El fútbol no deja de evolucionar. Hace tres años el Atlético no era un factor en la Liga y el Madrid y el Barcelona peleaban no sólo por ser los mejores del país, también del continente. Ríos de tinta corrieron por una final europea que nunca llegó. Ni Guardiola, ni Mourinho se enfrentaron en la última ronda, una pequeña decepción para un país que vive en el fútbol y que, durante mucho tiempo, ha trabajado en la dicotomía de los dos gigantes.
Las cosas han cambiado. Si hace dos, tres o cuatro años ambos equipos disputaban los tronos más altos ahora se encuentran en la final de Copa parcheados, con dudas. Guardiola se marchó, a Vilanova le llegó la desgracia y el Barça dinástico perdió el hilo con Martino. Sigue teniendo el equipo grandes jugadores, casi los mismos que asombraron al mundo, pero ya no es lo mismo. Antes ganaban sin despeinarse y ahora pueden fallar en cualquier lado. Sin Valdés, con la defensa en mantillas, con las ideas revueltas y un torrente de escándalos, sólo los más optimistas nos creen que la temporada del Barcelona depende enteramente de la final de Valencia.
En el Madrid las cosas son diferentes, quizá porque el pasado cercano no es tan victorioso y, consecuentemente, las ambiciones se han vuelto más realistas. El equipo ha mostrado fragilidad en los grandes partidos y en Mestalla no se espera menos que eso. Es cierto que, en cifras, su temporada no es mala. Tampoco hay mucha fe en la Liga, más por empuje del Atlético que por amor propio.
Queda la Liga de Campeones, que sería el perfecto golpe de efecto en un club que suspira por la 'orejona', pero las últimas derrotas (Barcelona, Sevilla, Dortmund) han generado el escalofrío en un equipo que, además, llegará sin Cristiano Ronaldo. Tiene más alternativas, más vías de escape, pero perder en Valencia puede ser el mazazo definitivo para el primer proyecto de Ancelotti. Hay golpes de los que no es posible levantarse.
Hace tres años el Madrid retomó en Valencia el oxígeno. Llevaba tres más sin ganar nada y aunque la Copa no sea una cuestión mayor para un club así, la ausencia de títulos dolía demasiado. Se celebró el título como una cantimplora en el desierto, en parte porque con Mourinho todo es excesivo, también porque la necesidad era mucha. Aquella victoria fue fundamental para la credibilidad del club, la Liga del año siguiente, el título más grande del luso en el Madrid, sólo se explica pensando en aquella noche valenciana, del mismo modo que su caída pasa, obligatoriamente, por la derrota contra el Atlético en la pasada final.
Nadie habla del futuro de Ancelotti, todo el mundo intenta discernir qué pasará con Martino. La sensación es la opuesta a la de los últimos años, donde el Madrid no parecía cómodo consigo mismo y en el Barcelona todo parecía cosa del destino, inalterable, inmutable. Todo puede cambiar esta noche. El fútbol no deja de evolucionar y los días grandes marcan mucho. Mestalla ve una final, pero si se plantea sólo así se estará siendo reduccionista.
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