"Ya ha empezado a limpiarle las botas". En el Partido Popular se ensañaban este viernes con Pedro Sánchez. Iglesias había aprovechado la audiencia del líder socialista con el Rey para diseñarle el gobierno. Un vicepresidente, cuatro ministros y alguna quisicosa singular, como un departamento de 'plurinacionalidad'. Sánchez podrá quizás ser presidente gracias a "una sonrisa del destino", según la expresión utilizada por el líder de Podemos en su lirismo de pantufla.
Iglesias lo tenía todo previsto. Y Sánchez, no. "Le ha dado siete vueltas, le ha dejado en calzones delante de los suyos, y además, tiene que darle las gracias", comentaban en Génova, con forzada hilaridad. No fue la del viernes la mejor tarde en la reciente historia del PP. La juez del caso Bárcenas imputaba al partido por el asunto de los ordenadores. El número tres de Moncloa, personaje peculiar de la órbita de Sáenz de Santamaría, era cesado de su cargo como número tres en Moncloa por el escándalo Acuamed. La corrupción como constante en el partido de Rajoy. Hasta el último minuto. Incluso en el momento de ensayar el mutis por el foro.
Menudeaban los brotes de ira entre los socialistas ante la complaciente respuesta de su líder a la provocadora actitud de Podemos. "El PSOE merece un respeto, esto es una humillación", decía Madina. "Es humillante, insoportable", apuntaba Redondo Terreros. "Ir a Moncloa, perfecto, pero no de rodillas", apuntaba un líder manchego.
Entre el ensañamiento y el sadismo
El PP dedicó unas horas a regodearse en la figura de un Sánchez descolocado, burlado, vapuleado por quien pretende ser su socio de gobierno y al que se aferrará como clavo ardiente para alcanzar la presidencia. En el PP ya lo dan todo por perdido, menos el humor. Iglesias ha rozado el sadismo, tal ha sido el grado de su ensañamiento. No sólo le nombró a Sánchez su gobierno a sus espaldas, sino que le reconvino por su falta de autoridad. "No se sabe si manda Guerra, o Felipe, o Díaz...", le restregó con dureza, un ataque al que ya había recurrido durante la campaña electoral.
Tocaba en el PP relajarse, después de una semana de tensiones sobre la investidura. Rajoy era al fin el elegido para sufrir. Pero dando la cara y defendiendo su posición. "Sánchez ya ha empezado a limpiarle los zapatos a Iglesias. Y esto es sólo el comienzo". "Los votantes del PSOE y de Podemos no comprenderían que no nos entendiéramos", apuntó Sánchez en su comparecencia catatónica a modo de explicación ante la bofetada acompañada de burletas. Estupefactos se quedaron los barones socialistas que habrán de decidir sobre los pactos el día 30. Estupefacto se quedó el propio Sánchez ante la agresiva audacia y la descarada prepotencia de Iglesias. Carcajeantes se quedaron los dirigentes del PP ante el espectáculo de lo que puede ser el futuro gobierno: Sánchez, llevado del ronzal. El que no se consuela...
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