Cómo cambian las cosas en La Liga. Hace menos de un mes, parecía que el Atlético se desenganchaba de una porfía que mantenía de forma casi heroica; la propia prensa catalana-barcelonista y su habitual victimismo y flojera crónica descartaba a los suyos, y nada digamos de la madrileña-madridista, que casi hacía chanza de la supuesta crisis culé, y que incluso parecía saludar al nuevo campeón. Ya hasta celebraban como corifeos papanatas cualquier comentario chusco de Ancelotti.
Parece cosa de chiste, pero en tres semanas la situación es justamente la contraria. Escribo durante los minutos del descanso del Espanyol-Barcelona. Sé que empatan a cero, pero no he querido verlo ni oírlo, para que no me contamine estas líneas.
En esos días, los colchoneros se han rehecho, sin abandonar sus hábitos de férreo espíritu de grupo, solidez defensiva máxima, contraataque fulgurante tras repliegue defensivo y extracción al límite de todas las posibilidades que da el juego a balón parado. Parece que la ostensible presencia del Cholo Simeone y los entrenamientos sin balón del profe Ortega –entrenamientos de los que tanto escarnio han hecho estos años los representantes de la escuela digamos progresista-ilustrada- tienen también parte de culpa de este segundo aliento de los atléticos. De todos modos, la plantilla rojiblanca, más corta que las de sus dos grandes rivales, no ofrece plenas garantías de campeonar, aunque ya lo hecho hasta ahora, pase lo que pase, es memorable.
El FC Barcelona ha pasado a tener ventaja no sólo moral, sino también material, sobre sus grandes rivales blancos, y estos se han desplomado, en todos los sentidos. Ya salieron “de aquella manera” del derbi contra los colchoneros, pero en Málaga las pasaron canutas de nuevo, para acabar cayendo frente a los azulgranas y en Sevilla. Contra el FC Barcelona yo creo que no jugaron mal, y que hubo momentos en los que lo más probable parecía su victoria. La jugada de la expulsión –enésima- de Sergio Ramos creo que fue absolutamente definitiva. Y su ausencia en Sevilla, también.
Es lo que tienen estos jugadores potencialmente muy buenos, pero dados a ducharse antes de tiempo: que te arruinan los partidos en los que les expulsan y te lastran en los siguientes al dejar su puesto a compañeros oscurecidos por la calidad de estos díscolos. Mal negocio suelen ser. Los catalanes se enseñorearon del Bernabéu a partir de su superioridad numérica, y los contraataques longitudinales sevillistas protagonizados por Rakitic y Bacca simplemente destrozaron un eje blanco en el que la tradicional lentitud física de un Xabi Alonso que parece algo menos acertado de lo habitual no ha sido la mejor ayuda para un Pepe que no es tampoco una bala y un Varane clarísimamente falto de ritmo competitivo.
Con eso y un excelente juego defensivo en el que lateral, central y mediocentro de cada lado dan lecciones tácticas en el equipo de Unai y que, por cierto y como gota aislada en el panorama, recuerda a la misma maestría que suelen tener los equipos de Caparrós en esa faceta, bastó al Sevilla para barrer al Real Madrid en la última media hora. Cerradas las bandas de esa manera, los atacantes exteriores madridistas, -más dados al autopase y el disparo que al fino regate-, parecían jugar encapuchados. Período en el que el Real Madrid ofreció un compendio de disparates, desde la famosa secuencia del cambio de botas de Bale, hasta el abandonismo de su presunto líder Cristiano Ronaldo, pasando por un total desorden en los saques libres. De Ancelotti hubo pocas noticias. Y el Madrid sigue patinando semana tras semana ante equipos sólidos…
Pero yo tampoco apostaría por el FC Barcelona. Como he escrito muchas veces, me da la impresión de que en este club nunca se ha sabido valorar a Puyol, pese a que los números siempre han dicho que sin él los apuros defensivos –y no sólo el espíritu en el juego- se incrementaban de forma palmaria. Y ahora lo vemos de nuevo. Cuando falla la presión en despliegue defensivo y hay que replegar, la falta de un hombre veloz, listo, concentrado y fuerte como Puyol hace chirriar toda la estructura defensiva. El FC Barcelona no es fiable tampoco. Es curioso que tanto blancos como azulgranas compartan carencias: una defensa lenta y dubitativa, unos supuestos “líderes” que aparecen y desaparecen como Guadianas, un dudoso aprovechamiento de los saques y cada uno un jugador titular “por decreto” que no justifica sobre la hierba ni su contrato, ni su titularidad forzosa. Y ahora, ambos con problemas en la portería. Justo viven en las antípodas del Atlético. Curiosísimo.
Evidentemente, uno de los tres será campeón. Pero no me pidan un pronóstico, porque los tres tienen suficientes puntos débiles como para que no tenga ni idea de cuál sabrá superarlos mejor.
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