro diputado ‘morado’ que saborea los privilegios de haberse convertido en ‘señoría’. “Y si hay otras elecciones, y no salgo, ¿qué hago?”. La pregunta corre como la pólvora desde sus círculos íntimos hasta sus círculos más cercanos en el partido. El miedo es libre. Y humano no querer perder el acomodo del ‘establishment’.
El triunfo de la opción A (apoyo al pacto firmado entre Sánchez y Rivera) no entra en ninguna quiniela. Ni tan siquiera otro empate bochornoso como el que cocinó la CUP sobre la investidura de Artur Mas. Ganará el plan B. Nadie lo duda. El que conviene a Iglesias. Su trabajo de zapa en estos últimos meses, para concentrar todo el poder del aparato en la figura del secretario general, así lo asegura. Pero hagamos política ficción. ¿Qué pasa si ganara la opción A? ¿Por qué debe dimitir Pablo Iglesias? El pacto asegura puntos de encuentro en temas educativos y sociales. Menos, aunque alguno hay, en asuntos económicos. Y ninguno en el asunto del referéndum catalán. Asunto, por cierto, en el que Podemos ha empezado a diluir su petición. Porque de la solidez del referéndum catalán se ha pasado a la petición del derecho a decidir (punto 19 del documento de 20 propuestas entregado el jueves pasado) de todos aquellos territorios que lo soliciten con intensidad. ¿Quién mide esa intensidad? ¿Y cómo se mide? En banderas colgadas en balcones; en manifestaciones; en actos de plataformas sociales, en minutos de televisión… O también será Iglesias quien tenga el termómetro de esas sensaciones.
Iglesias ha realizado un trabajo de zapa en estos últimos meses para concentrar todo el poder del partido en la figura del secretario general
Sigamos con la política ficción. La opción A tiene la ventaja para Iglesias de evitarle otro sonrojo como a su ‘hermano’ Tsipras cuando tuviera que explicar a los suyos que lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. La herencia del 5% de déficit en las cuentas públicas del gobierno del PP sólo ha afilado la guillotina de Bruselas en busca de otros 10.000-15.000 millones donde ajustar. Un recorte incompatible con esos días de vino y rosas que promete Iglesias a base de tirar de la barra libre del gasto público. “Bruselas tiene ya preparado el plan de ajuste para el nuevo gobierno. No será tan drástico como en 2012, pero tampoco hay que descartar la llegada de hombres de gris (no estamos tan mal para que regresen los de negro) para controlar cómo se cumplen los ajustes pactados”, comentaba esta semana un alto funcionario europeo.
Volvamos a la realidad. En una semana, la vida política seguirá igual. Otros siete días perdidos. Iglesias no habrá dimitido porque no tendrá motivos para hacerlo. El ultimátum a las bases habrá tenido efecto. El voto del miedo, de aquellos que aún siguen creyendo en Iglesias, se transformará en voto útil para los intereses del secretario general. La coacción habrá funcionado. Como en octubre de 2014. Pero el horizonte tampoco es placentero. Las dudas sobre la financiación de Podemos por parte de gobiernos extranjeros, las diferencias con el sector de Errejón y un traspié electoral pueden acabar con ese blindaje en el que se siente tan seguro ahora el líder de Podemos. Señor Iglesias, prepárese para dimitir. Acabará llegando. Como el lobo en el cuento. Es lo que tiene vivir la vida política a golpe de ultimátum y, además, vivir en una impostada coherencia.
@miguelalbacar
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación