A Volkswagen la han pillado con el carrito del helado. Resulta que nos hacía creer que emitía una cantidad X de emisiones contaminantes cuando realmente emite Y. Un auténtico escándalo. Y ahora se enfrenta a la ira de los gobiernos de los países afectados. EEUU, Francia y Alemania ya han anunciado sendas investigaciones judiciales que previsiblemente supondrán cuantiosas multas para el fabricante de automóviles.
Pero, ¿qué importancia tiene realmente el engaño? Once millones de coches en todo el mundo son muchos coches contaminando más de lo que se supone que deberían. Sin embargo, ¿castigamos por eso a Volkswagen o porque hemos descubierto, casi por casualidad, que llevaba años riéndose de nosotros? ¿Qué pesa más, el daño ambiental o el daño moral?
Ciertamente, el coste burocrático para los conductores (acudir al concesionario para reparar el vehículo, quizás volver a pasar la ITV, etc.) es algo a tener en cuenta, aunque la empresa ya ha dicho que todo correrá de su bolsillo. De ahí que uno piense que las represalias que ahora se anuncian contra Volkswagen responden más a una cuestión de honor, a resarcir un orgullo herido por el engaño. Se trata de demostrar que las reglas, como no podía ser de otra manera, están para ser cumplidas.
O quizás no, porque la propia Unión Europea ha reconocido que sabe desde hace años que las emisiones que cada modelo marca en las pruebas realizadas en laboratorio difieren considerablemente de las que realmente emite. Y como eso puede ser, ahora se dispone a cambiar esos tests.
Así las cosas, no es de extrañar que hasta el ministro Soria se líe y hable de reclamar a Volkswagen las ayudas a la eficiencia para descubrir, al día siguiente, que los coches siguen cumpliendo los requisitos exigidos para recibir esa subvención. Engaños sí, pero los justos.
* La Zancadilla es una nueva columna semanal de Vozpópuli
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación